Centro y periferia. La relación entre el “centro” y la “periferia” es uno de los ejes centrales para entender el desarrollo de la historia de Colombia. Las ciencias sociales se han ocupado de estudiar la dinámica de esas relaciones en diversas sociedades: el centro y la periferia pueden representar un espacio geográfico, un espacio político, un espacio económico. Para esta columna, basta con la intuición: un lugar en dónde el Estado bombardea un campamento con niños, y nadie se entera sino hasta dos meses después, es la periferia mientras que el espacio que va desde el centro de la plaza de Bolívar hasta el centro financiero de la calle 72 es el centro geográfico, político y económico del país. Entiendo que tesis doctoral de Claudia López estudia este tema a profundidad.
Víctor Renán Barco. Vale la pena leer el ensayo Colombia ¿Otros cien años de Soledad? de James Robinson, disponible aquí. Robinson sugiere que la idea del centro y periferia se puede colapsar en un solo individuo, así: “Víctor Renán Barco formó parte de lo que se denominó “la coalición” que gobernó el departamento de Caldas en los últimos 30 años, hasta su retiro de la política en 2009, un poco antes de su muerte. En Bogotá, Barco era visto con la revista The Economist bajo su brazo. Además tenía una columna en el periódico de negocios llamado Portafolio. Era conocido como la “Némesis del Ministro de Hacienda” por su indeclinable defensa de una política macroeconómica fiscal prudente. Pero volviendo a Caldas, en su base la ciudad de La Dorada, Barco tenía la reputación de dirigir una de las más severas e intransigentes maquinarias clientelistas de compra de votos del país, una maquinaria que no toleraría ninguna crítica ni oposición. El destino de quienes investigaban esta maquinaria, tal como sucedió con el periodista de La Patria, Orlando Sierra era típicamente un balazo en la cabeza.” Distinguidos señores de corbata en los corrillos del poder que se visten de criminales en las “regiones”. Ustedes saben quiénes son.
Claudia López, Daniel Quintero, William Dau. La hipótesis de la columna de hace unas semanas era que las elecciones locales eran señal positiva para el país. Hay que profundizar el análisis. Algo de tinta ha corrido sobre las razones e implicaciones de los triunfos de López y Quintero. Es relativamente sencillo, ambos llevan años en la vida pública y en campañas, pero menos se ha hablado de Dau. A mi juicio es más interesante. Cartagena es la síntesis de nuestras contradicciones: tiene toda la riqueza económica posible pero concentrada en un espacio -geográfico y social- ínfimo, tiene inmensa historia cultural pero racismo persistente, tiene desprecio constante por la clase política pero incapacidad total de reemplazarla. Cartagena es, al mismo tiempo, centro y periferia: todas las élites -económicas, política, sociales- disfrazadas de cachacos en el Caribe van cada cierto tiempo a la ciudad amurallada. Van hasta las decadentes monarquías que todavía quedan, encerradas a verse las caras mientras a unos pasos está la más profunda periferia de este país, empezando por el barrio Nelson Mandela. William Dau cabalgó ágilmente sobre estas contradicciones dolorosas. No sería el primero.
Campo Elías Terán. Hace unos años conocí al fallecido Campo Elías Terán. Dirigía un programa de radio y era un placer verlo: con su micrófono desde la madrugada hablaba con ciudadanos de todos los rincones de la ciudad, especialmente los más olvidados, de todos los temas posibles. Lo adoraban. Figura clave en el mundo deportivo, en realidad era un gran referente social de la ciudad. Un día, después del programa, me dijo: “Quiero ser alcalde”. Vendría el desastre. Hizo lo más fácil, ganar que era obvio en su caso. Solo había que estar unos minutos escuchando su programa para saber que la adoración de los cartageneros era genuina. Y qué carisma el de Terán. Cartagena, a diferencia de Barranquilla que está totalmente cerrada en “Charlandia” descrita en análisis bien claros del profesor Jairo Parada, ha sido ciudad rebelde cada elección. Elige lo que se da la gana. Ha salido muy mal: los alcaldes no acaban su período, inmersos en grandes corrupciones y la ciudad estancada viendo cómo transita la riqueza que se devuelve para Mónaco y no quedan sino unos pesos. Campo Elías moriría enfermo y agobiado, manchando su legado en el periodismo por un paso desastroso por la política. No estaba preparado.
