A Lisset Martínez le gustó el sombrero azul que llevaba Ximena Quijano que lució durante las fiestas de Huejotzingo, una población ubicada a dos horas de Puebla, la ciudad en donde la estudiante colombiana hacía una especialización en Medicina. Lisset tenía dos meses de embarazo pero era tan despiadada que sin importar las consecuencias fumaba cristal a la vista de todo el mundo, en el fragor de la fiesta, de su pípa transparente. Enloquecida empezó a fijarse en el sombrero azul de Ximena. Primero se acercó y le ofreció unos billetes para comprárselo. La manera como la que la abordó, como le pidió el objeto, inquietó a Ximena. Alterada por la droga Lisset empezó a insultarla, a amenazarla, a decir que esa soberbia le iba a salir muy caro. Ximena se alejó y no sabía la verdad.
La mujer de 22 años era la líder de una sanguinaria banda de atracadores de auto. Los papás de un compañero de ellos en la universidad de Puebla, Carlos, les suplicó que se quedaran. Sabía que en México muchas veces las amenazas se cumplían. Era el atardecer del sábado y no siempre es seguro en un país sumido en la violencia tomar una carretera alterna en la noche. Pero no podía, Ximena tenía que llegar a su residencia universitaria a preparar un examen, además ya había pagado el Uber de vuelta.
En el camino no sabían que detrás de ellos los perseguía un auto: era Lisset y su banda que querían vengarse porque no les dio el sombrero y de paso llevarse el Uber. Los interceptaron y los abalearon con unas armas largas de calibre 223. A su compañero Antonio Parada, quien además fue su amigo en toda su vida y con quien había llegado a México también lo mataron junto al mexicano conductor de Uber. Lo terrible y lo que llevó a los investigadores a creer que se trataba de algo personal fueron los siete disparos que recibió Ximena, lo que llevaba a pensar que se trataba de una venganza.
La policía de Puebla entró al apartamento de Lisset el sombrero azul que la mujer se llevó después de matar a Ximena. También encontraron varios carros de alta gama. Lisset, después de una rumba despiadada que duró 72 horas, fue puesta presa por el crimen de los colombianos y luego llevada a un hospital porque su vida y la de su hijo corrían peligro.
Mientras tanto el velorio de Ximena se hizo en Sanitas en Colombia y allí se supo más detalles de la vida de la joven quien había superado una leucemia terminal a los 18 años. Fue gracias al estudio de la medicina su principal motivación para recuperarse de una terrible enfermedad.