El 2014, seguramente será un año trascendental en la historia colombiana, en el aspecto político. Particularmente, los ganadores de los comicios legislativos del 9 de marzo, tendrán la compleja misión de debatir las reformas que se den como consecuencia de los diálogos de paz, que sostiene en la actualidad el Gobierno Nacional, encabezado por el Presidente de la Republica, Juan Manuel Santos Calderón.
Un total de 268 colombianos, estarán tomando posesión en nuestro máximo ente legislativo bicameral, contando con 166 representantes y 102 senadores; viéndolo de otra manera, son muy pocas curules para la corporación a la que aspiran más de 4.000 ciudadanos. Como es bien sabido por todos los colombianos, hay una opción que según las encuestas, siempre manipulables, estaría siendo la seleccionada por un grueso de la población habilitada para ejercer su derecho al voto en unas semanas. El voto en blanco.
De forma natural, es completamente entendible que una cantidad importante de connacionales tengan esta alternativa democrática en mente. Para nadie es un secreto que estamos cansados de la politiquería, de la gestión mediocre de los “padres de la patria”, de la corrupción y de todas las otras cuestiones, que hacen que nuestra gente crea menos en los políticos y en el estado como tal. Millones de colombianos, hoy en día, no pueden soportar a personas como Álvaro Uribe Vélez, Juan Manuel Santos, Andrés Pastrana, Andrés Felipe Arias, Piedad Córdoba y muchos más. Mas allá de esto, y aun cuando es totalmente valido el voto en blanco, como una forma de expresión de inconformidad, no resulta ser un buen momento para implementar esta herramienta en nuestro suelo, por la importancia del periodo legislativo 2014-2018.
El voto en blanco, puede desencadenar una catástrofe real para nuestro país. Los partidos políticos de tradición, no se verán perjudicados en lo absoluto ante una victoria en las urnas de los indignados. Ahora bien, los partidos o movimientos políticos emergentes, serán en realidad quienes paguen los costos de la enorme repercusión de la campaña mediática más blanca de la historia colombiana. Estos últimos, quienes probablemente no alcancen el umbral, no podrían presentar sus listas ante la eventual nueva elección. De forma objetiva, es fundamental evaluar a los candidatos que están inscritos para la elección popular. En cierta medida, es injusto para el desarrollo político del país cerrar las puertas del Capitolio Nacional a personas como el de Antonio Navarro Wolf, Carlos Fernando Galán, Angélica Lozano, Claudia López, Rodrigo Lara, Norman Dixon Ortiz entre muchos otros; además, sería un descabello permitir que ACTUALES congresistas no puedan continuar con su proyecto político, como son los casos de Iván Cepeda, Jorge Enrique Robledo, Juan Manuel Galán, Luis Fernando Velasco, Germán Navas, Ángela Robledo solo por nombrar a algunos.
En suma, si lo que se busca es sacar a los Gerlein, Espindola, Corzo, Barreras y otros de los apellidos mas polémicos del ente legislativo, es una obligación apoyar a la transformación de la nomina del congreso. Entender que el voto en blanco, solamente es un “salvavidas” para que los políticos “calientasillas” del congreso, afiancen su poderío. La solución está al alcance de la mano de todos y más en esta época, donde es tan sencillo acceder a cualquier tipo de información en la web. Vamos a generar un cambio compatriotas. Dejemos de lado la “pereza” e informémonos bien acerca de los candidatos; hoja de vida, experiencia, pasado político y gestiones públicas, deben ser los pilares que deben tener nuestros candidatos, para llegar a representar los intereses del pueblo. No caigamos en la misma “pereza”, que algunos de los que nos hacen indignar, nos muestran día tras día en las sesiones y debates, donde duermen frente a la cámara en forma descarada. NO al voto en blanco, SI al apoyo de la transformación política del país.
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