Saliendo Colombia del Mundial de Brasil con el más grande logro jamás alcanzado al llegar a octavos de final y una vez finalice el campeonato de fútbol, regresando al panorama nacional teniendo en cuenta el propósito del Gobierno Santos, los caucanos y colombianos deberíamos ahora, dedicarnos trabajar por la paz.
Y voy a tratar de explicar el por qué, aunque este tema no une ni genera la pasión como el fútbol, pero si el sueño porque algún día termine tanta guerra, violencia, barbarie, injusticias, odios, rencores y exclusiones, como los que hemos vivido por décadas, al firmarse prontamente el fin al conflicto armado con la más antigua y criminal insurgencia.
Hay que partir de dos hechos fundamentales y bien claros: Ni el Estado por más de 50 años pudo con el poder del mandato popular y el derecho legítimamente constituido, con las mejores fuerzas Armadas, logró derrotar las FARC militar y políticamente, ni la guerrilla pudo llegar al poder con toda su intimidación delincuencial y terrorista demostrada.
Las FARC, con dieciséis frentes y la columna móvil Jacobo Arenas, son las que más daño causan a la población caucana seguidas por el ELN con cuatro compañías y por los paramilitares, hoy llamados genéricamente BACRIM, que despliegan su accionar fratricida bajo grupos como Los Rastrojos, Nueva Generación, Águilas Negras, o el Bloque Central Cauca que aún operan de la mano del narcotráfico y la minería ilegal.
Bajo esta circunstancia, las comunidades del Cauca atraviesan una grave situación humanitaria, precariamente atendida por un Estado marrullero y paquidérmico que concentra sus esfuerzos en las acciones militares, en una evidente contradicción con el discurso de la ley de víctimas.
SI entendemos por paz un determinado estado de convivencia que se caracteriza por que los seres humanos compartan determinada posibilidad de gozar el derecho hacer felices; que las comunidades y pueblos caucanos encuentren en esos derechos la satisfacción de sus necesidades básicas; que los habitantes de todas las regiones encuentren en esa alternativa el desarrollo de sus potencialidades; que los caucanos todos sin exclusiones y resentimientos clasistas, vean en esa posibilidad su realización como personas con dignidad , entonces es hora de trabajar duramente por la paz.
Los diálogos del Gobierno Santos con el subversivo grupo insurgente de las Farc han avanzado y el diálogo ha sido fructífero en medio del conflicto aunque muchos no entiendan por qué la guerrilla que extiende una mano para hablar de paz y con la otra dispara indiscriminadamente contra la población inerme y las fuerzas del orden, en un juego de demostración de aparente poder que está costando muchas vidas, aumentando el sufrimiento de familias inocentes y frenando las pocas posibilidades de desarrollo que tiene esta región, ni tampoco por qué el gobierno no le jala a un cese al fuego y deja de combatirlos.
Si queremos que el Cauca alcance mejores niveles de inversión y mejoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes, toca seguir trabajando para consolidar ojalá un día no muy lejano un proceso de paz, estable y duradero, para ver si al fin podremos tener un generación sin la absurda, macabra, perversa y tonta guerra en la que nos matamos diariamente.
Trabajar por la paz no solo es una obligación moral. Somos responsables del otro, en cuanto el otro espera nuestra respuesta y tiene derecho a ella, pues no olvidemos que en la construcción de ese determinado estado de convivencia que identificamos con la Paz, está comprometida la realización de todos y cada uno de los hombres de bien y quienes tienen el derecho a ser perdonados.
El presidente Santos y su gobierno espera después de haber refrendado en las urnas su apoyo popular en la política de la paz que todos podamos trabajar desde nuestras propias condiciones en inculcar la cultura de la paz, que no es más que la comprensión, el respeto y el valor de las diferencias con justicia social.
La paz vive amenazas perpetuas a las que hay que enfrentar para reducirlas al mínimo y, como desiderátum orientador, eliminarlas. La gente se atrinchera en sus identidades y culturas, lo cual es bueno mientras estas culturas sean como los colores del arco iris que siendo diverso, debidamente armonizados y tocados por la luz, producen el color blanco, el color de la paz. Sin pensar en la riqueza de las diversidades, el atrincherarse en “lo mío para hoy” o “mi cultura es la mejor” puede llevar a fanatismos destructivos.
La Paz tiene sus enemigos gratuitos y hay a quienes no le conviene que los pueblos y las comunidades como las caucanas vivan en tranquilidad, progreso y desarrollo, por ello hay que trabajar por la paz, la convivencia ciudadana y la resolución pacífica y civilizada de nuestros conflictos, en medio de las diferencias.
El abuso del poder en todos los niveles y ámbitos de las sociedades con menoscabo de la dignidad humana y práctica de las humillaciones es también una fuente de amenazas para la paz entre las personas, en las comunidades y entre los pueblos. Estos abusos de poder tiene como los llamados “falsos positivos” también tiene fines claros, como en el caso de las naciones fuertes y acomodadas y los mercaderes de la muerte: acceso a recursos y protección de sus intereses vía armas y ejércitos, binomio para continuar haciendo el gran negocio de la guerra, desconociendo que más rentable es hacer y trabajar por la paz.