Sí, porque la semana en la que se anunció el cese bilateral del fuego entre el gobierno y las Farc, este 23 de junio, ya el grupo insurgente llevaba cinco meses cumpliendo el cese unilateral. A esta altura, tras ocho meses, es la primera vez en 50 años que este grupo armado acalla sus fusiles por un periodo así de extenso.
Sí, porque gracias al desescalamiento armado entre el ejército y las Farc se evitaron a junio de 2016 las muertes de 1.500 a 2000 combatientes, como lo asegura Jorge Restrepo, director del CERAC, Centro de Recursos para la Investigación de Conflictos. Para entender la proporción, salga de su casa e imagine que fuera de ella hay dos mil personas. Esas fueron las mismas que dejaron de morir en el último año.
Sí, porque la gente de clase media o alta de ciudades capitales, en su mayoría, no han conocido la guerra de cerca. Y si hace falta corroborarlo, tres protagonistas y conocedores del tema lo manifestaron: Leonard Rentería, joven de Buenaventura, quien confrontó al expresidente Uribe en su campaña por el no; el general Alberto José Mejía, comandante del ejército de Colombia y el académico Padraig O’Malley, mediador de varios procesos de paz, como el de Irlanda del Norte, coinciden en asegurar que los pobres son los que van a la guerra.
Sí, porque los máximos jefes paramilitares, desde las cárceles de Estados Unidos, entre ellos 'Don Berna', y una veintena más de sus representantes en Colombia, emitieron un comunicado apoyando el sí, en el plebiscito. ¿Quién lo hubiera creído? Sin embargo, por otro lado, el grupo Autodefensas Gaitanistas emitió otro amenazando con atentados y asesinatos selectivos a varias poblaciones del Magdalena Medio si hacen campaña por el sí para este dos de octubre.
Sí, porque Santos, por estrategia política, por conciliación, o por ambas, reconoció la responsabilidad del Estado en el genocido de la Unión patriótica. Grupo político que surgió de las negociaciones que no se concretaron entre el presidente Belisario Betancur y las Farc, en 1984. Imelda Daza, la única sobreviviente del exterminio en el Cesar y quien volvió del exilio en 2014, señaló que era un día histórico para la Unión Patriótica. Por su parte, el presidente Santos señaló en el acto: “Me comprometo solemnemente hoy ante ustedes a tomar todas las medidas necesarias y a dar todas las garantías para que nunca más en Colombia una organización política vuelva a enfrentar lo que sufrió la UP”.
Esto lo espera no sólo él, sino movimientos sociales como el de Marcha Patriótica, que exigen esas acciones contundentes, ya que durante el proceso de paz, en los últimos dos años, han asesinado a 112 de sus miembros. Así mismo, el senador de izquierda Iván Cepeda, quien aun apoyando el proceso denunció, como el columnista de este diario, Alfredo Molano, el resurgimiento paramilitar en el norte de Urabá, en el sur de Tolima y el sur de Cauca; en Putumayo, en Nariño; en El Castillo, Meta; en San Vicente del Chucurí, Santander.
Sí, porque lugares como Simití, Sur de Bolívar, que sufrió los embates de la guerrilla y de los paramilitares, vive desde hace más de un año en paz, como varias regiones que se beneficiaron con el desescalamiento armado y del cese bilateral, pues en sus tierras se daban los combates que terminaron o se redujeron en más de un 90 % en el último año. Aunque esto no esté siendo televisado, ellos ya están viviendo el posconflicto.
Sí, porque la senadora Claudia López dijo en RCN televisión que: “Estos son unos acuerdos históricos pese a la trivialización que en este canal están tratando de darles” y recordó que “nunca antes en los nueve procesos de paz anteriores hubo un proceso de paz con semejante nivel de detalle en el desarme, la verificación internacional y la refrendación”. Y por su parte, el presidente Santos en la reciente cumbre de la ONU, resumió la importancia de estos acuerdos en una frase que, aunque suene grandilocuente, no falta a la verdad: “Se ha firmado la paz en el conflicto más largo del hemisferio occidental”.
Presumo que a muchos colombianos que apoyan el sí, se les erizó la piel (aunque hayan disimulado) cuando el presidente Santos le entrega al Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, el acuerdo de paz en sus manos.
Sí, porque el presidente de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, Orlando Velandia, a pesar de la crisis actual del petróleo, a dos meses de asumir el cargo, aseguró haber conversado con cerca de cuarenta compañías interesadas en invertir en Colombia por los acuerdos de paz. Queda el cuestionamiento: ¿Probará finura el gobierno con los inversores extranjeros para que sea beneficio para los colombianos y no una posibilidad para un saqueo corporativo pero programático?
Sí, porque una de las grandes paradojas, desconocida por muchos colombianos, es que Álvaro Uribe estudió Resolución de Conflictos en Harvard. Y sin embargo, es el propulsor de la campaña por el no en el plebiscito.
Sí, porque muchas víctimas de las Farc entre ellas Ingrid Betancur y Alan Jara, que estuvieron secuestrados por este grupo guerrillero por seis y ocho años respectivamente, están a favor de los acuerdos. Jara, ahora director de la Unidad de Atención a Víctimas, dijo: “No perdonar es como seguir secuestrado”. Betancur por su parte manifestó en la Revista Semana: “Hay que entender que nuestro sufrimiento personal y todo aquello que quisiéramos que se nos reparara, no pesa en la balanza tanto como la posibilidad de que nosotros le ofrezcamos a las futuras generaciones la posibilidad de no vivir lo que nosotros vivimos. Por lo tanto, el llamado a las personas que están pensando en votar No, es que tenemos que tener la valentía de cortar la cabeza de la serpiente. Votar a favor de la paz es cortarle la cabeza a la serpiente de nuestro odio”.
Sí, porque la posibilidad de esta paz imperfecta, ha llenado de motivación a múltiples organizaciones, universidades, medios de comunicación y eventos masivos, que han tenido como temática la paz: la Feria del Libro de Bogotá, la Semana de la Comunicación de la universidad Minuto de Dios; portales informativos como Pacifista, Colombia 2020; emisoras de universidades públicas y privadas. Todos ellos sumando voces de diversas orillas para motivar a los colombianos a la participación y a que salgan a votar, sea por el sí o por el no.
Los abstencionistas no saben lo nefasta que puede ser su indiferencia. El filósofo Antonio Gramsci, hace más de un siglo, escribió un texto que a pesar de su título encierra más amor que odio: “Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano. La cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes”.
(Dibujos de Betto, tomados de El Espectador)