No se nos ha olvidado aquello de nuestra bonanza. Y por eso le preguntamos qué hizo con ella, pues que nos pertenecía a todos. Y no a su vanidad, a sus amigos, a sus inconfesables apetitos de notoriedad y de poder.
Vale recordar que como ministro de Hacienda de Pastrana, usted le entregó a su sucesor, Roberto Junguito, un país literalmente quebrado. ¿Se acuerda, Juanpa? ¿Se acuerda de que el crecimiento económico era de cero, que no había inversión propia ni extraña y que el Fondo Monetario Internacional tenía su campamento instalado en Colombia, con sus recetas de austeridad y sacrificio en obra para enderezar los entuertos que usted dejó? Como usted siempre ha sido tramposo, intentó enderezar contablemente las cosas aplicando todos los recursos del año 2002 a la parte que cubría su ministerio y que no había un peso, ni uno solo, para que las Fuerzas Militares compraran un par de botas o le pusieran un galón de gasolina a sus camiones vetustos, a sus anticuados aviones, a sus escasos helicópteros.
El Presidente Uribe, a quien usted le debe cualquier cosa que sea, dedicó sus inmensas energías a salvar el país de una crisis dramática. Sin referirse a usted, sin atacar a su Presidente, sin volver atrás la mirada. Y por ocho años cambió la vida del país. Ordenó las finanzas públicas, organizó la administración, eliminando ministerios y entidades superfluas, cuidando hasta el último centavo del tesoro público, recuperando la confianza, atrayendo la inversión productiva, respaldando el trabajo y castigando la holgazanería.
Con esa técnica infalible, floreció el trabajo y se enriqueció la Nación. Y le entregó a usted, que se pregonaba su sucesor, un país en plena expansión, resuelto, animado, con todas las velas desplegadas hacia el encantado país de la prosperidad, el crecimiento y la justicia.
A toda esa herencia, súmele el regalo que le hizo el entorno internacional. Ya Óscar Iván Zuluaga había capoteado la terrible crisis que desataron las hipotecas mal establecidas en los Estados Unidos y a usted le cupo en suerte, nada menos, la mayor bonanza que Colombia tuvo en su historia. Se lo decimos mejor: la mayor que nunca soñó tener.
Se alteraron como nunca los términos de intercambio y los productos primarios pasaron a valer más que oro. El petróleo se puso encima de cien dólares por barril, el carbón siguió la misma senda, el níquel y cuanto producto dio la tierra cobraron precios jamás vistos. No fue por su inteligencia, ni por su dedicación, ni por su trabajo que los recaudos tributarios llegaron a niveles nunca imaginados, y que la inversión extranjera brotó como el petróleo de las entrañas de la tierra, y que los capitales golondrina se posaron confiados y felices en nuestros aleros.
Para hablar en plata blanca, solo por petróleo le cayeron del cielo más de treinta mil millones de dólares por año. Y por inversión extranjera e inversiones de portafolio y otras gangas, le llegó por lo menos otro tanto.
Ahora se queja de que el petróleo solo vale cincuenta dólares por barril, de que el carbón se descolgó, la inversión extranjera se vino al piso, la de portafolio emigró, para no volver al menos mientras usted sea Presidente e insista en entregarle el país al comunismo terrorista.
Como Augusto preguntaba desolado a Varo por sus legiones perdidas en Germania, nosotros le preguntamos por ese capital colosal que pasó por sus manos.
No está en ahorro, que no tiene un peso ni un dólar. Está endeudando a Ecopetrol para que le pague dividendos y no se le caiga la mermelada disponible.
No en infraestructura, como que ni siquiera fue capaz de terminar las obras que le dejó financiadas y empezadas Andrés Uriel Gallego. El país se le parece mucho al túnel de La Línea. Y a usted, por supuesto.
No está la bonanza en una soberbia planta de colegios, para que los niños no sean tirados medio día a que los eduquen en la calle las pandillas y las “ollas”.
No en hospitales, que se le caen a pedazos los que recibió del Gobierno de Uribe.
No en dotación y mejoramiento de las Fuerzas Militares. Los aviones reposan en los hangares, porque no tienen mantenimiento y las disponibilidad de vuelo de los helicópteros anda por menos de la mitad de lo técnicamente posible. Armas no se compran, sino las que vende su amigo Felipe Jaramillo, que ya son pocas después de tanto incumplimiento.
Y ni siquiera las casitas regaladas, Juanpa. Las primeras cien mil debió entregarlas en el 2012 y apenas se sabe de la mitad de ellas.
¿Qué se hizo nuestra plata, Juanpa? ¿Nos darán cuenta y razón los ñoños y los musas? Usted dilapidó una fortuna gigantesca. Que no era suya, por supuesto. Que era de todos.