Ya desde un poco antes de las elecciones legislativas que acaban de pasar se iba perfilando la estrategia de la Coalición Colombia para ganar parte del terreno perdido frente a Petro. Los primeros comentarios apuntaban a conquistar el puro centro político, pues Petro parece ocupar gran parte del espacio de la izquierda. “Ni Uribe ni Petro”: esa es ahora la consigna de los ni-nis para trazar sus fronteras políticas. Sin embargo, para lograr tal diferenciación, deben igualar todo lo que ha hecho Uribe durante un largo tiempo con el discurso y la faceta de mal administrador público de Petro: que los dos son los representantes del odio, que los dos le han hecho mucho daño a Colombia, que ambos quieren dividir al país entre buenos y malos. ¿Será que les servirá?
Tal vez la estrategia les permita ¡por fin! sentar una posición, así sea, y seguramente esto nunca lo imaginaron o quisieron, como oposición a los dos punteros. Será entonces esta la oportunidad de tomar posiciones en temas que por obvias razones deben diferenciarse, sobre todo de las propuestas de Petro, quien les ha tomado gran ventaja en este terreno. Haciendo esto, Fajardo podrá enarbolar ideas propias y definir finalmente qué acciones tomará respecto a la multiplicidad de temas sensibles para la Colombia actual. Su inconveniente es que, como no le ha tocado tomar posición certera sobre ningún tema trascendental, y es sobre ello precisamente como se ha vendido su imagen de antipolítico, le cuesta salir en defensa pública de tal o cual posición. Por más que sus compañeros y compañeras de fórmula lo han aupado a que diga lo que tiene que decir, Fajardo tiene una inmensa incapacidad para decir algo concreto.
Ahora, si la estrategia para conquistar el “puro centro político” les llegase a funcionar, ¿qué habrán ganado y qué habrán perdido? Habrán ganado entonces un electorado que se identifica con sus posturas y no simplemente con un voto en reacción a la falta de opciones. También habrán podido posicionar un discurso generador y constructor de una identidad política que tanta falta les hace si quieren continuar con esta misma plataforma para las elecciones locales del 2020.
Por otro lado, ¿qué habrán perdido si continúan con esta estrategia? Al igualar a Uribe con Petro, van creando en el camino enemistades con quienes van a necesitar luego en la segunda vuelta. ¿No se dan cuenta que al igualar a Petro con Uribe muchas personas que siguen al primero se sienten, y con obvias razones, agredidas? Y no es tanto porque critiquen a su mesías, que en muchos podría ser el caso, sino principalmente porque es un despropósito, a pesar de todo el autoritarismo que puede esconder una personalidad tan centrada en sí mismo, afirmar que el daño que Uribe le ha infringido a esta sociedad, desde mucho antes de ser Presidente, es igual que el daño que puede hacer Petro con sus discursos “revanchistas” y “polarizadores”. Que una manifestación contra Uribe es igual a un atentado contra Petro.
¿De verdad creen que igualando a Petro con Uribe van a, por un lado, conseguir los votos que no recogen ninguno de ellos dos y, por el otro, cautivar al electorado de Petro que inevitablemente necesitarán para una hipotética segunda vuelta? ¿De verdad creen que juzgando a Petro públicamente de esa manera podrán conquistar los votos de la izquierda y de la centroizquierda que se les han escapado y de los que inevitablemente dependerían? Es posible que, al seguir con esta estrategia de diferenciación, que borra las diferencias obvias entre la propuesta de un Uribe y de un Petro, le estén abriendo el camino a una segunda vuelta entre el que dijo Uribe y Vargas Lleras. O que, aún pasando a segunda vuelta, hayan generado tantas heridas en la izquierda y centro-izquierda, que ya la mayoría de estos votos decidan simplemente abstenerse o escoger la opción del voto en blanco.
Al proponer de nuevo una gran coalición con Fajardo y De la Calle, Petro trata de ganar votos del centro proyectándose como conciliador —aunque es obvio que su propuesta apunta a que los otros lo sigan a él—. Al mismo tiempo, los supuestos 'conciliadores', los 'no polarizadores', sólo han sabido sentar un posición. Las únicas palabras contundentes y claras que se le escuchan a Fajardo son aquellas que promulga en contra de Petro; pero cuando le preguntan sobre Uribe reflexiona, y cree en sus fueros internos que es una persona muy importante para la democracia de este país. ¿No sería más coherente que las críticas suaves se las dejara a Petro y las críticas contundentes se dirijan a Uribe? Así, ni la izquierda se siente maltratada ni el centro se plega a Petro, ambientando de esta manera las condiciones para una eventual candidatura única de las fuerzas de la paz y los cambios sociales en la segunda vuelta. Todos saben que sin los votos de Petro, de la Calle y Fajardo unidos gana la derecha con Vargas Lleras o con Duque.
A pesar de esta situación, de parte de los ni-nis no hay declaración en la que hablen mal de Petro y, de parte de los fanáticos de Petro, reaccionan como uribistas frente a cualquier crítica contra el líder máximo. Mientras tanto, Vargas Lleras y Uribe dan pasos tímidos pero seguros hacia una posible, si necesaria, reconciliación. ¿No dijo Vargas Lleras que hará hasta lo imposible para que la izquierda, o alguien diferente a los mismos de siempre, llegue a la presidencia? La importancia histórica de estas elecciones debería eliminar barreras, en vez de levantar nuevas, allí donde nunca las hubo.