Con la posesión de Los Progresistas como Gobierno Nacional el 7 de agosto de 2022, se inició un cambio profundo en la vida social de Colombia; se emprendió también el cambio del país hacia el progresismo como evidencia del interés general, la igualdad de derechos y la justicia social, características que le son propias. El lugar de la democracia oligárquica, servidora leal de maleantes y homicidas, comienza a ser ocupada por la democracia de millones de personas, la democracia progresista, la del poder popular, la del poder de la gente como usted y como yo.
Seguir luchando por la búsqueda de La Paz, que es presupuesto para el desarrollo y crecimiento como país y como nación. La lucha por la seguridad humana en todos los espacios sociales traduce la conservación de la vida en toda la sociedad. La perseverante y férrea lucha que ha emprendido este gobierno para mitigar y revertir los efectos del cambio climático como requisito obligatorio para la conservación de la vida en el globo terráqueo.
La dura pelea política y jurídica del gobierno para que la igualdad de derechos sea una realidad palpable y no letra muerta en la ley (para Los Progresistas, la igualdad significa que la gente tiene la posición igual dentro de la sociedad, que a todos se les concede los mismos derechos y posibilidades) constituyen el contenido de la nueva época de la Historia de Colombia que se inició hace un poco más de dos años.
En pocas palabras, se está afirmando el poder del pueblo trabajador como creador de riqueza destruyendo las condiciones indignas de trabajo y estableciendo el único régimen moral que es digno del ser humano, es decir, la supremacía del trabajo liberado, de la justicia social y del humanismo verdadero. Con la creación de una sociedad progresista desarrollada, el pueblo está demostrando que el progresismo entraña en sí fuerzas enormes y que conduce a la nación hacía una nueva etapa histórica, poseedora de inmensas posibilidades para el progreso.
Es IMPORTANTE señalar que: ¡la victoriosa campaña de año 2022 que entregó el poder en el país a los Progresistas no significó la culminación de la lucha popular. Al contrario, fue nada más el inicio de una larga y difícil labor para la creación de una nueva sociedad verdaderamente democrática ¡de una sociedad de justicia y de Paz!
El pueblo colombiano victorioso, unidos los trabajadores, campesinos, estudiantes, líderes sociales, políticos, indígenas, afrodescendientes, intelectuales, etc. están poniendo en práctica el sueño de tantos mártires, hacer del progresismo una realidad. Hacer que la sociedad en general goce de condiciones dignas para vivir; que el pueblo sea el verdadero dueño del país de acuerdo con la Constitución; eliminar los privilegios y limitaciones clasistas, estamentales, nacionales, raciales, políticas, etc; conseguir un incremento constante de la producción y del bienestar popular; abrir el acceso para todos los ciudadanos a la educación y a la cultura mundial; conceder a los trabajadores el derecho efectivo al trabajo, al descanso, a la vivienda, al servicio médico, a la educación y la de su familia, etc; crear condiciones democráticas que permitan que cada ciudadano pueda participar en la dirección de la colectividad laboral, en la dirección de la ciudad y en la dirección del país.
Con la mira puesta en estas tareas, unas de las de mayor importancia que debe resolver el gobierno progresista para una transformación real, radical y cualitativa de la sociedad colombiana, tareas éstas que, por más de 200 años de gobiernos conservadores y liberales comandados por los oligarcas nacionales, siempre retrasaron y, por el contrario, convirtieron a Colombia en el país más desigual del planeta y con los más bajos índices de desarrollo humano.
El triunfo del 2022 está destruyendo para siempre, el antiguo, desigual, injusto y aplastante aparato de poder de los oligarcas colombianos, entregando para siempre el poder al pueblo, abriéndose el camino para el desarrollo de la democracia progresista, lo que representa en sí el máximo de democracia para la sociedad pero, a la vez, significa la ruptura con la “democracia” de los que tienen la avaricia política, la corrupción y el crimen como los principios en los que se han sustentado sus propuestas y ejecuciones por un lapso mayor a los 200 años; pero significa también, el surgimiento de un nuevo tipo de democracia, de alcance histórico, de cubrimiento general, de valores, de igualdad, de justicia, de desarrollo y de libertad.
¡La aparición de la democracia progresista se debe a la voluntad de un pueblo que, a través del poder soberano que le otorga nuestra Carta Magna, QUIERE EL CAMBIO!
Sin la victoria del 2022 y de la instauración de un gobierno de base popular, sería imposible siquiera proponer las profundas transformaciones radicales que la democracia requiere en el proceso de la transición del “Estado Feudal”, en el que nos encontrábamos, al Progresismo como nueva fórmula política de gobernar al país pensando siempre en el bienestar general, sin privilegios.
¡En los dos años de progresismo (1% de gobierno frente a los 200 años de los que siempre nos gobernaron), el poder en el país comenzó a ser entregado al pueblo trabajador sea de la ciudad o sea del campo, sea negro o sea indígena. Miles de personas con grandes capacidades, antes olvidadas, comenzaron a dirigir los asuntos del Estado ¡Eso se llama, Poder Popular!
No obstante, el Progresismo no puede cumplir con su misión histórica si no logra una unión sólida con todos y cada uno de los partidos y movimientos políticos afines a los objetivos trazados, con el campesinado y demás capas de trabajadores, con las organizaciones indígenas, los estudiantes; etc, etc, etc.
Con esa misma unión, con la misma esperanza que tenemos desde cuando se inició esta gesta, con la misma visión de País que nos unió, con el mismo deseo de Paz que nos inspiró, con esa fe inquebrantable de un gran futuro que nos dio fuerza, debemos seguir perseverantes en atender el llamado a organizar y a guiar a la comunidad para lograr eliminar todo vestigio de injusticia social y desigualdad.
No es momento de poner en riesgo un proyecto de sociedad que, para poder tener la oportunidad de implementarlo, nos ha costado sangre, muerte, terror, exterminio, desplazamiento y corrupción. El dolor agudo y permanente, físico y sicológico, a los que se sometió a la sociedad, nos infundió los deseos de cambio y no los podemos decepcionar.
Tenemos que trabajar duro por este proyecto y para ello es necesario olvidarnos de rencillas y cálculos políticos internos, minucias que terminan arreglándose solas, y concentrarnos en el cumplimiento de los grandes objetivos que tenemos ante la sociedad. ¡Eso es lo grande!