No son pocos los analistas que se vienen preguntando como para cuándo es que planea empezar a gobernar el presidente Duque. La pregunta no es en vano. Las encuestas lo muestran inequívocamente en caída libre desde su posesión hace apenas un mes, y aunque se le ve esforzándose por impulsar medidas populistas, posando con su familia en revistas de sociedad, y moviéndose por el país tratando de revivir los consejos comunales, todavía no se sabe en qué está o para dónde conduce al país, precisamente en este momento en el que dos de las más grandes economías de la región (Argentina y Brasil) se vienen a pique, y la crisis de Venezuela se profundiza.
El primer golpe contra la gobernabilidad de Duque se lo dieron en sus propias filas. Nadie se acuerda de lo que dijo el presidente el día de su posesión. El análisis que se hizo en los medios extranjeros se concentró en el tono amenazante del Macías. El discurso del presidente del Congreso Ernesto Macías fue tan hostil, que no solamente se apropió de la narrativa y se convirtió en la posición oficial del gobierno y del partido, sino que opacó completamente los contenidos del discurso del presidente, planteado en términos muy distintos. Hasta las bases uribistas rechazaron el mensaje. El sector productivo estaba ávido de un discurso que pusiera fin a la polarización que ha tenido paralizado al país por meses, un discurso amplio, productivo, de vanguardia. La decepción fue mayúscula.
El segundo golpe se lo está dando su propio gabinete, que parece un poco desbaratado y más preocupado por no disgustar con el Centro Democrático, que por preparar los derroteros que en materia de política pública definirán el legado de Duque. Los lapsus, que no han sido pocos, cuentan la historia: los funcionarios se refieren a Uribe como su presidente, generando cuestiones de fondo sobre quién manda y a quién se obedece en ese gabinete.
Claudia López los tiene improvisando toda suerte de medidas
para apoderarse de la narrativa anticorrupción
que la posicionó a ella como jefa absoluta del gobierno en la sombra.
Pero el golpe más certero, a menos de un mes de posesionado, se lo dio Claudia López, que en los hechos es una excongresista que ni siquiera es la jefe política del Partido Verde. Sin haber terminado de nombrar gabinete, Claudia le sacó en un referendo limpio y sin pactos regionales, una votación extraordinaria para una consulta que aguantó muchísima oposición pasiva y activa de sectores que necesitaban que se hundiera. Con más de 11 millones de votos, Claudia le impuso la agenda política al gobierno, lo puso a trabajar a su ritmo y en sus temas, le ordenó los proyectos que tendrá que tramitar en el Congreso con sentido de urgencia durante la próxima legislatura y los tiene improvisando toda suerte de medidas para apoderarse de la narrativa anticorrupción que la posicionó a ella como jefa absoluta del gobierno en la sombra.
Me sostengo en la convicción de que debemos plantear una oposición limpia y decorosa, y sobre todo, apostarle a que el presidente Duque tenga éxito, hayamos o no hayamos votado por él. El presidente Duque ha dado muestras abundantes de tener la voluntad de gobernar para todos, de escuchar reflexivamente y de querer meterle el diente a los temas sustanciales. Precisamente por eso, preocupa muchísimo la lentitud con la que viene produciéndose la transición y el desgobierno que se siente en ausencia de líneas claras sobre asuntos fundamentales para el momento actual del país.
Va a fastidiar a muchísima gente, señor presidente, tanto de sus propias filas como de la oposición, pero en eso consiste gobernar. Lo que no podrá es seguir caminando como entre cáscaras de huevo, porque así nadie se entera para dónde va.