William Dau. Dau es un fenómeno político. Las redes dejan ver resquicios de la personalidad y de las historias que jamás imaginábamos posible. A diferencia de políticos profesionales que cuidan cada paso y cada palabra, Dau ha sido un “activista”. En su perfil aún activo de la red social profesional Linkedin, quedan detalles: dice que era Vicepresidente de GSO Capital Partners desde enero de 2015 y antes de eso era abogado de Cleary Gottlieb y del Blackstone Group. Más interesante, queda por ahí, una recomendación que Dau puso en 2008 para un señor Daniel Chor, en perfecto inglés: “I worked with Dan at Cleary; Dan is smart, takes initiative, is not afraid to make decisions, is willing to put in long hours at the office when required, quickly develops new skills, and is an excellent team member…” El futuro alcalde de Cartagena estaba hace unos años trabajando en Nueva York y haciendo recomendaciones en Linkedin. ¿De dónde salió esta historia tan inusual?
Let’s Save Cartagena. En las primeras entrevistas que le oí a Dau no le paré muchas bolas. Parecía que la ciudad estaba resignada a un triunfo de las desastrosas maquinarias políticas – funcionales desde siempre al santismo y al uribismo- de un señor García y una señora Wong. Los “alternativos” incapaces de construir una “alternativa”, es decir un fracaso por definición. Sin embargo, algo me llamaba la atención: el acento de Dau. Hablaba español como hablan los inmigrantes latinos en Estados Unidos con quienes he compartido mucho tiempo. Las razones, ahora entiendo, son obvias: Dau ha pasado más tiempo en Estados Unidos que en Colombia durante este siglo. Trabajando, además, con mucho éxito según él cuenta. Su triunfo puede empezar a trazarse en una página de Facebook: Let’s Save Cartagena, en inglés. Sospecho que para Dau es más fácil escribir en inglés, por lo menos para el momento en el que creó la página: Diciembre 30 de 2016. Lo imagino en un invierno tenaz en Estados Unidos, nostálgico de su tierra y sus raíces, dando, otra vez, la pelea, creando una página de Facebook. Suena increíble pero así es: la alcaldía de Dau empezó la noche de un 30 de diciembre en algún lugar de Estados Unidos con sede virtual en Facebook.
Los malandrines. Dau dibuja nubecitas en un cuaderno Staples (que se consigue en Estados Unidos, claro) y manda mensajes. Esa es su estrategia, no mucho más. El último del viernes 15 de noviembre es este: “Concurso de memes García Tirado- Los 3 mejores memes una cena con el Tractor- Salvemos a Cartagena”. El Tractor es como Dau se refiere a sí mismo. Ya firma el Salvemos a Cartagena en español. García Tirado es el “malandrín” al que Dau barrió en la elección. Dau se gastó, a lo sumo, algunas decenas de millones de pesos, García Tirado algunos miles de millones de pesos. Mientras uno compraba lapiceros para pintar nubecitas el otro, dicen, negociaba puestos y contratos. Dau no ganó por su programa que es lamentable, son tres páginas sin ninguna visión ni propuesta. El programa, en su eje principal, la lucha contra la corrupción dice esto: «Realizar una auditoría forense para detectar y documentar las irregularidades/delitos cometidos por los corruptos malandrines. Una vez recopiladas las pruebas, vender los derechos de reclamo a fondos buitres, para que sean estos fondos quienes se encarguen de quitarles el dinero a los corruptos y enviarlos a la cárcel». Triste pero cierto. Dau, sin embargo, no vende ilusiones: hizo su programa en un solo día. El concepto principal del análisis político de Dau es el de “malandrines” y es sencillo: agrupa ahí a la clase política tradicional que se ha robado la ciudad. Aunque su programa es un desastre, su diagnóstico es acertado. El problema de Cartagena no se empieza a resolver con detalles de tecnocracia, la ciudad está estudiada y sobrediagnosticada, el problema se empieza a resolver cambiando la política. Y eso hizo él en la campaña. Inmenso primer paso.
