Voló el Mochuelo

Voló el Mochuelo

Adolfo Pacheco fue un artista y un hombre de contrastes, como todo aquel que anda en las lides de la creación. A propósito de su fallecimiento

Por: LUIS EDUARDO MARTINEZ ARROYO
febrero 09, 2023
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Voló el Mochuelo

"Esto está bueno, Martínez", me dijo cuando probó una Club Colombia en lata bien fría, después de que nos bajamos de la tarima Santiago Martínez Martínez, donde había disertado acerca de cumbia, tambora y gaita en el Caribe colombiano, y paladeado, además, unos tragos de whisky que de modo subrepticio yo le había pasado. Era el Séptimo Encuentro de Compositores Aficionados y Muestras Folclóricas del Sur de Bolívar, certamen que tuvo lugar, como los seis anteriores, en Coyongal.

La tarde anterior, en Magangué, en el modular de María, me había advertido de su padecimiento de diabetes y de lo inconveniente de la ingesta de bebidas azucaradas, alimentos fritos, en fin, de todos aquellos insumos proscritos para quienes padecen esa enfermedad. A su llegada a Coyongal, sin embargo, fue esperado por la presidente del Encuentro Nora Martínez Arroyo con una doncella entera frita y dos plátanos amarillos cocidos en viuda para el desayuno.

Donde el hermano de esta, Libardo Martínez, almorzó mote de cabeza de bagre, y coronó donde los Higinio la faena alimenticia del día con ponche esmechado y arroz blanco. Unos años después me lo encontré en la puerta de un reconocido centro comercial de la calle 93 de Barranquilla agachado comprándole unos dulces a una palenquera. Cuando le toqué el hombro, alzó la cabeza, me reconoció y me dijo: "que no se sepa".

Ese era Pacheco, vital y despreocupado por las tantas ataduras que constriñen a los humanos y a quienes sufren enfermedades cansonas que la industria farmacéutica global para nada está interesada en curar, pero sí en vender los paliativos respectivos.

Claridoso y sibilino, valga el contraste, cuando había que decir algunas cosas y disfrazar otras. La hamaca grande, Mercedes y El pintor pueden encarnar las dos situaciones, pero no en ese orden. Artista y hombre de contrastes, como todo aquel que anda en las lides de la creación. Compuso la canción El mochuelo, que termina con un reclamo por la pérdida de libertad del animalito, pero endiosó a El Cordobés, el gallo fino de pelea que se batió con tantos semejantes suyos.

Fue hechura perfecta del frentenacionalismo y para ilustrar leamos esto: en alguna ocasión la hoy exalcaldesa de Cartagena, Judith Pinedo, militante del partido liberal en Bolívar y Cartagena le propuso que la acompañara como su fórmula de Cámara, mientras ella aspiraba al Senado. Le respondió así: "Judy, aquí en Bolívar no te puedo acompañar porque soy conservador, si me hubieras dicho en el Atlántico, allá sí te hubiera acompañado, porque allá soy liberal".

En los años recientes una canción suya que compuso en 1985, Me rindo, majestad, ha alcanzado resonancia por su temática que habla de un hombre cuasi arrepentido de su vida alegre. Lo curioso del asunto está en que el arrepentimiento pareciera estar condicionado a que le destinataria no se aproveche de la contrición del pecador, so pena de que éste se vuelva un rey.

Con la Mona Elizabeth Miranda, Daniel Celedón, La Chiqui (su esposa) y Édison Ardila (su primo) estuvimos con un nutrido grupo de personas acompañando a Adolfo a su tumba en Jardines de la Eternidad. Un accidente de tránsito ocurrido entre Carreto y Calamar le produjo serias lesiones que le ocasionaron la muerte el sábado veintiocho de enero.

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