Ya son más cuatro meses desde que Colciencias publicó los resultados finales de su famosa convocatoria “es tiempo de volver”. Lo tengo muy claro porque son también más de cuatro meses que llevo desempleado. Tan pronto supe que había sido seleccionado presenté mi renuncia en la universidad en la que me desempeñaba como coordinador de investigación en Tanzania y empecé a planear mi viaje a Colombia. Ha sido un camino largo para mi vuelta al país: seis años en Estados Unidos, dos en Sudáfrica y un último año en Tanzania.
Otros ilusos como yo también dejaron su trabajo, vinieron a Colombia creyéndole a Colciencias y están igual, no solo en incertidumbre, sino también quedándose atrás profesionalmente en este mercado académico de “publique o perezca”. Algunos más cautos aún están viendo a ver que pasa antes de arriesgar su estabilidad.
Yo vine no por ver a mi familia, al fin y al cabo ellos entienden el sacrificio que la academia conlleva. Tampoco por un deseo de vivir en Colombia, escuchando de vallenatos y fútbol. Yo vine por intentar evitarle al menos a un estudiante los mismos dolores que sufrí durante el pregrado. No hay nada mas duro para un alguien que quiere aprender que no tener nadie quien le enseñe; carecer de una figura de inspiración, respeto y motivación. Nada más triste que saber que los profesores que se dibujan como expertos carecen de las credenciales que dicen tener y que los verdaderamente buenos son escasos o están lejos.
Después de la única reunión que hemos tenido con Colciencias el 16 de enero donde nos dimos cuenta de que ni nos respetan, ni les interesa nuestra situación, me quedo sonando una frase de la persona ahora a cargo de este programa en Colciencias: “ustedes viven en Disneylandia y no han engranado con la realidad colombiana”. Duro eso. Pero me puso a pensar. Tanzania esta lejos de ser Disneylandia : la mayoría de gente es pobre, muere de hambre, de enfermedades fáciles de tratar, falta infraestructura casi en cualquier nivel, falta educación.
Sí bien volver de países desarrollados a Colombia no es fácil, y Colciencias intenta restarle importancia a nuestros reclamos con este argumento, tampoco lo es volver de países en desarrollo o menos desarrollados que nosotros:
1. En Tanzania, por tener doctorado y postdoctorado automáticamente eres investigador junior o senior dependiendo de la cantidad y calidad de tus trabajos publicados. Acá, a pesar de publicitar que están trayendo “cerebros fugados” para impulsar la investigación y que somos los únicos responsables de la ejecución del proyecto se nos llama “postdocs”; una posición que implica necesidad de entrenamiento y supervisión debido a falta de experiencia.
2. Mi contrato laboral Tanzania era de tres hojas de largo y se limitaba a explicar las funciones principales, sueldo y demás cosas prácticas. El contrato con Colciencias tiene 13 hojas y está escrito de tal manera que se necesita asesoría legal para entenderlo (y protegerse contra él); además, no incluye fecha de inicio de actividades.
3. Sea por respeto a la experiencia del investigador o por buena fe, en Tanzania no hay cláusulas de castigo de ningún tipo. Acá nuestro “sueldo” (al menos para los que vamos para universidades publicas) no se considera como sueldo per se sino parte del apoyo financiero al proyecto. Sí por alguna razón el proyecto, o alguno de sus objetivos, no se llevan a cabo, Colciencias puede solicitar la devolución de todo el dinero, inclusive el sueldo porque, pues, no es sueldo.
4. Antes de llegar a Tanzania después de un postdoc de dos años en Sudáfrica me ofrecieron ayuda en la reubicación y cumplieron. Acá nos ofrecieron lo mismo y lo único que hemos recibido han sido insultos y burlas cuando reclamamos lo que nos prometieron.
5. En Tanzania el sueldo que ofrecen lo pagan. Acá a pesar de haber ofrecido un valor neto ahora resulta que nuestros reclamos solo muestran nuestra ignorancia del marco jurídico colombiano de descuentos y contrataciones. En Colombia neto, no es neto.
En muchas partes del mundo un científico es una persona valorada y respetada. Será por esa cultura local del facilismo, del atajo y el amiguismo, donde creen que todo se puede comprar y no entienden lo que significa una educación superior en el exterior y mucho menos el quehacer de un científico, acá uno vale poco, muy poco.