Para describir el terrorismo en Colombia (por lo menos el terrorismo de los últimos 50 años), es importante entender que todos los grupos terroristas, en mayor o menor grado, se componen de un coctel explosivo que contiene vodka, agua bendita y coca. Esta letal mezcla fue exitosa en muy buena parte con base en los rifles rusos Kalashnikov, conocidos también como los AK-47, un arma tan peligrosa como efectiva, y bastante más exitosa como producto de exportación que las idioteces ideológicas que pretendía en su momento exportar el politburó soviético.
El primer ingrediente del coctel criollo es el vodka, o sea el marxismo ‘platanizado’ en sus diferentes versiones (ruso, cubano, maoísta). Anécdota divertida es que a pesar de que la totalidad de los terroristas colombianos se declaran nacionalistas, patriotas y bolivarianos, su objetivo final, en la remota eventualidad de llegar al poder, es implantar en Colombia un modelo económico y social extranjero. Aparte de dicha contradicción entre su nacionalismo y el marxismo importado, el autor de esta nota nunca llegó a entender si nuestros terroristas criollos - que se declaran bolivarianos, antes que nada, eran y son conscientes de que Marx despreciaba a Bolívar. En carta del 14 de febrero de 1858, Marx compara a Bolívar con Faustin Soulouque, el negro haitiano que se proclamó emperador y le dice a su amigo Frederich Engels: “Simón Bolívar es el canalla más cobarde, brutal y miserable que existe”. Sobre el decadente marxismo bolivariano de los chavistas y su inconsulta decisión de imponer la enseñanza del marxismo en todas las escuelas de Venezuela, el analista argentino, José Enrique Miguens, afirma: “Nuestro asombro llega a su máxima expresión cuando vemos que se enseña obligatoriamente a los niños y a los reclutas militares venezolanos a estos dos autores que vituperaron a su héroe nacional, Simón Bolívar, con sus más soeces y despectivas injurias.”
Marx compara a Bolívar con Faustin Soulouque,
el negro haitiano que se proclamó emperador y le dice a su amigo Engels:
“Simón Bolívar es el canalla más cobarde, brutal y miserable que existe”.
Un segundo ingrediente del coctel es el “agua bendita”, la peregrina hipótesis que el cristianismo puede y debe ir de la mano de los Kalashnikovs. Y aunque ninguno de los fundadores de los grupos guerrilleros han sido curas, en la mayoría, y de manera muy pronunciada en el ELN, la llamada “Teología de la liberación” ha tenido una enorme influencia. La guerrilla en Colombia no ve ninguna contradicción en asesinar, secuestrar, extorsionar, y destrozar los recursos naturales en nombre de Cristo. Un siniestro cura español, Manuel Pérez, afirmaba que a bala había que defender la “pobrecía”. Esa apología le permite a uno entender por qué nuestra guerrilla en supuesta protección de los pobres está dispuesta a todo, incluyendo el homicidio, menos a que los pobres dejen de ser pobres. Posiblemente porque un pobre que deja de ser pobre, poco le llama la atención los curitas que dejan la sotana y se arman de Kalashnikovs.
El tercer elemento del coctel es el vínculo con el narcotráfico, contubernio contra natura que los terroristas han hecho creer que es indirecto y marginal. ¡Mienten! La guerrilla en Colombia desde hace 40 años es de hecho parte esencial de los carteles de la droga. En sus primeros años, las acciones de las Farc y el ELN afectaban muy poco el funcionamiento del régimen. Según Daniel Pécaut en su libro sobre las Farc, se trataba de unos grupos aislados con un pie de fuerza pequeño: contaban con alrededor de novecientos combatientes a finales de los años setenta. Por lo tanto, sus capacidades militares eran muy limitadas, lo mismo que sus posibilidades de tomarse el poder. Sin embargo, todo cambió cuando en los años ochenta los dineros del narcotráfico multiplicaron los recursos de la guerrilla: se ampliaron los frentes y modernizaron el armamento. Si en 1975 tenían cinco frentes, en 1982 tenían veinticuatro; y desde esta fecha, decidieron ampliarlos a cuarenta y ocho. El enroque de toda la guerrilla (Farc, ELN, EPL, M -19) con el narcotráfico esta perfectamente documentado. Es más, sin los sucios dineros de la droga, es muy posible que hace décadas la guerrilla en Colombia ya hubiera desaparecido.
Al coctel de “Vodka, agua bendita y coca” mezcladas con Kalashnikovs, hoy hay que agregarle dos características: viven en Venezuela y reciben órdenes de los mexicanos.