Cada vez que quiero hacer un largo viaje en bicicleta, mis padres dicen que estoy loco, que mejor vaya en bus o en avión, que el país es inseguro, que tenga cuidado…
Yo les creo. En este país, mejor dicho, en este continente (de Estados Unidos hacia abajo) el cicloturismo es una apuesta: puedes ganar la satisfacción de conocer pueblos, ciudades, países... o perder la vida en el intento.
En diciembre de 2017, tardé siete días para llegar a Medellín desde Cartagena al ritmo de bici azul. Fue estupendo. Creo, sin embargo, que Dios me protegió, pues estuve en zonas con alta presencia de la guerrilla del ELN como Tarazá, Caucasia y Valdivia.
Holger Hagenbuch, ciudadano alemán, y Krzysztof Chmielewski, de origen polaco, no corrieron la misma suerte que yo: el primero murió de un disparo y el otro fue decapitado, según el diario Código Rojo Laguna, de México. Ambos recorrían el mundo en bicicleta y coincidieron en Chiapas, México, antes de morir por robo en 2018.
También en México, en 2018, informó Presidio MX, un conductor de tractomula fue puesto en libertad por las autoridades, ¡sin ni siquiera pagar multa!, luego de arrollar a un ciclista, que posteriormente murió, en la vía Mérida-Progreso. ¿Es la impunidad entonces otro enemigo para los ciclistas? No se puede pedalear seguro en las vías mientras exista este tipo de actos.
Mientras en Holanda, “el país de la bicicleta”, se habla de 35.000 km de ciclorrutas y en toda Europa se comenta del EuroVelo —una red de ciclovías que pretende unir a todo el continente de forma segura—, aquí, en Latinoamérica, se habla de ciclistas muertos y robos de bicicletas en ciudades como Bogotá.
Mis padres, y los padres de otros “locos”, tienen razón. Ser cicloviajero es probablemente un acto suicida, porque se puede morir atropellado o atracado. Y es más peligroso aún para una mujer, que corre el riesgo de ser violada.
Si yo fuera un ciudadano portugués —de familia portuguesa y estancia en Portugal— y le dijera a mis padres que tengo pensado pedalear Europa durante 90 días, atravesando países como España, Francia, Alemania, Polonia, Rusia y Dinamarca, probablemente ellos no se preocuparían tanto por mi seguridad porque Europa es un continente relativamente seguro. Quizá sus mayores preocupaciones serían sobre cómo podría administrar el dinero para comida y hospedaje, además de hacerme entender a los habitantes de cada país que recorra.
¿Qué hago entonces si no vivo en Europa pero sueño con ser un cicloviajero? Ser precavido y discreto, sobre todo si salgo solo. No recomiendo viajar solo, o en pequeños grupos, con una bicicleta lujosa, celulares de alta gama, mucho dinero en efectivo y vestimenta de ciclista profesional. Es mejor pasar desapercibido que “dar papaya”. Basta con un buen casco, una bici y celular sencillos, el dinero básico y un buen estado físico. Preferible también hacer los recorridos en grupos, sobre todo si la viajera es mujer. Aun así, nada de eso garantiza sobrevivir en la vía.
No confiemos a los gobiernos la solución a estos problemas de seguridad. Nos cansaríamos de esperar.
