La Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela anunció el pasado 10 de agosto que está peritando el material electoral que le fue presentado por el Consejo Nacional Electoral y los candidatos y partidos intervinientes en los comicios del 28 de julio. Este material fue requerido por dicho Tribunal a raíz del recurso contencioso electoral que interpuso Nicolás Maduro ante las acusaciones de fraude provenientes de Corina Machado y su adlátere, el excandidato Edmundo González.
Para comprender la importancia de lo que sucede, tengamos en cuenta que la convocatoria del TSJ la atendieron las 38 organizaciones políticas que participaron en elecciones, pero solo nueve de los diez excandidatos presidenciales.
Que solo faltó Edmundo, lo que lo coloca en condición de desacato, con el agravante de que ninguno de los partidos que lo respaldaron en campaña hizo referencia ni se mostró coincidente con su publicitada denuncia de fraude e, incluso, como lo señaló el TSJ en su pronunciamiento, hubo partidos y coaliciones postulantes de su candidatura, como la Mesa de la Unidad Democrática -MUD-, que no consignaron material electoral alguno, argumentando “que no poseen ningún tipo de documentación referida a este proceso”, “que no tienen actas de escrutinio de las mesas ni listados de testigos”, “que no participaron en el proceso de traslado o resguardo de material alguno” y “que desconocieron quién o quiénes realizaron la carga de la información de las presuntas actas de escrutinio en la página web www.resultadospresidencialesvenezuela2024.com”.
Semejante pronunciamiento hace suponer que ni Edmundo ni Corina cuentan ya con el respaldo de todos los que frenéticamente los acompañaron en los aspavientos de antes, durante y después de elecciones, y que la denuncia de fraude se les está escurriendo por entre los dedos.
Pero no nos hagamos ilusiones. El problema de Venezuela no está en sus elecciones ni en sus resultados. El problema está en que cuenta con una casta oligárquica que ha perdido toda incidencia en el gobierno, especialmente en el manejo de las riquezas minero energéticas. Esa casta no descansará hasta recuperarla o morir en el intento, pues tiene ante sí a un Nicolás Maduro empeñado en impedirlo, aunque cada vez con menos votos, y esto debido a algunos mea culpas que no se ha dignado entonar, como el de dejar que todo el peso de la actual crisis recaiga sobre los hombros de los trabajadores.
Dicen que para rectificar nunca es tarde. Sin embargo, tarde en política es un impredecible, lo cual hace que sea mejor que lo haga cuanto antes. Mientras tanto, preparémonos para seguir escuchando la cantinela del fraude, no importa cuál sea el fallo del TSJ.