El martes, mientras el país aún se reponía de las náuseas que había provocado el estreno de Diomedes, pudimos ver por fin el proyecto televisivo más ambicioso de Teleset. Adaptar la que es considerada la mejor serie en la historia de la televisión norteamericana, ganadora de quince premios Emmy, calificada por el exigente portal Metacritic con un puntaje de 99 sobre 100 y convertida en todo un lugar de culto para sus seguidores, era todo un reto para Andi Baiz y su equipo de trabajo.
La lluvia de críticas empezó a llegar desde finales del 2013 cuando se vieron los primeros avances. Lo primero que les molestó a los fans latinoamericanos fue el cambio en el nombre de los personajes. No podían entender que Skyler White se hubiera convertido en Cielo Blanco y que Jesse Pinkman se nos volviera en la traducción José Miguel Rosas. A pesar de que ya desde la emisión del tráiler se evidenciaba la calidad de la producción colombiana, los detractores de la adaptación se fijaron en minucias como el ridículo peluquín de Diego Trujillo y en la ya probada incapacidad actoral de Cony Camelo.
Desde el estreno de Breaking Bad en el 2008, diversas compañías televisivas alrededor del mundo se le acercaron a Vince Gilligan ofreciendo toneladas de miles de dólares para que el creador de la bestia aprobara una adaptación internacional. Sin embargo, fue el propio productor y guionista el que le encargó a Sony Pictures Television que buscara a la mejor compañía para hacer la adaptación latina de la serie y es así como llegaron a Teleset. Qué podemos hacer, mientras nuestro cine da lástima, la televisión colombiana, en cuanto a producción, está a la vanguardia en el continente.
Cada capítulo, escrito a cuatro manos por Andrés Burgos y Lina Arboleda, fue supervisado, tal y como lo estipulaba el contrato, por el minucioso y perfeccionista Gilligan. La idea era trasladar, casi que plano a plano, Breaking Bad al contexto latino. Los guionistas nuestros, por más brillantes que fueran, tendrían poco margen para la maniobrabilidad y la improvisación. Era como sucedía a principios de la década del 30 cuando en el cine no existían los subtítulos o el doblaje y Hollywood se veía obligado a contratar una segunda unidad hispanoparlante y hacían por ejemplo Drácula al calco, lo único que cambiaba era que en vez de Bela Lugosi, el conde transilvano era encarnado por un desconocido actor mexicano.
Sería desproporcionado e injusto con Diego Trujillo compararlo con Bryan Cranston. Sin embargo, después de haber visto anoche el primer episodio, podemos aseverar que fue la mejor opción para encarnar a Walter Blanco. La capacidad actoral de Trujillo es indiscutible y él tiene la fuerza necesaria para el vertiginoso descenso a los infiernos que sufrirá su personaje. A medida que la serie vaya avanzando los colombianos olvidarán ese horrible peluquín que afortunadamente lo perderá pronto, por culpa de la quimioterapia, y verán a los ojos a Heisenberg, el rey de la metanfetamina.
Julián Arango, haciendo las veces de Hank, se comportó como un hombre duro y gracioso a la vez. Es el contrapeso perfecto para Trujillo. El otro personaje que resultó una sorpresa fue el de José Miguel Rosas. En nuestro medio Roberto Urbina es casi un desconocido, pero son contados los actores colombianos que han tenido la oportunidad de aparecer en un seriado gringo. Urbina participó en varios capítulos de Grey’s Anatomy y en Metástasis está contenido, sin exagerar demasiado ni intentar emular el papel que consagró a Aaron Paul.
La parte débil del casting son las mujeres. Sandra Reyes y sobre todo Cony Camelo, están despojadas de cualquier tipo de ánima vital que las saque de la simple caricaturización y la intrascendencia. Cuando ellas dos se encuentran, el ritmo de la serie cae y si no has tenido tiempo de ir a la cocina, este, querido lector, es el momento indicado.
Si no quedaron enganchados ayer denle un par de capítulos más. El de esta noche y el de mañana les pondrán los pelos de punta y comprobarán que es más fácil matar que deshacerse de un cadáver. Claro, ni Burgos ni Arboleda tienen la culpa de que esos libretos les salgan perfectos, la culpa es de Gilligan, el padre de Heisenberg, pero nuestros guionistas lo podrían haber echado a perder y eso no es un mérito menor.
Mientras Colombia se diomediza, un grupo pequeño, cada vez más acosado y maltratado por la dictadura del rating, se acercarán por primera vez a una obra de arte solo comparable al Padrino o Goodfellas. Véanla completa y me darán la razón.