Votar en blanco no es favorecer a Uribe

Votar en blanco no es favorecer a Uribe

El extremo izquierdismo con su discurso pacificador en una mano y el insultante en la otra arroja condenas y endilga responsabilidades en las que ellos también tienen cargas

Por: Moises Anaya Villadiego
junio 07, 2018
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Votar en blanco no es favorecer a Uribe

A menos de 2 semanas de la jornada electoral, los ánimos están más reventados que nunca, no se podría esperar menos de una contienda en la que participan la extrema izquierda y la extrema derecha. He de decir que mientras la última llega con ventaja sustancial, la otra como dijo su máximo líder llega con “el ala rota”. Quizá pueda explicar eso que el extremo izquierdismo esté más reventado emocionalmente que su opuesto.

Que Álvaro Uribe Vélez represente lo más odiado por la izquierda y la extrema izquierda no es de extrañar, tampoco que Gustavo Petro represente lo más odiado por la derecha y la extrema derecha, ni mucho menos que el debate se haga insultante e incluso violento. Lo que sí merece el total repudio es el reiterado uso de esa forma tan vil de hacer política con quienes han optado por no inclinarse a ninguno de los 2 bandos, sobre todo al izquierdo.

Dice la popular frase de que “quien no conoce su historia está condenado a repetirla” o a culpar a otros de lo que no tienen la menor responsabilidad. El extremo izquierdismo y en especial los epígonos pseudorevolucionarios usan el dedo índice para señalar a quienes votarán en blanco y quieren endilgar un montón de responsabilidades de las que ellos son mucho más responsables.

Con su discurso pacificador en una mano y el insultante en la otra arrojan condenas históricas contra sus disidentes, en el juego de palabras pretenden argüir las masacres, la corrupción, las chuzadas, el regreso de Álvaro Uribe al poder, el fin del proceso de paz y otras barbaridades a quienes no toman partido por su candidato.

Habrá que hacer memoria y preguntarle a nuestros epígonos si el terror narcoparamilitar nació por personas que se abstuvieron de apoyar un bando o por el asedio que llevaron a cabo a través de secuestros, extorsiones y amenazas de los grupos de extrema izquierda para financiar sus aventuras armadas. O acaso olvidaron que el primer grupo narcoparamilitar (El MAS) surgió como respuesta a los secuestros extorsivos del M-19 a familiares de capos del Cártel de Medellín.

Si por alguien surgieron —o sirvieron de justificación para surgir— todos esos grupos narcoparamilitares que dieron origen a las AUC fue por quienes propendieron las situaciones descritas anteriormente, además de otros actos no menores como atentados terroristas, explosiones a la infraestructura productiva, despojos, masacres y asesinatos con fines políticos de los que no se salvó ni siquiera la izquierda. No fue jamás porque por un puñado de ciudadanos se quiso mantener neutral ante la situación de caos en aquel entonces y por ende “eligió el lado opresor”.

No fue por quienes se mantuvieron “neutrales en tiempos de crisis moral” que narcoparamilitares cometieron masacres y despojos a poblaciones campesinas acusadas de ser sirvientes de los grupos de extrema izquierda que usaban a los civiles en sus aventuras. No fue por los “tibios” que se dio el asesinato de dirigentes confundidos con quienes predicaban o guardaban silencio ante la barbarie arropada bajo la combinación de todas las formas de lucha, y así se podría continuar casi que interminablemente buscando las verdaderas responsabilidades.

Aun así, para desmontar el falso dilema creado por los epígonos y extremoizquierdistas hace falta hablar de la corona de su discurso anti establishment: Álvaro Uribe Vélez. Aunque sin duda alguna ha sido de los gobiernos más nefastos de la historia reciente de nuestro país, no hay nadie capaz de creer que el discurso antisubversivo del aquel entonces marginal Uribe hubiera calado en la sociedad de no ser por el desastre del Caguán llevado a cabo por los aventureros revolucionarios. Si por alguien llegó Uribe al poder y se reeligió fue por estos señores  y no porque otro candidato no se haya unido al otro en las contiendas.

Las fechorías del uribismo y el constante asedio a las organizaciones verdaderamente populares no hubiesen pasado desapercibidas ante la mayoría del país de no ser por el odio y repudio justificado que se ganaron en 40 años estos señores con sus crímenes también atroces. Además, la popularidad de Uribe reside en canalizar el rechazo de la población hacia los aventureros y los partidos de los epígonos pseudorevolucionarios que incluso hoy se ensalzan en elogios a la memoria de las “hazañas” de sus héroes armados.

El monstruo que encarna Álvaro Uribe Vélez y su partido no es un fenómeno de ayer, es producto de proceso en el cual han participado autoproclamados héroes del pueblo colombiano, auspiciados e incluso promovidos por muchos de estos señores hoy pacifistas que pretenden ocultar su responsabilidad histórica señalando con un dedo juzgador. Es indudable que muchísimas personas ajenas a estos grupos ha caído en su juego.

Para cerrar, quien no se sienta identificado con ninguna de las 2 propuestas del 17 de junio no tendrá más responsabilidad que estos señores.

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