Vamos caminando por la vida, de sol a luna y de luna a sol, bajo el ritmo que impone las tareas que llevamos a cuestas. Tanto, que sin darnos cuenta las convertimos en la naturaleza de nuestra existencia. La rutina de los días muchas veces termina por definirnos y, además, aburrirnos. Pero a veces, como un chasquido de los dedos que penetra los oídos, ocurren situaciones que nos muestran otras rutas y terminan por darle un vital respiro a nuestras vidas.
De eso se trata, en principio, la nueva película de Woody Allen, El Hombre Irracional. Es la historia de un reconocido profesor de filosofía que llega a una universidad a dar clases. Pero su vida está llena de desesperanza, convertida en un simple instinto para abrir los ojos. Hasta que un día ocurre un hecho que lo revitaliza, de esos que cambian el rumbo, poniéndolo en un nuevo camino vital.
Lo que ocurre antes y después de este hecho (que llamaré X) son situaciones que se suman a la narrativa de la historia, que entre otras cosas, dista del humor fino y sutil al que nos tiene acostumbrados este escritor y director.
Antes de X, lo que aparece en la película es el contexto de la vida que lleva este profesor (interpretado por Joaquin Phoenix) y su mundo cotidiano y sin sentido: entregado al alcohol, con problemas disfuncionales en lo sexual, e impartiendo unos contenidos sosos de filosofía que ni él mismo los cree. Luego de X, además de darle sentido a su vida, alejarse del alcohol, volver a tener sexo y cambiar su manera de dar clases, se genera una serie de situaciones que plantean una postura ética y moral interesante. El hecho X, para el profesor, parece ser éticamente correcto; mientras que para los demás, en este caso su estudiante y con el tiempo amante (Emma Stone), es una cuestión reprochable que está muy lejos de ser un acto bondadoso. Pero es este hecho es el que le da peso a la película. Es este argumento, ético y vital, el que le da valor a la boleta de entrada.
Woody Allen, con ese aire seudo intelectual que le ha dado a sus últimas películas, y con ese amor profundo por Dostoyevski, que también aparece en esta cinta, ha creado una buena obra que vale la pena ver no solo por la historia, sino por la posibilidad que brinda para pensar nuestra existencia, el camino por el cual la recorremos, y la ética que nos cobija, siempre ligada a nuestra demoledora humanidad.
A la humanidad irracional.
¡Muy recomendada!