La importancia de votar por ideas y por programas sale a relucir con más fuerza que nunca. En ningún otro momento habían quedado expuestas la podredumbre, mezquindad y miserableza de quienes gobiernan.
El país eligió al que dijo Uribe, en Barranquilla eligieron a Pumarejo, ambos completos desconocidos y sin experiencia en el manejo de la cosa pública, sin trayectoria política de peso, sin tener idea de cómo se dirige un país o una ciudad, sin autonomía y sobre todo sin un programa serio.
Nos hemos dejado sumergir en una vorágine de fake news, sin detenernos a pensar un instante acerca de lo que los gobernantes tienen qué hacer, cómo, cuándo y con quién lo van a ejecutar.
Las sociedades deben estar regidas por programas de gobierno, por ideas acerca de los principales ejes y problemas que aquejan a un grupo social.
La salud, la movilidad, el empleo, la educación, la seguridad, el medio ambiente y la democracia son aspectos neurálgicos que deben ser discutidos y sometidos al escrutinio público.
No puede seguir siendo regla general que se elija por pasión y rivalidades. Eso solo nos ha llevado adonde estamos, en caída libre hacia el precipicio.
Elegir al que dijo fulano o zutano solo beneficia a quien da la bendición, no a nosotros que somos la mayoría y que vemos desde la televisión o la pantalla de nuestro celular cómo se despachan a sus anchas mientras nuestra realidad es cada vez más crítica.
Elegir por ideas, por programas de gobierno y exigir a los gobernantes su cumplimiento es nuestro principal deber como ciudadanos.
Los arroyos desbordados, colegios destechados, los muertos por COVID-19, el desempleo y hambre en masa, son consecuencias de haber votado mal dijo el senador Benedetti, y cómo tiene razón.
A pellizcarnos en este 2022 y 2023, alistemos las escobas para barrer a punta de voto a la politiquería tradicional.