El país es una caja de resonancia de sus problemáticas, traumas, sueños y visiones, la agenda política se ha enriquecido con temas cruciales, vitales, anteriormente vedados por los medios de comunicación y los conglomerados hegemónicos amacizados con el Gobierno, de esta manera, más que cambio de mandato, lo que está en juego es la continuidad o sepultura de un régimen caduco, perverso, excluyente, injusto e insostenible: el uribismo con todos sus ropajes.
Hacer visible la otredad, es decir, mostrar otras narrativas, realidades, lenguajes, discursos, preocupaciones, cosmovisiones, alternativas de solución a las problemáticas del país y de los sectores históricamente marginados, excluidos o violentados por los poderosos de siempre es lo más llamativo de la actual coyuntura política colombiana.
De moda se han puesto expresiones idiomáticas con profundo significado, nacidas de lo más hondo del alma y sentimiento de las comunidades integradas a Colombia en su parte montuna, rural, campesina, pueblerina, me refiero a términos esbozados por Francia Márquez, formula vicepresidencial de Gustavo Petro. “Soy porque somos”, “mayoras”, “juntanza colectiva”, “abrazo ancestral”, “los nadies”, “hasta que la dignidad se haga costumbre” o “vivir sabroso”, son algunas de ellas.
Vivir sabroso es una filosofía de vida, connatural a los pueblos negros de Colombia, en armonía con el cuidado de la naturaleza, la comunidad y el medio ambiente, articulado a los proyectos globales de vida de estas comunidades (espiritual, social, económico, político y cultural), un ideario de convicciones de las luchas y resistencias por la defensa de la vida, la cultura y el territorio, mismo que es parte integral y fundamental de la cultura.
Vivir sabroso se rebela a los límites occidentalizantes del conformismo de los excluidos o la tradicional mirada del confort, gozo o disfrute sin desenfreno de las cosas materiales, por el contrario, cuestiona las lógicas asociadas a la acumulación voraz, la competencia, lo mercantil, el individualismo, lo patriarcal, el neoliberalismo y capitalismo salvajes. Sí algo ha permitido la supervivencia de las negritudes del pacifico y del caribe colombiano, es la defensa del territorio, su espacio vital, y su cuidado es fundamental para garantizar supervivencia a la explotación y colonización territorial.
En consecuencia, la solidaridad, la preocupación por el otro y los otros, el trabajo colectivo, la juntanza comunitaria son fundamentales para vivir en sociedad, salir adelante, superar las dificultades de la vida, vivir con dignidad.
En cierta forma se exaltan las experiencias de vida de los pueblos afrodescendientes del pacifico, Atrato y Caribe, su legado cimarrón, los palenques ancestrales, las minga, los convites, las faenas de trabajo colectivo, donde hombres, mujeres y niños trabajan untados de cariño, porque entienden solidariamente “soy, en la media que somos todos”.
Vivir sabroso es vivir feliz, dignamente, con lo que merecemos, a la manera y sentir de las comunidades, donde el paraíso no sea una quimera sino una realidad terrenal aquí y ahora, prensa proestablecimiento, opinadores y una parte de la opinión pública se burlan de esta red de significados, lenguajes y pensamientos de las colectividades afrocolombianas, desconociendo el carácter multiétnico y pluricultural, pilares de la constitución de 1991, es decir, siguen sin entender nuestro carácter de nación pluricósmica e invisibilizan a los demás pueblos hermanos diversos, distintos, diferentes.
En cierta medida las luchas por el poder se manifiestan hoy más que nunca en el lenguaje, ámbito en disputa, el conceptual, allí donde se delinea y deconstruye la interpretación y transformación de las realidades de los territorios en la voz de actores legítimos, líderes y lideresas.
Sin duda alguna, Francia Márquez cuenta con un poder comunicacional desnudante, descifrante de esas lógicas de engaño y manipulación con las que han sometido al pueblo colombiano, su discurso llega directo al corazón y alma del ciudadano de a pie, ella comunica al país político o formal las voces y clamores del país real, los de abajo, los ninguneados, los nadies, los nunca escuchados, mismo que hoy se sienten escuchados y dignamente representados por ella.