Vallas con mensajes como "yo voto por el que diga Uribe" simplemente reflejan la fragilidad y degradación de la mente humana; deja sin alientos a los que aspiran a que este país cambie para bien. Desde el grito de independencia en 1810, más de dos siglos y la esperanza no se marchita de que la patria por fin ejerza su propia soberanía. Al país le ha costado demasiados recursos sostener una guerra cuyo argumento indiscutible es la desigualdad y abuso gubernamental.
En las últimas décadas fue recalcitrante el conflicto, dejando más de ocho millones de desplazados, alrededor de 270 mil muertos y un sinnúmero de lisiados, todos producto de una desenfrenada lucha por el poder. El momento político coyuntural que afronta la población es sin precedentes, hecho que exige toda la atención y compromiso de la ciudadanía como de la institucionalidad, permitiendo abrir espacio a una nueva oportunidad de desarrollo y progreso nacional.
Es obligación de cualquier gobierno propender por la tranquilidad de sus gobernados y bienestar de los mismos, nada que ver con el apasionamiento partidista que tanto daño le ha causado a la tierra del ‘Corazón de Jesús’. Reprochable es la actitud de personajes quienes aprovechándose de una investidura que el pueblo les otorga para solucionar temas estructurales, entre ellos, la paz, actúen malintencionadamente en contra de la propia necesidad de quien los eligió.
Hoy Colombia ante el mundo se mira como una sociedad inentendible en el sentido que se resiste al cese de una guerra que ha dejado muerte y desolación, además del desmedido atraso especialmente en regiones que los gobiernos se desentendieron en sus obligaciones. No pueden ser aceptados postulados que vayan en contravía de los intereses populares. La sensatez de las comunidades debe reflejarse en acciones decididas de beneficio común.
Cuando se dice que la civilización ha avanzado a pasos agigantados es inconcebible permitir que seudo-líderes pregonen por todos los medios ideas contrarias a los principios rectores de una sociedad pensante. Preocupa que pese a las distintas pruebas donde se ha demostrado que la tesis de los opositores a la paz son mentirosas, un sector importante de colombianos insista en seguirles el juego a estos maquiavélicos politiqueros cuya consigna es desvirtuar lo que a pacificación se refiera.
El contenido de la valla que circula por las redes sociales es parte de las estrategias que el uribismo utiliza para destilar veneno y odio en contra de un pueblo que anhela un mejor país. La paz no le hace daño a nadie, contrario al conflicto armado. Cabe recordar que un acuerdo es el resultado de dos o más opiniones consensuadas, donde cada parte opina para luego convenir en favor de una causa común. En el caso del proceso de paz entre gobierno y Farc- EP, no caben las propuestas maliciosas del uribismo.
Así que conceptos afilados como, “se negoció mal; no se tuvo en cuenta a las víctimas; la tierra no es negociable; que se pudran en la cárcel los matones; en fin,” son leguleyadas que de tenerse en cuenta, jamás se hubiera concretado el objeto nacional. Claro está que esto es solo el comienzo, marcando los senderos para avanzar en pro de una patria más igualitaria y justa. El capítulo: verdad, justicia y reparación, es al que más le teme no solo Uribe Vélez sino muchos solapados que patrocinaron la guerra sucia.
Los farsantes politiqueros que no les resultó haber manipulado la información para que millones de despistados votaran NO al plebiscito, ahora recargan sus baterías para desde otro ángulo seguir tergiversando y atentando contra la debilitada democracia nacional. Desprestigiar, expulsar odio y atacar sin escrúpulo a cualquier intención de cambio, es la función del ‘patrón del Ubérrimo’ y sus secuaces, quienes copian al pie de la letra las ordenes de este angustiado `culebrero’.
Los hechos de los últimos días donde Álvaro Uribe ‘peló el cobre’ ante el periodismo colombiano son la muestra de un hombre que gobernó y sueña continuar haciéndolo a través de un títere al ritmo de violencia y amedrentamiento. La gente mala nunca se cansa de insistir para encontrar sus propósitos, sin importar las consecuencias.
Es una vergüenza mundial contar con supuestos dirigentes cuya prioridad es controvertir sin argumentos cualquier esperanza con sabor a paz. Ahora que hablen los paramilitares y guerrilleros, existe la inmensa posibilidad de que la ciudadanía en pleno cambie la imagen de estos señores. Y de seguro que la valla tendría que cambiar de texto.