La xenofobia en las aulas colombianas es más que un problema educativo; es un reflejo preocupante de los prejuicios que nosotros, los adultos, estamos transmitiendo a las nuevas generaciones. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), una de las cinco comisiones regionales de las Naciones Unidas, define la migración como «el cambio de residencia que implica el traspaso de algún límite geográfico u administrativo debidamente definido. Si el límite que se cruza es de carácter internacional (frontera entre países), la migración pasa a denominarse “migración internacional”. Si el límite que se atraviesa corresponde a algún tipo de demarcación debidamente reconocida dentro de un país (entre divisiones administrativas, entre área urbana y rural, etc.), la migración pasa denominarse “migración interna”».
Colombia siempre ha estado vinculado a las migraciones, tanto internas como externas, basta con salir al centro de Cartagena para encontrar indígenas de la Sierra Nevada, hablar un poco con los vendedores ambulantes y descubrir que son desplazados del conflicto o migrantes venezolanos. Según estudios del DANE para 2021 había 742.512 con nacionalidad venezolanos pre - registradas en el Registro Único de Migrantes Venezolanos (RUMV) «que determina y establece el número de personas que han iniciado el proceso de inscripción para completar cada una de las etapas definidas y formalizar regularización o permanencia en Colombia». Aunque esta cifra no es significativa al compararla con la población colombiana, no podemos dejar de lado a las personas que no fueron registradas por cualquier motivo.
Los migrantes no vienen solos, también traen a sus familias. De acuerdo con la encuesta Pulso de la migración, también del DANE, el 68% de los hogares migrantes tiene entre 1 a 3 niño, niña o adolescente (NNA), de estos, el 70.8% estudian. Esto quiere decir que los NNA están en constante socialización con los nacionales. Es interesante que al buscar sobre los niños migrantes la mayoría de titulares incluyan la palabra xenofobia. Lamentablemente, los colombianos desarrollamos un odio implícito al migrante venezolano y esto también lo reflejan nuestros niños, niñas y adolescentes en las escuelas.
En el diario La Opinión titularon «Xenofobia y acoso siguen siendo los desafíos para niños migrantes en Colegios de Cúcuta». Siempre he pensado que los niños reflejan sus entornos y nuestras sociedades. Un niño con tendencias bélicas, hay una probabilidad muy alta de que lo sea por lo que vive en su casa. Los comentarios xenófobos siempre tienen a alguien que los orqueste, si el receptor no comparte la visión, es poco probable que el tema siga. En los colegios, la mayoría de los NNA son de nacionalidad colombiana, esto les da cierto aire de superioridad y cómo en las aulas se han patrocinado las micro agresiones terminamos ante un escenario donde se ve al extranjero como el inferior.
El trato que reciben los niños migrantes venezolanos en las escuelas colombianas revela una fractura social que no sólo afecta su derecho a la educación y al bienestar, también afecta su rendimiento académico y puede generar crisis de identidad y de integración.
Me pregunto en qué momento se nos hizo paisaje mencionar a los venezolanos despectivamente, ellos son los culpables de cualquier problema que como sociedad colombiana estemos atravesando. En el discurso coloquial son «ladrones», «prostitutas» y «malagradecidos». Los niños nos están viendo y escuchando, todos estos comportamientos y actitudes las están replicando. Es importante recordar que para ellos no es fácil salir de sus hogares y dejarlo todo; como nosotros, ellos también están adaptándose a una nueva vida, un nuevo país que habla y usa palabras diferentes a las de ellos.
Es momento de ser empáticos, ver más allá de los rostros de «un venezolano más que viene a hacer daño» y rememorar las enseñanzas de Jesús, quien nos invitaba a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Solo cuando seamos conscientes de nuestra responsabilidad en la construcción de una sociedad inclusiva podremos empezar a eliminar la xenofobia de nuestras aulas y, con ella, contribuir a la Colombia equitativa que tanto demandamos.