Este domingo se celebraron las elecciones presidenciales en Brasil. Jair Bolsonaro del Partido Social Liberal (PSL) y Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores (PT) eran las opciones para los 147 millones de ciudadanos habilitados para votar, en un país que recientemente fue el foco de los medios debido a las protestas ocurridas en meses pasados por el encarcelamiento de Luiz Inácio Lula da Silva, quien ocupó ese cargo entre 2003 y 2010, periodo en el que la principal economía de América Latina —junto con México— se posicionó como una de las mas fuertes en todo el mundo y que le permitió alcanzar niveles de popularidad nunca antes vistos luego de la dictadura que se vivió en el país sudamericano entre 1964 y 1985.
Ante ese panorama y con un PT envuelto en numerosos escándalos de corrupción, por temas tan polémicos como los casos de soborno de la constructora local Odebrecht en varios países de la región, los sectores más conservadores vieron una oportunidad única para debilitar a una izquierda que pasaba por el peor tramo de su historia. Con Dilma Rousseff destituida y un Michel Temer —presidente encargado— con bajos índices de favorabilidad, las elecciones de este domingo abrían la puerta para un cambio radical en el mandato del país sudamericano.
Y ese cambio sí que fue drástico. El candidato del PSL, Jair Bolsonaro, entendió desde el comienzo que si se quería hacerse con la presidencia, debería seguir un modelo de discurso similar al que maneja Trump o la ultraderecha europea, donde la xenofobia y la segregación racial son los temas centrales. A estos se suman asuntos como la llegada masiva de venezolanos a varias regiones brasileñas, una fuerte crítica a los casos de corrupción y al modelo económico. A partir de esta dinámica, el PSL estuvo a muy cerca de ganar en primera vuelta, de hecho, Bolsonaro le sacó 18 millones de votos a Haddad.
¿Se perdió la confianza en la izquierda en sudamericana?
Hace 10 años, la imagen de la izquierda estaba representada por la Unasur. En las asambleas que realizaba esta organización se veían los alegres rostros de Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa y Cristina Fernández, quienes trabajan fuertemente para mejorar las condiciones políticas y sociales en la región. Para ese entonces, 2008, luego de la recesión económica mundial ocasionada por la burbuja inmobiliaria y la llegada al poder en Estados Unidos del demócrata Barack Obama, parecía que la izquierda por fin se consolidaba como una verdadera transición. Sin embargo, 10 años después es todo lo contrario. Escándalos de corrupción, devaluaciones y una crisis humanitaria en Venezuela hacen prever lo peor.
Pero no solo es Sudamérica la que se ve afectada por esta transición de la izquierda a la derecha nuevamente. En varios países de Europa sucede lo mismo, como en Alemania, donde los sectores más radicales parecen estar 'cansados' de las políticas migratorias de Ángela Merkel y el flujo constante de refugiados sirios, a los que muchos alemanes culpan de los atentados e incrementos de la violencia en el continente.
Parece muy difícil que Haddad logre remontar esos 18 millones en 20 días, sin embargo, hay una pequeña opción. No se trata de estar a favor de la izquierda, que con Nicolás Maduro ya perdió toda credibilidad, se trata de que las personas entiendan que un candidato ultraconservador como Bolsonaro en un país tan pluricultural como Brasil no es una opción viable, más aun sabiendo que él apoyó la dictadura militar que acabó con la vida de miles de inocentes, entre estos estudiantes que querían un cambio para su país.
