Un día, cuando era niño, Walter Mercado vio un pájaro muerto entre un rosedal. Lo tomó en sus manos, sopló y el ave abrió sus alas y voló. Una vecina que presenció el hecho gritó “ese niño está ungido por Dios¡” y desde entonces se hacían filas en su casa de gente buscando ser curadas por ese niño mágico.
En Ponce, Puerto Rico, la ciudad donde nació, nadie se parecía a Walter Mercado. Su mamá lo apoyaba en lo que en esa época, finales de los años treinta, era considerado una excentricidad injustificable: ser amanerado, querer ser bailarín, no preocuparse por las cosas que se ocupaban los hombres en la isla, la mecánica, acaparar mujeres, dejar hijos regados por el mundo.
En los sesenta, ya con treinta años encima, empezó a participar en telenovelas en Puerto Rico. Era un actor desbordado, andrógino y cautivador. Esa misma gracia fue lo que lo convirtió en el astrólogo más famoso del mundo desde que tuvo, en 1970, un segmento donde leía el tarot en El show de las 12, el programa más visto de Borinquen.
Pero su fama se desataría desde que tuvo su propio programa en Telemundo. Nadie era como él. Las capas espectaculares, los ojos penetrantes, su movimiento de manos hipnotizaron a millones de latinoamericanos. La palabra de Walter Mercado y sus consejos, sus vaticiones, ese sincretismo que aglutinaba a las religiones más populares de la tierra era efectiva. Y Bill Bakula lo sabía.
Bakula potenció a Walter Mercado y lo convirtió en un ícono pop, un orgullo para una comunidad gay que lo hizo su ídolo. Sin embargo se lucró sin piedad de Walter. En 1995 le hizo firmar un contrato que el astrólogo, confiado, ni siquiera leyó. En él le cedía todos sus derechos, incluso el de la utilización de su nombre, a Bakula. Decían que Walter estaba perdidamente enamorado de él y por eso confiaba con los ojos cerrados.
La pelea arrancó en 1997, justo cuando Bakula hacía millones de dólares con las llamadas que promocionaban la lectura de cartas astrales a más de un incauto. Ninguno de los supuestos astrólogos existían. Eran cualquier persona sin experiencia que tomaba el teléfono y decía cualquier pamplinada. Y las cuentas eran carísimas y las pagaban gente que se la pasaba perdiendo en sus vidas.
El juicio destruyó a Walter. No sólo le fue prohibida usar su imagen y recibir regalías sino que estuvo a punto de obligarlo a pagar 17 millones de dólares que era lo que le pedía Bakula. Fue tal el estrés que dos días después de terminar el juicio Walter Mercado sufrió un infarto y estuvo al borde de la muerte.
Desde entonces Walter no fue el mismo. Se refugió en su casa acompañado de Willie Acosta, su infatigable compañero y de sus tres sobrinas. Mientras que la gente lo extrañaba se conjeturaban mil razones por las que no salía en televisión. Decían que, como Greta Garbo, Mercado había desaparecido porque no querían que lo vieran envejecer. Mentiras, no podía era salir en televisión.
Veintidos años encerrado en su casa en Ponce y su único consuelo era la astrología. Sin embargo la gente no lo olvidó Nuevas estrellas como Lin Manuel Miranda hicieron que las nuevas generaciones conocieran su legado. Dos meses antes de morir el museo de Miami abrió una sala para él. En silla de ruedas, con la espalda rota y una ciática que lo doblaba de dolor, se presentó ante un público que lo amó y lo convirtió no sólo en un ícono pop sino en una inspiración para los LGBTI.
Murió a los 87 años después de unos años oscuros y tristes refugiado en su casa de Ponce. El documental de Netflix, Amor mucho amor, lo resucito en toda su dimensión de astrólogo y gran lector del Tarot, icóno de los LGTB en el mundo hispano, especialmente en Miami.