A diferencia de la novela del británico Graham Greene, Nuestro hombre en La Habana, que trata un tema policial ambientado en la isla de Cuba de fines de los años cincuenta, en plena Guerra Fría, el título de esta nota busca destacar el trabajo responsable, silencioso y con resultados para la región y el país que ha hecho el actual personero del municipio de Necoclí, el abogado bagreño Wilfredo Francisco Menco Zapata, quien de la mano de las demás entidades oficiales de todos los rangos, ha sabido capotear el más grande reto que ha tenido en los últimos años este balneario, uno de los más bellos lugares que tiene Antioquia a orillas del mar Caribe.
Para entender la manera como se produjo este hecho que puso en vilo por largos meses el delicado equilibrio económico, político y social de esta población, ubicada en el pico que forma el mapa antioqueño y que bordea el golfo de Urabá, casi en la mitad del recorrido de la vía que une al distrito de Turbo con Arboletes, es necesario darle marcha atrás a las hojas del calendario hasta llegar al domingo 14 de noviembre de 1976, cuando la señora Miriam Estela Zapata Zuleta fue atendida en la casa de una partera, momento en que comenzó a sentir las primeras alarmas para el nacimiento de quien hoy ocupa el cargo en referencia.
Su padre, Wilfrido Menco Rodríguez, se dedicaba, como la mayoría en aquella región, a las tareas de la minería artesanal; es decir, ataviado por la ropa que aconseja el clima y dotado con el elemento esencial y básico que hace posible rescatar los granos de oro de los ríos, heredada de los indígenas: la batea. Con el correr de los años se hizo a las pequeñas dragas movidas por la fuerza de motores de 5 y 8 caballos que retaban las agitadas y profundas aguas del río Tigüí, por los lados de los chorros de Basilio y el Pandero. Aquí va el rollo.
Luego de haber pasado aquellos años tranquilos que van de la edad de cero a los seis años, de los que nadie hasta el momento ha podido rescatar uno solo de los recuerdos de esa vida en la que nada nos importa porque todo lo encontramos resuelto por nuestros padres, el pequeño Wilfredo hizo sus estudios de primaria en la escuela pública del barrio Las Delicias, lo cual le permitió acceder a un cupo en el colegio Idem de El Bagre, y fue allí cuando el destino se le anticipó cuando sus compañeros le creyeron el cuento y lo eligieron como su personero estudiantil, una figura jurídica que acababa de ingresar a nuestro ordenamiento normativo.
Y claro, con semejante respaldo y ante las falencias materiales que en aquel entonces padecía, y que todavía padece nuestra amada institución, el recién elegido tomó las banderas de los reclamos y lideró un cese de actividades que duró algo más de 15 días, cuyo pliego de peticiones podría resumirse en el aumento de la planta de profesores, la cancelación de los salarios pendientes, mejorar los equipos y el mobiliario que ya estaba a punto de ser trasladado a la bodega de los chécheres inservibles y, como ya se veía venir el calentamiento global, pedían instalar nuevos y mejores ventiladores en los salones de clases, porque ante semejante calor como el que hace por esas tierras, este punto sonaba más que justo porque se convertía en algo así como el ancla para llamar la curiosidad de la administración municipal, que en aquel entonces lideraba un alcalde que de lo popular que era le decíamos El Pachá, pero que en realidad se llamaba Gustavo Armando Palacio.
Eran tan evidentes y justos los reclamos de los estudiantes que a los mismos se unieron los docentes y la misma comunidad que en un desfile callejero, animado por toda clase de instrumentos musicales, timbales, tambores, chirimías y toda clase de vainas, para que una vez concluida la marcha, se procediera a levantar el acta respectiva y organizar sin pérdida de tiempo una comisión para trasladar las quejas a los altares de la democracia regional que tiene asiento en la ciudad de Medellín, más exactamente en el Centro Administrativo Departamental La Alpujarra. Estaba en la rectoría la licenciada Clara Moore y al frente del Nocturno Jairo Ibargüen, ¡alma bendita!, quienes fueron recibidos en el despacho de la Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia, cuando era titular de la Gobernación el conservador Juan Gómez Martínez, que dicho sea de paso, era el primero en ocupar esa alta dignidad por elección popular.
Los resultados concretos de aquellas diligencias se pudieron ver con el correr del tiempo. Lo que sí se puede decir es que ese episodio se constituyó en algo así como en el primer eslabón de una cadena de luchas y reivindicaciones sociales que le ha tocado liderar a esta figura a la que todavía le falta mucho camino por recorrer, como todavía lo reconoce, a pesar de tener colgado en la pared de su casa en Necoclí, el respectivo diploma que le concedió –en palabras concretas, que se ganó con esfuerzo y estudios– la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Por ello fue que dijo: "Allí fue cuando me nació la pasión por el derecho".
