Si usted se encuentra a la espera de un puesto de trabajo, ayuda económica o cualquier beneficio material, este artículo no es para usted, usted es parte del problema de Colombia y el motivo por el cual el resto de ciudadanos deben tomar acciones para corregir su conducta.
En estos días abundan pancartas con rostros en su mayoría desconocidos, acompañados de logos, números y alguna frase de cajón. Creo que no somos pocos los que nos preguntamos ¿convencen a alguien? con una respuesta negativa casi inmediata. Entonces, ¿cuál es la razón para miles de millones invertidos en publicidad? Probablemente sea recordación, no del público en general, que en primera instancia no los conoce, de aquellos a quienes les prometen dádivas una vez alcanzado el objetivo.
Es así, hablando de candidatos como llegamos a la inevitable sentencia: “Todos los políticos son iguales”. Una de las premisas más frecuentes en el ciudadano del común, que esconde dos realidades: el desencanto por la clase dirigente y la pereza que le genera tomar posición activa en un tema de vital importancia como es la política. Elegir es extenuante, implica leer, en un país donde más de la mitad de la población no lee un libro al año, analizar, más allá de cadenas de WhatsApp, escuchar, incluso a un denominado adversario con ideas aparentemente sin sentido, e implica estudiar, hojas de vida, ponencias, votaciones previas y posiciones.
No es cierto que todos los políticos sean iguales, como no lo son dos seres vivos. Si usted piensa así lo invito a preguntarse: ¿cómo se construyeron los países más desarrollados del mundo?, ¿qué hicieron sus líderes para llevarlos hasta aquel lugar?, ¿cómo se comportan sus gobernantes?, ¿por qué tienen una gran infraestructura, mayor protección social, menor pobreza y más educación?, ¿por qué lo lograron si todos los políticos son iguales? Sencillamente porque no lo son y tampoco lo es el comportamiento de sus ciudadanos. Es ahí donde parte la transformación.
La democracia no es perfecta y menos la representativa. Uno de los mayores problemas es la posibilidad de elegirse por medio de la compra de votos; algo que solo se puede combatir con votaciones multitudinarias. Las elecciones parlamentarias pueden ser más importantes que las presidenciales, porque determinan la constitución de un poder público que se encuentra muy fragmentado en su representación, mucho más que el ejecutivo.
Al igual que debe ser motivo de vergüenza mostrar total antipatía por el proceso electoral, lo debe ser no recordar cuál fue su voto en el último proceso, y no realizar un seguimiento a sus representantes y senadores. Asegúrese de comprender la configuración de los poderes públicos, si no lo sabe busque y no tome como excusa el desconocimiento para eludir su responsabilidad.
Tenga mucho cuidado con las afirmaciones que desde hace siglos rodean la política y se presentan como novedades: “gente joven, renovación, sangre nueva, cambio, etcétera, etcétera”. Porque puede terminar apoyando delfines, representantes en cuerpo ajeno o personas sin la preparación suficientes para manejarse en el medio de una vorágine de intereses particulares colisionando con necesidades públicas.
Esto me lleva a otro interrogante: ¿cuál puede ser el algoritmo adecuado para elegir un candidato? Tal vez el progreso de una sociedad no está tan estrechamente relacionado con definiciones arbitrarias como derecha o izquierda; que en principio tienen objetivos bien intencionados, y al final pueden degenerar a causa de una mala gestión de los representantes, que privilegian los intereses propios sobre los universales. Entonces, llevando el foco al individuo una opción que puede tomar a consideración o utilizar como base para elaborar su propio método es la siguiente:
Primero. Consiga una lista con todos los candidatos.
Segundo. Elimine aquellos partidos políticos con los cuales no tiene afinidad.
Tercero. Elimine todos aquellos que han sido condenados, tienen investigaciones en temas muy importantes para usted (Ej.: corrupción) o son herederos de otros con esas características.
Cuarto. Elimine aquellos que hayan llegado a hasta usted de manera directa o indirecta con algún tipo de ofrecimiento distinto a propuestas. (Ej.: tamales, tejas, cemento).
Quinto. Entre aquellos restantes, revise la hoja de vida de al menos cinco, puede elegirlos al azar, pero asegúrese de incluir mínimo dos de los cuales no conozca absolutamente. Y si al final del análisis no está convencido repita este paso con otro grupo de candidatos. (Existen análisis no exentos de sesgos, que le pueden ayudar para hacerse una idea rápida como los publicados por W Radio o La Silla Vacía.)
Finalmente, comparta este ejercicio con su círculo más cercano, invítelos a votar, libremente y con respeto. Es una tarea que dará resultados ahora y cada vez será más fructífera. Recuerde, existe un acto más patriótico que ponerse la camiseta cada vez que juega la Selección Colombia y es salir a votar a conciencia.