¿Dónde está el arte?
Se pregunta Vladdo en su columna de hoy en El Tiempo.
Y continúa: “es evidente que la del torero contra el toro es una pelea desigual, en la cual el pobre animal lleva siempre las de perder”.
E insiste: “¿Dónde está el arte? ¿En vapulear a un pobre animal antes de atravesar su cuerpo con una fría espada de acero? ¿En ver doblarse al toro, moribundo, mientras cae en un charco de sangre? ¿En cortarle las orejas o la cola y exhibirlas como trofeos?”
Quiero dejar muy en claro, que estoy en contra de las corridas de toros y de cualquier tipo de espéctaculo en que sea maltratado y muerto un animal.
Pregúntele a mi perro “Pancho”, soy el primero que revira cuando alguien le tira una piedra o busca hacerle daño.
A mi perro, a un toro, a un gallo de pelea, al animal que ustedes quieran.
Pero yo le pregunto a Vladdo, ¿Ha visto como se sacrifica un bello toro en una asquerosa y nauseabunda morgue, llamada : Matadero?
El solo nombre elimina cualquier vestigio de “Arte”
Le resumo el proceso de quitarle la vida a un toro por la “vía legal”.
Los toros son llevados de sus verdes pastales, y subidos por decenas a palazos eléctricos a un camión que los transporta como ganado.
Llegan a un alejado sitio donde en el aire pesa un grueso olor a muerte.
Con los mismos bastones eléctricos los bajan del camión, y a punta de hijueputazos los colocan en un fila que comienza a avanzar y donde el toro presintiendo lo que sigue eleva su estrés al máximo.
Apenas entra a un cubículo, donde sólo el cabe y no hay posibilidad de escapatoria, un hombre musculoso escondido en la parte superior, le suelta con todas sus fuerzas un mazazo de hierro en la cabeza, que estira al pobre animal como si le hubieran descargado un millón de voltios.
Lo deja paralizado, atontado y listo para recibir otra secuencia de mazazos que lo vapulean, hasta que el toro se dobla y cae en un charco de sangre.
De inmediato, lo izan al aire con un garfio que sin compasión y sin saber si ya está muerto, otro matarife con un cuchillo que provoca terror al verlo, le asesta una puñalada en el cuello y raja hacia abajo, dejando caer como catarata todas las vísceras del toro.
Luego es despellejado, destajado y cortado en sus extremidades, para enviarlo las carnicerías en pedazos que serán el manjar de los carnívoros.
Y vuelvo y le pregunto a Vladdo. ¿Dónde está el arte? En este ritual repugnante, doloroso, y nauseabundo que debe obligadamente sufrir el toro en una muerte “digna y legal”.
En el ruedo, el toro también presiente su final, pero tiene al menos la oportunidad de mostrar su casta, su bravío, su nobleza, enfrentado a un torero que de seguro lo mata con más respeto y con más dignidad que el matarife de arriba.
Y tiene dos ventajas más: Al mostrar su valor, es indultado o en el otro caso puede dejar herido o sin vida al torero.
Así es...Me lleva él o me lo llevo yo.
Como sea, no es un final feliz para quienes con valor se enfrentan en ese duelo, donde ambos sin duda tienen oportunidades. Uno más que otro, pero las tienen.
Con el traicionero matarife escondido que a mazazos y puñaladas lo sacrifican sin compasión , ni piedad, simplemente el toro no tiene ninguna oportunidad, es una muerte cobarde y a escondidas. Como suelen ser los asesinatos.
¿Dónde está el arte?
No lo hay.
Pero hay formas y formas de morir.
Y la segunda, en este caso, y en mi opinión es más digna que la primera.
Alfonso Acosta Caparros