Sin embargo, esta disciplina académica tendría que esperar un poco en el tiempo, ya que en 1996, becado por la Alcaldía de El Bagre, comenzó los estudios de una Licenciatura en Educación y luego hizo una mezcla audaz con la política por medio de su aspiración a una curul al Concejo cuando se avanzaba en la elección de un nuevo alcalde para esa población, en cuya recta final aparecía el nombre del malogrado César Tulio Bonilla, quien sería asesinado y truncaría el destino de muchos jóvenes políticos de aquella época. Cuatro años más tarde, es decir, en plena inauguración del nuevo siglo, año 2000, tomó la decisión de apoyar la candidatura a la alcaldía de Víctor Sajonero, quien tenía como rival al ingeniero Héctor Darío Velasco, quien ya había sido alcalde, cuyos resultados fueron de nuevo lamentables al no lograr su curul. De suerte que su paso por la política se resume en haber aspirado sendas veces al Concejo y en una de ellas la suerte no le sonrió porque le faltaron dos votos, pero todavía cuenta con entusiasmo la vez que se sumó a la campaña del médico Fabián Palacio. Con esto quiero decir, manifiesta Menco Zapata, que hice un largo recorrido por los procesos políticos en mi tierra natal, a la que también le presté mis servicios como docente en las veredas Muquí, El Perico y La Corona, en el transcurso de los años 1996 a 1999.
Fue cuando se le abrieron otras puertas. O, mejor, le ayudaron a tocar otras puertas lejos de su tierra y fue cuando llegó por primera vez a Necoclí gracias al apoyo brindado por la esposa del educador Fermín Mena, que le pavimentó el camino para llegar a la nómina de docentes de la Gobernación de Antioquia en una plaza en el corregimiento de Zapata. En 2008 decide matricularse en la carrera de Derecho en la regional de Turbo de la Universidad de Antioquia y se recibió de abogado, como ya se dijo, en 2013 y luego fue elegido delegado de Adida en 2 periodos, retomó el hilo de la política, renunció al magisterio en 2017 y se dedicó a ejercer su profesión combinada con el activismo a través del apoyo al actual alcalde. Es entonces que evoca las caminadas que hacía en El Bagre para convencer a los tercos electores de que su movimiento, Convergencia Liberal, tenía las mejores opciones y la vez cuando era el vocero de la campaña de Manuel Tovar Ruiz en su paso fugaz por la Asamblea Departamental. Al detenerse en este renglón, Wilfredo no duda en señalar que la corta vida en ese cuerpo colegiado de una persona de las capacidades del señor Tovar Ruiz, recae en la poca atención que le prestó a las nuevas realidades de la comunidad, siendo el eje principal de ese proyecto político la Cooperativa Multiactiva del Agro, que llegó a aglutinar un importante sector de esa región, pero al final fue “vísperas de todo y días de nada”.
En esos tiempos, junto con sus compañeros de entonces, se declaraban como unos idealistas que soñaban con darle a El Bagre un proyecto de universidad pública y otros de similar alcance, porque eran épocas en que la política todavía no estaba tan contaminada como ahora cuando los que llegan solo los atrae el afán de llenarse los bolsillos y se olvidan del ciudadano del común cuando el político alcanza el objetivo. Semejante declaración me abrió las puertas para preguntarle por el panorama actual de su tierra, El Bagre, y no esperó la pregunta completa para decir que cuando el ejecutivo, en otras palabras, el alcalde, no delega algunas funciones y se apersona de todo, es porque está rodeado de inútiles, ya que todo no lo puede resolver el alcalde por sí y para sí. Habla de establecer un nuevo consenso político que sea capaz de recoger la multitud de reclamos que a lo largo de estos años han crecido y la parece grave que todavía persista, en tiempos electorales, las campañas sucias y la aparición de personajes oscuros, ajenos al pueblo y que actúan en el completo anonimato para luego alzarse con los dineros de la comunidad.
La llamada minería ilegal es uno de los puntos pendientes que tienen los actuales líderes para desarrollar y por eso cree que no está lejano el día en que pueda regresar a su tierra para ayudar a mover las ideas, pese a que allá hay muchas cosas que parecen difíciles, solo que falta la voluntad política de quienes pueden hacerlo. La actual crisis migratoria que se vivió en Necoclí, que por fortuna ha bajado en su número, le ha permitido tener una nueva visión de los anhelos que tienen las personas porque no es fácil abandonar la patria para buscar nuevos horizontes.- Muchos han creído que los que toman la decisión de transitar por las selvas, el río y el mar, lo hacen como si fueran turistas, subraya el personero. Por el contrario, hay que conocer a fondo cada uno de los que se aventuran a semejante odisea para darles la mano.
Con Mateo, de 13 años de edad, Sebastián de 12, Samuel de 1 y con su esposa Nordelina Altamiranda Castellanos, nuestro hombre en Necoclí todavía sueña con un futuro mejor para El Bagre.