El principal derecho de todo ser humano es el respeto a su vida y el rechazo y condena de todo aquel que atente contra ese derecho fundamental.
El 24 de octubre es la fecha declarada por la ONU como Día de las Naciones Unidas, consagrada a hacer conocer a los pueblos del mundo las finalidades y las realizaciones de la Organización de las Naciones Unidas y a lograr que se apoyen sus principios.
La Declaración de los Derechos Humanos fue proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 en su Resolución 217 A (III), como ideal común para todos los pueblos y naciones. La declaración establece, por primera vez, los derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero.
Uno de los derechos humanos allí proclamados está en el artículo 19 señalando que: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”
Precisamente esta semana, un grupo delincuencial llamado el Clan del Golfo, dirigido por la ideología siniestra de quienes crearon las autodefensas, ha lanzado un panfleto que contiene dos delitos. Uno, el señalar a varios compatriotas como merecedores de ser asesinados por su condición de ser izquierdistas y el otro, al que dolorosamente le hacen delictivo eco un número importante de colombianos, disfrazando tan grave fechoría con la falsa careta de ser seguidores del ideario de Jorge Eliécer Gaitán. Es un delito.
Ser gaitanista es ser de izquierda, es ser revolucionario, es ser antiimperialista, es ser antioligarca, es ser partidario de la democracia directa o ciudadana, que habrá de reemplazar a la actual democracia representativa donde el ciudadano, mediante el voto cada cuatro años, delega el manejo y ejecución de sus derechos políticos, económicos y sociales en unos pocos individuos que manipulan al país a su antojo, dándose el lujo de no atender ni escuchar a los ciudadanos que son sus electores.
Es escandaloso que las autoridades, incluyendo al presidente y a los medios de comunicación, no hayan elevado sus voces airadas ante tan criminal panfleto del Clan del Golfo y que estos últimos, los comunicadores, se hayan limitado a informar del panfleto sin hacer comentario alguno que despierte la indignación en la consciencia pública.
Pero también es un delito, oígase bien, que quienes protestan por las redes sociales ante el ominoso panfleto se hagan eco y por lo tanto cómplices de los delincuentes al difundir el sobrenombre que encubre su verdadero nombre original: Clan del Golfo. ¿Por qué no lo tachan en los comunicados?, ¿por qué no silencian esa infamia? Así, esos supuestos izquierdistas —inconscientes o encubridores— repiten un apelativo sagrado asociándolo al más abominable crimen, que es el asesinato de quienes piensan diferente. Así, esos blogueros y wasaperos le juegan una pérfida traición a ese pueblo que, bajo una dura lucha y al precio de muchas de sus vidas, estuvieron a punto de derrotar a la oligarquía, llevando muy cerca del poder al más grande movimiento de masas con que haya contado Colombia.
Son coadyuvantes de esa política de memoricidio al gaitanismo que ahora quieren sepultar al asociarlo a la más indignante de las ideologías criminales que Colombia padece desde el surgimiento de las AUC y demás grupos delincuenciales, cuyos promotores y actores deben ser castigados ejemplarmente, no sólo por la justicia, sino también por la opinión pública.
Permitir, ante la impasibilidad de los que se dicen estar en la oposición, que las fuerzas reaccionarias enloden el legado del gaitanismo es ser cómplices del mismo delito de los paramilitares. No he visto una sola nota de protesta o indignación. Se ultraja nuestro nombre ante la impasibilidad de la izquierda y de la opinión pública.