El presidente ruso, Vladimir Putin, seguirá en el Kremlin hasta 2030 tras lograr cerca del 87,2 % de los votos, con el 68 % escrutado, este 17 de marzo, según los datos suministrados por la Comisión Electoral Central (CEC), al término de los tres días de votación.
Se trata de la mayor victoria electoral de Putin en sus más de 20 años en el poder y le permitirá seguir siendo presidente de este país durante otros seis años, después de los cuales podrá volver a presentarse a la reelección
Las principales encuestadoras del país le daban ya en torno al 80% de los votos en unas elecciones en las que todos sus contrincantes eran de su misma cuerda política, es decir, favorables al actual Gobierno.
Putin lleva al frente de Rusia –bien como presidente o como primer ministro— desde el año 2000, lo que significa que es el único mandatario que ha visto el país del este de Europa durante este siglo. En torno a su figura, muchos analistas políticos ven a un “hombre fuerte” o un líder autoritario que vira cada vez más hacia la derecha y, a la vez, un enemigo confeso de Occidente y todo lo que representa.
A lo largo de sus años como mandatario, tanto su figura como sus políticas han evolucionado y cambiado, aunque con una línea invariable: intentar situar a Rusia en el mapa geopolítico mundial como una potencia y mantener el discurso de la “defensa de los intereses nacionales”.
El camino hasta el Kremlin
Guerra Fría, espionaje y KGB. Son algunas de las palabras que vienen a la mente de muchos cuando piensan en los inicios de la carrera del presidente de Rusia. Y es que el espionaje fue su primera profesión ya que, al acabar sus estudios, se enroló directamente en la KGB a mediados de los setenta.
Más tarde, de 1985 a 1990, Putin trabajó como agente encubierto para la agencia de espionaje rusa en Alemania Oriental hasta la caída del Muro de Berlín. Fue a su vuelta a Rusia, en concreto a Leningrado —su ciudad natal— cuando empezó su carrera política: primero como experto en asuntos internacionales para la alcaldía de la ciudad y, más tarde, como vicepresidente del Gobierno de San Petersburgo en 1994.
La vida política solo aguardaba cosas más grandes para él. Después de mudarse a Moscú y ocupar varios cargos destacados en el Gobierno del entonces presidente Borís Yeltsin, en 1998 este lo nombró director del Servicio Federal de Seguridad (FSB), la principal organización de inteligencia del país y sucesora de la KGB.
Un rápido ascenso que, medios como el centro de investigación ‘Vsquare’, atribuyen a su relación con un hombre: Sergei Kiriyenko. Kiriyenko se convirtió en el primer ministro más joven de la historia de Rusia justo en 1998 y fue supuestamente él quien sugirió el nombramiento de Putin como director general del FSB y asentó la futura carrera política.
Hoy día, más de 25 años después, Kiriyenko sigue teniendo un lugar destacado en la política rusa. Además de ser el subdirector del gabinete presidencial de Rusia y uno de los hombres de confianza de Putin, es conocido como el “virrey de Donbass”, ya que se ocupa de la administración y reconstrucción de los territorios ocupados en Ucrania.
En 1999, llegó el toque de gracia para el ascenso político de Putin. A finales de ese verano y en medio de una fuerte crisis económica en el país, Yeltsin lo nombró primer ministro en funciones y también lo señaló como su sucesor.
Pero no fue hasta el último día del año, en Nochevieja de 1999, cuando se le abrió la puerta a la Presidencia. Con el árbol de Navidad de fondo, Yeltsin dimitió tras una década en el poder y recordó quién era su sucesor: Vladimir Putin. Tres meses después, en las elecciones presidenciales de marzo del 2000, Putin se convirtió por primera vez en presidente de Rusia.
La clave de su éxito: estrategias políticas y electorales
A pesar de las críticas de autoritarismo contra Putin, el país ha celebrado elecciones desde su ascenso al poder y siempre ha resultado como favorito. Dmitri Medvédev gobernó el país desde el 2008 al 2012, pero con el respaldo de Putin, nombrado primer ministro, que no pudo presentarse a la reelección por el límite de dos mandatos establecido por la Constitución —ahora modificado tras un referendo en 2020—.
Una situación de continuidad en el poder que lanza una pregunta: ¿qué significa Putin para Rusia? En palabras de su vicejefe de gabinete, Vladimir Ostrovenko, "si no hay Putin no hay Rusia".
“Nuestro objetivo es ayudar a la gente del Donbass. Su única culpa fue pedir que se respetaran unos derechos humanos básicos: vivir según las leyes y tradiciones de sus antepasados, hablar su lengua materna y criar a sus hijos como quieran”, dijo Putin en el discurso en el que anunció la guerra contra Ucrania en febrero de 2022.
En este, como en sus políticas durante los últimos 20 años, estuvieron muy presentes dos de los pilares de su gobierno: el ultranacionalismo y la defensa de “los valores tradicionales rusos”, además de potenciar y mantener la economía del país al alza. Una imagen de seguridad que, según los expertos y los propios funcionarios del país, se proyecta sobre sus ciudadanos.
“Además de la economía, las funciones militares y policiales son las más decisivas del Estado ruso”, dijo el general Víktor Cherkésov, que fue vicejefe del Servicio Federal de Seguridad hasta 2011, al periódico ‘El País’.
Desde el inicio de la guerra en Ucrania y ahora, con la posibilidad de renovar mandato hasta 2036 después de una serie de enmiendas a la Constitución en 2020, muchos comparan a Putin con Iósif Stalin y aseguran que es un comunista o un fascista. Pero, según los expertos, es una comparación desacertada.