#SosCartagenaLaW. La entrevista que da Dau a Julito en la W, el día después de ganar, es de antología. Es el encuentro de una voz desde la periferia y Julito que, ocupando uno de los grandes poderes en el centro, huele una buena historia y le da cuerda. Dau narra cómo gana la alcaldía -dirigiendo la indignación ciudadana desde su página de Facebook-, luego un señor entra desde la China y resulta que le dio una plata -poquita- y ánimos a Dau que le agradece y le dice que está muy contento de conocerlo “en persona”. Termina Dau diciendo, Julito no me cuelgue, con un pedido increíble: que si por favor los empresarios que lo estén escuchando lo ayudan con una plata. Hasta Julito, que todo lo ha oído, se sorprende: “Alcalde, ¿y una plata para qué?”. Dau le explica que para imprimir cosas, para contratar una secretaría, conseguir un escritorio. Doloroso: aunque encarna la mayor revolución política de este país, derrotar a las maquinarias más corruptas desde una sala de una casa con Facebook, Dau no tiene con qué armar la logística de un empalme y, más grave aún, no dimensiona que el menor problema que tiene es imprimir papeles y conseguir un escritorio. Resulta que, en unas semanas, va a tener muchos escritorios y muchas impresoras, pero también otro problema más grande: gobernar a Cartagena. Su insumo, para empezar el plan de desarrollo, es un programa de gobierno de tres páginas. Y otro más grande: la solidaridad y la confianza de miles de cartageneros, rebeldes y libres, que lo eligieron, como ya habían elegido a Campo Elías y a Manolo Duque.
Dau aterriza, ¿o no? Julito empieza a operar la máquina y le llega la “ayuda” a Dau. Los gremios, las universidades, los empresarios, los ciudadanos todos ahí listos para contestarle a Julito que tiene la mayor capacidad de convocatoria del país. Dau sabía lo que hacía al cierre de la entrevista. Es audaz, aunque el se dice ingenuo. No hay contradicción ahí, audaz e ingenuo. Julito se exagera: en otra entrevista de antología, un señor le dice que ha trabajado con muchos gobiernos haciendo proyectos y cosas y le dice que llama por que quiere ayudar ahora a Dau. Julito, sin preguntar mucho, le dice: “Listo, ya le doy el celular del alcalde, ayúdelo”. No se da cuenta, precisamente, que Dau no quiere, no puede, no debe volver a hacer lo mismo que ya han hecho todas las otras veces. Oigan la entrevista acá. Dau enfrenta el reto de decidir a quién y cómo contesta la cantidad de mensajes que debe recibir en su celular. Ahí su liderazgo está prueba: entender los incentivos de los que se acercan y priorizar. Ha designado una gerente para la ciudad, reconoce que él no sabe gobernar, y que no importa porque el se va a dedicar a las “grandes cosas”. Me da la impresión que va aterrizando, poco a poco. O, al menos, eso quiero creer.
Auténtico. Dau sigue fiel a sí mismo. Para encontrarse con Aníbal Gaviria escogió salir con camisa de Bernie Sanders -socialista-, para ir dónde Yamid Amat escogió un corbatín y ha bailado y cantado en las fiestas populares de la ciudad. Sigue dibujando nubecitas en su página de Facebook y su obsesión es su rival, William García Tirado. Sabe que necesita apoyo desde el centro, no confía en la prensa local, y no pierde ocasión de pedir ayuda a los grandes medios. No revela un plan ni una visión de la ciudad y sigue diciendo cifras sin sustento – que en Cartagena se roban el 70% del presupuesto (yo creo que debe ser más) y que Cartagena es la ciudad más pobre después de Quibdó-. Y, ahí, en su autenticidad, encuentro la esperanza, el lenguaje de un idealista corajudo, que coquetea con la locura, pero no tenía de otra para hacer lo que hizo, y que si halla un camino para traducir su intuición en un proyecto concreto de ciudad, va a cumplir lo que prometió: romper las cadenas de Cartagena. Son pesadas, llevan siglos ahorcando a los más pobres de esa ciudad. Mucha suerte, Alcalde Dau.
@afajardoa