Cinematografía en Colombia, tras las huellas de una industria (2ª Edición remasterizada), Gonzalo Castellanos
Un poco atrás, antes de que la cinematografía adquiriera interés en la agenda socioeconómica del país, podríamos recordar la risotada de funcionarios de la Hacienda Pública y de muchos economistas cuando se propuso trasladar algo del presupuesto de la defensa y las carreteras para incentivar a quienes invirtieran en cine colombiano y devolverle a esta industria cultural al menos parte de los impuestos que pagaba (hasta 1992 cada boleta llegó a pagar 42 % de gravámenes).
En 1998 se creó el Fondo Mixto de Promoción Cinematográfica (hoy Proimágenes), una mesa de discusión público-privada, en la que incluso participaran históricos antagonistas en búsqueda de discernir cómo podría construirse un modelo de desarrollo de la cinematografía.
En ese espacio se concertó la Ley de Cine (2003) y el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC), fuente de estímulos económicos para escritura, producción, distribución, participación internacional, exhibición y conservación audiovisual. Igualmente, se activó la deducción tributaria del 165 % para personas y empresas que aporten recursos en dinero a películas nacionales; mecanismos de trascendencia que han irrigado hacia el cine colombiano una cifra superior a $ 700.000 millones entre 2004 y 2022, lo que opera en armonía con facilidades aduaneras para el ingreso y la salida de materiales y equipos, otros incentivos fiscales a la infraestructura, a las empresas, a los premios obtenidos por creadores, o el apoyo de entidades estatales para uso del espacio público y bienes estatales a su cargo en filmaciones.
El balance, tanto si se aprecia lo sucedido con la industria como si se amplía su foco al desarrollo económico y social alcanzado, comprueba la eficacia de estos instrumentos: entre 2004 y 2022 se estrenaron 485 largometrajes colombianos en salas (57 de ellos en 2022); en el mismo periodo fueron 564 cortometrajes colombianos nuevos; filmes colombianos ganaron premios internacionales de relevancia; en 2003 había en el país alguna academia de cine universitaria, hoy son decenas de academias de audiovisuales; se multiplicaron por cuatro las pantallas entre 2003 y 2022 y el audiovisual sigue siendo uno de los rubros de mayor generación de empleos o aportes al PIB dentro de los sectores artísticos y de industrias creativas.
Ante el logro de los mecanismos precedentes, en 2012 se expidió la Ley de Filmaciones con la creación del Fondo Fílmico Colombia (FFC), mediante la cual en esencia las producciones locales y extranjeras (cine, series, realities, videoclips) que contraten servicios artísticos, técnicos o logísticos exclusivamente colombianos, pueden obtener un reintegro en efectivo hasta del 40 % del monto gastado en el país.
Este Fondo, ha permitido, en una década, la recepción de inversiones en trabajos de producción cercana a los $ 267.000 millones (2013 – 2022) con más de 40 proyectos que han utilizado este mecanismo.
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El Fondo Fílmico Colombia ha permitido, en una década, inversiones en trabajos de producción por $267.000 millones en más de 40 proyectos
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Un paso siguiente se dio con un nuevo incentivo tributario para obras audiovisuales exclusivamente extranjeras que contraten servicios 100 % nacionales, previsto incluso en el Plan Nacional de Desarrollo (Ley 1955 de 2018); instrumento de incentivo económico consistente en la expedición de títulos tributarios transables en el mercado de valores y representativos de un 35 % del valor de la inversión en Colombia, lo que ha significado la aprobación de 58 proyectos de cine y multiplataformas por un monto de recursos invertidos acá cercano a 1,8 billones de pesos entre 2020 y 2022. Así se rodará próximamente la serie basada en Cien años de soledad; baste recordar que, pese a la exuberancia de paisajes y locaciones, en Colombia, apenas si se filmó en toda su historia poco menos de una decena de películas de nacionalidad foránea, con casos recordados como Queimada, de Gillo Pontecorvo, con la actuación de Marlon Brando y del colombiano Evaristo Márquez; Crónica de una muerte anunciada, o El amor en los tiempos del cólera.
Quizás ese logro y otros que sirven de telón de fondo den sustento para que el caso colombiano en materia cinematográfica se vislumbre en foros internacionales como modelo de creación de una industria no tradicional y para que esté entre las cuatro mayores industrias creativas en este campo en América Latina.
Falta mucho para que Colombia opte por una economía basada en la cultura y asigne a ella cuanto esta requiere para ser un verdadero canal que contribuya resueltamente al cierre de brechas sociales inmensas, a la paz, a la justicia social, a través de campos audiovisuales, editoriales, musicales, literarios. Pero la riqueza, la diversidad, el talento, la vida la producción cultural son poderosos en este territorio que ha debido convivir con cicatrices de corrupción, violencia o exclusión social en lo que corre de su vida republicana.
A decir verdad, en abril de 1897, la magia del movimiento proyectado en un vitascopio para el público había ocurrido en el puerto de Colón, antes de la separación de Panamá. Son 126 años de historia audiovisual hasta acá.
*Apartes del libro Cinematografía en Colombia, tras las huellas de una industria (2ª Edición remasterizada), que se presentará el 23 de abril a la 1 p. m. en la Feria del Libro con la directora Laura Mora, ganadora en San Sebastián por la película Los Reyes del Mundo; Claudia Triana, directora de Proimágenes; y Gonzalo Castellanos V., el autor.