La guerra es la paz.
La libertad es la esclavitud.
La ignorancia es la fuerza.
— George Orwell, 1984.
Hace mucho rato que no enciendo la televisión sintonizada en los canales privados, es más, muy poco veo televisión, cuando no es para mirar una película o conciertos musicales. Las noticias prefiero seleccionarlas desde las redes sociales. Sin embargo, uno se siente como en una burbuja en el tiempo, (con el precio del dólar actual, las cargas tributarias, los salarios, el costo de vida y las exclusiones de hoy), cuando escucha radio y hablan más del paro de 1977 que del actual o repiten en horario triple a telenovelas de hace décadas, tipo Betty, la fea o Los Reyes, que, sin embargo, vuelven a tener alto rating.
Encendí la radio en un atasco del tránsito, en simultánea, inmóvil, quedé al pasar por un concesionario de vehículos, en que en primera fila tenían exhibido un R4 reluciente, no sabía si era un sueño, en una aventura con Marty McFly o el Doc Emmett, caí en cuenta que aún estoy en el siglo XXI, sin embargo, en la emisora escuchaba una entrevista de un, ya fallecido, exasesor de paz, hablando del proceso de paz fallido de El Caguán, a pesar de que cuando terminó la grabación, los comentaristas ni siquiera mencionaron a la mesa de La Habana, cambié de estación, al tiempo en que, en ese dejavu, el analista de pacotilla decía que los incendiarios de izquierda, quemaron el Palacio de Justicia en 1985, en vez de hablar de alocuciones actuales que separan al país o de la invitación a un diálogo de sordos, frente a los reclamos ciudadanos, con mucha dignidad, de las movilizaciones de noviembre, mientras recordaba que una tristemente célebre senadora, habría de afirmar, cuando su padre la llevó a conocer el hielo, que aún existe la Unión Soviética, mientras sus copartidarios en el gobierno, sin consultarle al país, o por lo menos escucharlo, se abstendrían de votar por romper el bloqueo económico a Cuba, como si aún estuviéramos en la guerra fría, mientras venía a la mente un flash que asociaba que los que ya les arrastran los pies, que se niegan a entregar las banderas, quizá para mantenerse vivos, aún lideran la mayoría de los partidos y movimientos políticos, los gremios, los sindicatos, las universidades, hasta los organismos internacionales y las instituciones públicas, parece mentira, pero los actores claves del país, son los mismos con las mismas, desde hace décadas, desde cualquier orilla en que se mire en Colombia, mientras que los que estarían llamados a reemplazarlos, serían unos jóvenes viejos, como diría Salvador Allende.
¿Cuál es la idea de volver al pasado? Vivir un país de un siglo atrás. Acudir a la nostalgia o tapar la realidad. Hacer creer a la gente que durante la época del gobierno del hombre de atrás, comíamos leche y miel. Sembrar la idea de que vuelva un conflicto armado que culminó con la firma del acuerdo de paz en Cartagena de Indias, en septiembre de 2016, ratificado en el Teatro Colón. Añorar una democracia que nunca fue. Poner una mordaza, taparle los ojos al país, o reescribir una historia, falseada, a la medida de quienes han perpetuado sus privilegios a costa de las demandas, necesidades e impuestos de las mayorías, en el doble pensar del MiniVer, de 1984 de George Orwell.
La historia viva es la memoria de un pueblo, es el relato de nación que nos une, que, por demás, nos sirve de soporte para la reflexión sobre las circunstancias actuales, y más que todo, para no repetirla. Sin embargo, así quieran revivir nuestra historia a su acomodo, así quieran destruir la palabra, para que los límites de la consciencia sean cada vez más estrechos o que el clima de pensamiento sea diferente, así quieran controlarlo todo o profesar que la mayor herejía es el sentido común, en este universo del doble pensar, remember el país y el mundo ha cambiado. Así quienes gobiernan se nieguen a aceptarlo o crean que la ignorancia es fuerza, la gente está despertando de la anestesia. La ciudadanía, en medio de las dificultades, exige el futuro que les prometieron y es posible si se encuentran en propósitos comunes, que sea una fuerza masiva, como en bola de nieve, que se reflejará en las urnas por un gobierno nacional alternativo que los represente; quizás el único poder que nos queda.