¿Y después qué haremos? ¡Cuidarnos!

¿Y después qué haremos? ¡Cuidarnos!

"Nuestra salud, libertad de movimiento, seguridad y futuro dependen de una lucha global en la que el cuidado por fin está en el centro de la vida"

Por: Juan Perez Trujillo
abril 08, 2020
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¿Y después qué haremos? ¡Cuidarnos!
Foto: Leonel Cordero/Las2orillas

En 1859, se publicó El origen de las especies, uno de los trabajos de investigación que se convirtió en precursor de la literatura científica y de la biología evolutiva. A hoy, el mundo sigue mostrando pleno interés por los hallazgos de Charles Darwin.

Aunque desde diversas perspectivas el trabajo realizado por el científico inglés sigue canalizando múltiples discusiones, una de las más relevantes se situó en aquella frase que puede ser vista como una verdad absoluta: "No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio".

En el siglo pasado, se presentaron objetores a dicha apreciación, dado que la acción colectiva que originaron las luchas de los movimientos sociales, además de lo que estos generaron como motor de transformación social, revelaban que ante situaciones adversas sobreviven y son más fuertes todos aquellos que luchan de forma colectiva.

En los últimos días hemos evidenciado en el desarrollo de la pandemia del COVID-19 algunos escenarios estáticos, simples o en su caso superficiales que no invitan a mirar de forma compleja un drama complejo. Aquel drama global que se representa en la soledad de miles de personas fallecidas y otras que buscan luchar desde el aislamiento contra esta enfermedad. Un drama que grita a voces el dolor de una enfermedad que ha podido incidir mayormente en aquellas personas más vulnerables condenadas al abandono y la soledad.

En Alemania, uno de los países con mayor desarrollo humano del mundo, meses atrás de esta tragedia humana se realizaba una encuesta organizada por el gobierno federal, la cual reveló que la sensación de soledad en su ciudadanía había aumentado un 59% en los últimos años. Dichos datos eran la evidencia que la soledad estaba convirtiéndose en uno de los mayores problemas socio-sanitarios de esta sociedad. Esto debido a la conocida relación de la vulnerabilidad social, el aislamiento y algunos trastornos psiquiátricos tales como la depresión y la ansiedad.

En Reino Unido, dicho problema es de tal impacto que se ha creado un ministerio para luchar contra el aislamiento. Así mismo, en Estados Unidos existen datos impactantes sobre cómo casi la mitad de sus habitantes dice sentirse solo. Además, en términos generacionales preocupa lo que esto suscita en las nuevas generaciones.

Dicha soledad en los países de occidente, unida a los efectos del cambio climático y el drama humano de personas refugiadas, ha dejado entrever la gestación lenta y aguda de lo que se considera el origen de estas problemáticas. La crisis de los cuidados, la cual en plena epidemia del COVID-19 ha plasmado su mayor letalidad.

Desde tiempos remotos en los que hemos conocido el desarrollo de muchas pandemias, estas nos han enseñado que la esencia humana ha podido ser determinante para encontrar soluciones, esta misma básicamente se representa en la capacidad de cuidar.

Una vez incorporado el confinamiento global a raíz de la pandemia, hemos podido ser conscientes de los múltiples procesos de vulnerabilidad a lo que estamos siendo expuestos. Algo que en gran medida ha tenido una respuesta compartida que se ha resumido en los deseos de acercarnos, solidarizarnos, cuidar y buscar ser cuidados. En una realidad que nos dicta a tomar distancia social, pero no por ello acercar y reducir las distancias afectivas con empatía.

Si bien a día de hoy no intuimos en realidad los impactos de esta problemática, sí conocemos que, tal como lo manifestaban aquellas luchas sociales del siglo XX, saldrán reforzadas aquellas personas que hayan luchado juntas. Por tanto, es la acción colectiva el eje vertebrador de una nueva comunidad que necesita cuidarse a sí misma, que se cimienta desde la reciprocidad, el pensamiento colectivo y la resistencia a las injusticias sociales que puedan ser justificada desde lo excluyente que puede resultar un estado de emergencia.

En esta crisis de cuidados, el cuidado y la compasión juegan un papel crucial. Pero también es necesario establecer una presión civil que facilite la creación de un nuevo orden de prioridades, inverso al actual, en donde los cuidados establezcan un hito importante en la construcción de conocimiento, en los avances tecnológicos y en las valoraciones sustanciales en términos económicos a las personas que se dedican a cuidar.

En la actualidad, si hay algo de lo cual hemos sido testigos es como en esta pirámide jerárquica de prioridades, las personas menos valoradas del actual sistema están en primera línea de batalla, siendo esenciales en la lucha por una epidemia, y por el restablecimiento de las actividades de nuestro día a día.

En la construcción de este relato algo tenemos claro: nuestra salud, nuestras libertades de movimiento, nuestra seguridad y nuestro propio futuro dependen de una lucha global en la que el cuidado de las personas por fin está en el centro de la vida.

El cuidado hace que el espíritu dé forma a un cuerpo concreto dentro del tiempo, abierto a la historia y dimensionado para la utopía. El cuidado permite la revolución de la ternura al priorizar lo social sobre lo individual y al orientar el desarrollo hacia el mejoramiento de la calidad de vida de los humanos y de otros organismos vivos. "El cuidado hace surgir al ser humano complejo, sensible, solidario, cordial y conectado con todo y con todos en el universo" (Leonardo Boff).

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