Ahora que la crisis golpea mucho más a las personas de escasísimos recursos es cuando se debe ver la mano del Estado. Es en estos momentos cuando la magnificad se debe exteriorizar, anteponiendo los intereses económicos de una sociedad que a lo largo de los años ha aprendido a despreciar a aquellos menesterosos que siempre han vivido del “rebusque” o de obtener su pan diario de “pedir” en un semáforo o “revolcando la basura” para ver que consigue para sí y para sostener o alimentar a los suyos.
La administración distrital a través de diferentes planes y entidades ha tratado de paliar la grave situación que se cierne sobre muchas familias bogotanas; no obstante, este esfuerzo institucional no cubrirá por razones de cobertura o por el subregistro a los que realmente están necesitando urgentemente el apoyo estatal. Acá la pregunta es: ¿por qué les sucede eso?, ¿qué hacemos?
Y la verdad sea dicha no conocemos todas las respuestas, no obstante esta situación nos lleva a analizar por qué sucede. Solo tenemos una conclusión valedera: “es consecuencia de la nefasta política oficial de desmontar el Estado” que debe regir y orientar a sus ciudadanos.
Hoy la salida del gobierno nacional para paliar esta crisis es proponer unos mínimos subsidios en dinero que nunca (o casi nunca) llegan a los necesitados y se queda en la utopía de la esperanza, mirando cómo los poseedores de la riqueza envilecen aún más a los desposeídos.
Cuando el Estado ha abandonado sus principios básicos de regular y proteger no solo la producción nacional, en especial los servicios esenciales, entregando la vida cotidiana al mercado especulativo, y en este caso la salud en todas sus formas, empezando por la prevención y que decir de las diferentes especialidades, fue entregada a raja tabla a estos mercantilistas y ahora en esta crisis vemos las consecuencias, donde prima el interés económico sobre el general.
¿Y qué hacemos? No solo soportar con estoicismo esta crisis, no creada por nosotros, sino educarnos para afrontar en un futuro cercano otras de este mismo o peor talante, exigiendo al Estado que se priorice la formación profesional de nuestros hijos para afrontar con personal debidamente preparado lo que acontecerá, hoy los trabajadores de la salud lo hacen con las “uñas” sin la protección debida y con un gran amor por su profesión y sus congéneres.
Cuando los estudiantes colombianos en sus reiteras marchas y protestas dicen “primero lo primero, salud y educación” no solo están colocando en la palestra pública esta reivindicación sino que nos están diciendo que despertemos. Esas premisas son esenciales para el futuro social porque la dignidad en salud y educación deben estar, como dicen ellos, en primera fila, en centros educativos con todas las garantías para dar una formación con calidad y gratuita. Y no olvidar que debemos recuperar nuestra soberanía no solo alimentaria sino en todos caminos de la vida.
Solo mediante la unidad en torno al interés común, donde prime el deseo de sacar a Colombia de la espuela imperialista, de replantear los TLC y obviar las imposiciones del FMI, OCDE, y demás alimañas que pululan y que tienen defensores a ultranza entre nosotros lograremos en un futuro cercano la gloria y el bienestar que tanto deseamos.