Si en nuestras familias o amigos cercanos hay alguien próximo a iniciar la universidad o recién ingresado, indudablemente les hacemos la siguiente pregunta: ¿qué estudiará? Cosa que en algunos casos es fácil de responder, pero en momentos como estos son más las sorpresas que nos podemos llevar.
La pandemia indudablemente cambió el ritmo de vida de muchos y frenó por completo la vida de otros. Solemos enfocarnos en ese adulto, emprendedor, trabajador, pero casi nunca en esos jóvenes que están ad portas de iniciar una carrera universitaria, recién ingresan a una o incluso en quienes dudan de entrar a la universidad.
La última situación se puede dar por diversas razones, entre esas el descubrimiento de una vocación más allá de la elección de una carrera. Fuese sencillo si tan solo se nos permitiera siempre hacer la elección libre y honesta de esa decisión tan importante, pues se resume a lo que nos vamos a dedicar por el resto de la vida, es el ideal.
El mundo ya está lleno de personas aburridas de su rutina, agotadas de sus empleos y cargando con el peso de responsabilidades que desearon no haber tomado en algún momento de sus vidas. ¿Las consecuencias? Resultados mediocres, equipos de trabajos divididos y espíritus frustrados.
Si bien la elección de la vocación debe ser guiada por nuestros padres, familias o profesionales, de estos no debe depender la decisión final, ya que el sentimiento de realización personal (o fracaso) no es algo que se pueda transferir y por ende nos pertenece.
Hago énfasis en lo último mencionado por una razón, frecuentemente la elección de nuestras profesiones termina tan empañada por los deseos de los demás, que al enfrentarnos al mundo real descubrimos que, por ejemplo, el dinero no siempre está, el estatus social no lo significa todo y en ese orden de ideas será mayor la insatisfacción que el placer de explorar nuestras capacidades, límites, destrezas y sobre todo nuestra propia identidad.
Esa elección si bien está mediada por factores externos, no debe ser viciada; la vocación es algo tan íntimo y personal que bien explorado nos garantiza éxito, progreso y felicidad, siendo esto último lo más importante.
Si todo fluye en el orden adecuado, podemos ser luz ante una humanidad que ha deteriorado sus valores. Nuestras profesiones requieren de una lucha consciente y responsable. No se trata de dedicarse a algo por cumplir con un requisito más, por el contrario, consiste en hacerlo por la necesidad de adquirir conocimientos constantemente, encontrar herramientas que faciliten el proceso y finalmente ponerlos al servicio de la comunidad.