“Con la invasión de Ucrania se le ha tachado de comunista, y se le ha comparado con Stalin y a la Rusia actual con la Unión Soviética (...) Pero él es más bien es un nacionalista conservador, y las contradicciones que surgen al intentar encasillarlo lo confirman también como un oportunista: desea devolverle la grandeza a Rusia, pero no tiene una estrategia clara”, apuntó Arsenio Cuenca, sociólogo, experto en geopolítica y doctorando École Pratique des Hautes Études, en un artículo para el medio ‘El Orden Mundial’.
De hecho, para Cuenca y otros estudiosos, la comparación entre Putin y el Estado ruso es peligrosa debido a que puede blanquear a los movimientos de extrema derecha, que en muchas ocasiones utilizan el término “fascista” contra aquello con lo que no concuerdan.
“Asociar cualquier cosa al fascismo tiende a blanquear a todo lo que se oponga a este”, apunta Cuenca.
Para analistas rusos, el Gobierno de Putin es mucho más cercano a un autoritarismo ultraconservador que al comunismo. De hecho, en 1999 el mismo Putin describió el comunismo como “un callejón sin salida, lejos de la corriente principal de la civilización” y se posicionó con el presidente reformista Mijaíl Gorbachov y su proceso neoliberal, la Perestroika.
“En lo económico, Rusia es ultraneoliberal. En lo ideológico, Putin es un conservador de derecha que va cada vez más hacia la ultraderecha”
“En lo económico, Rusia es ultraneoliberal. En lo ideológico, Putin es un conservador de derecha que va cada vez más hacia la ultraderecha o extrema derecha. Las élites que lo rodean también son ultraconservadores de derechas... Dios está en la Constitución, al igual que la unión entre un hombre y una mujer como concepto de familia”, apuntó Inna Afinogenova, antigua subdirectora web de la cadena estatal rusa ‘RT en Español’ -ahora exiliada en España-, durante una entrevista con el medio ‘SinEmbargo Al Aire’.
Un modelo en el que, según los críticos del Kremlin e investigaciones independientes, también hay espacio para la manipulación electoral. Así lo señala una investigación conjunta del medio estonio ‘Delfi’ y otros medios internacionales como ‘Vsquare’, que señala las estrategias del Kremlin para asegurar la victoria de Putin. Entre estas, el patrocinio de contenidos culturales como películas, series de televisión y videojuegos con mensajes progubernamentales.
A la cabeza de esta operación estaría el ya mencionado Sergei Kiriyenko, cuyo equipo habría utilizado más de 1.100 millones de dólares en la denominada como “guerra de la información”, según la investigación de medios independientes.
Una operación que también incluiría a los territorios ucranianos ocupados, con una retórica antiimperialista y crítica con Occidente.
Mundos contrapuestos, Rusia y Occidente
Las fuertes diferencias entre Rusia y el mundo occidental no son ningún secreto. De hecho, la retórica en contra del imperialismo –a pesar de que muchos ven su agresión a Ucrania como imperialista— y de los valores de Occidente son un factor vertebral en su política exterior y en sus discursos sobre geopolítica.
“Sin embargo, ¿qué es un mundo unipolar (con EE. UU. como única potencia)? (…) Un centro de autoridad, un centro de fuerza, un centro de toma de decisiones. Es un mundo en el que hay un único amo, un único soberano”, dijo Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad de Múnich del 10 de febrero de 2007.
Putin siempre se ha declarado en contra de lo hegemónico y se ha reivindicado como heredero de la Unión Soviética, exaltando a muchas de sus figuras a pesar de la fuerte distancia ideológica en muchos casos. Este también ha dejado clara una cosa durante todo su mandato: quiere a las naciones de Occidente lo más lejos posible, siendo la expansión de las fronteras de la OTAN una línea roja para su gobierno —como ha repetido en innumerables ocasiones—.
Esta posición de eterno contrario ha dificultado —y dificulta actualmente— las relaciones entre Rusia y Occidente, con este último sin saber entender en muchas ocasiones al primero. ¿Por qué? Porque hay rasgos identitarios y culturales muy dispares, formas de gobernar diferentes y una historia política influenciada mutuamente pero también distante, según los analistas.
“Bajo muchos escenarios, Rusia ha sido un enigma que Occidente no ha sabido entender”, apunta Iván Fernando Mérida Aguilar, experto en relaciones internacionales, en el medio ‘Meer’.
Una situación de distanciamiento y retórica del contrario que, además de ser utilizada para justificar la guerra en Ucrania, se espera que suponga un gran rédito electoral para Putin en estas elecciones, ya que se alinea con lo que muchos ciudadanos rusos defienden.
¿Qué vendrá después de Putin?
Con tres décadas en la Presidencia ya prácticamente aseguradas —según los datos— para Putin, otra pregunta que queda en el aire es cuál será el futuro de Rusia una vez se retire del mundo de la política.
Como en cualquier país del mundo, hay un plan de acción en caso de que el presidente muera o se vea obligado a retirarse de la política. Si eso sucede, la Federación Rusa establece que sus poderes serán asumidos temporalmente por el presidente del gobierno –o primer ministro—, cargo que actualmente ocupa Mikhail Mishustin.
Pero el problema que señalan los politólogos es la ausencia de una figura política que pueda reemplazarlo como favorita/o, con la excepción del expresidente Medvedev. Algunos señalan que esta hipotética transformación podría traducirse en una potencia más cercana a Occidente, de la cuerda del actual presidente o más autoritaria –virando más a la derecha—.
“Rusia no cambiará de régimen hasta que Putin salga del Gobierno. Cuando ocurra, Occidente deberá aprovechar para ayudar a encaminar al país hacia la democracia, aunque solo sea para su propia seguridad. Si no se consigue, existe el riesgo de que se rearme bajo un poder más radical”, sostiene Oleg Lukin, periodista y analista internacional, en un artículo en ‘El Orden Mundial’.