Cuando sus compañeros le dijeron que Cristo había resucitado, Tomás, uno de los doce apóstoles, se negó a creer tan extraordinario hecho. Allí fue donde dio tan escueta respuesta: “ver para creer”. Esta frase extraída de la biblia la utilizamos reiteradamente cuando las dudas nos asaltan en nuestra cotidianidad y cuando se apodera de nosotros la desconfianza al no aceptar a ciegas lo que se nos ofrece. Para eso, tenemos que comprobar ocularmente cualquier situación que se presente y así poder convencernos de que aquello es cierto, siendo lo ideal creer sin haber visto.
Otras frases cortas y categóricas hemos escuchado como es el planteamiento filosófico de René Descartes, el cual se convirtió en elemento fundamental del racionalismo occidental: “pienso luego existo”. Podría mencionar muchas frases demoledoras que a través de la historia antigua y contemporánea han marcado hitos en su sentido filosófico o en la cultura popular solo para decir que con todas estas guardan similitud frases más cercanas a nuestro entorno, a las que les guardamos fidelidad cuando nos toca dar una respuesta a hechos que nos abruman en cualquier situación que se nos presentan.
Estas frases se sacan del cubilete, resuelven el problema y con ellas podemos dejar pasmado a nuestro interlocutor: “vivir para ver”. Su sonoridad es muy similar a la frase pronunciada por Santo Tomás. Son parientes cercanos, pues las dos se refieren a la comprobación óptica de un hecho, donde se encuentra comprometido uno de los sentidos más preciados del ser humano, como es la visión. En el mismo sentido Gabriel García Márquez escribió su libro Vivir para contarlo.
“Vivir para ver” significa que se ha tenido la suficiente vida y privilegio para haber presenciado hechos inverosímiles o momentos históricos que nos marcaron para siempre. Un ejemplo representativo e histórico fue haber presenciado en directo el 16 de julio de 1969 el alunizaje de los Astronautas Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins. La llegada a la luna fue un hecho extraordinario que nos dejó pasmados. También el atentado terrorista del 11 de septiembre del 2001, cuando presenciamos el coordinado ataque a las torres gemelas por el grupo Al Qaeda. Este fue un terrorífico momento histórico que marcó la historia contemporánea para siempre y nosotros lo vivimos casi en directo por la televisión. ¿Quién iba a creer que en el país del Tío Sam, en su propio territorio, en su corazón financiero, fuese a ocurrir un atentado de tal magnitud? Vivir para ver.
Alfonso López Michelsen, el intelectual más destacado del siglo veinte en este país, cuando le tocaba presenciar algo impensable, inusitado e insólito en la vida política, social o económica del país decía: "vivir para ver". ¿Quién iba a pensar que hace tres años en el Teatro Colón de Bogotá presenciamos mayor voluntad, sensatez y aplomo de parte de la cúpula de las Farc en la consecución de la paz de Colombia, que sectores pertenecientes al establecimiento colombiano y sectores recalcitrantes de la derecha colombiana que no logran convencerse de la necesidad de ella? Primero están sus intereses de toda índole. ¡¡Vivir para ver!!
“Fue increíblemente estúpido votar no tras cinco décadas de guerra” declaró la Nobel de Paz 1997 Jody Williams que se le otorgó este premio por su lucha contra las minas antipersonas. Comparto su apreciación, aunque creo debió ser un poco más diplomática o será que considera que a nuestro pueblo hay que hablarle de manera descarnada para que posiblemente entienda. Nos tocó presenciar la negación de la terminación de un conflicto armado, que no se pudo acabar por la vía militar. Nos tocó ver lo increíble, lo inverosímil, nos tocó ver cómo fácilmente manipulan y manejan a este sufrido pueblo colombiano. La paz es un derecho contemplado en el artículo 22 de nuestra constitución y su aplicación está por encima de cualquier pírrica mayoría. Ese plebiscito su realización fue superflua. ¡¡Vivir para ver!!
La pírrica ganancia del fatídico e innecesario plebiscito aplazó la hecatombe electoral que se veía venir en aquella época para el partido llamado Centro Democrático. Ganar el plebiscito por un mínimo de votos les impuso “su triunfo” en las pasadas elecciones presidenciales. El 27 de octubre del presente año, con la realización de elecciones de alcaldes, concejos, asambleas y gobernadores, no hubo salvación: la gente se mamó de venderles la obsesión de regresarnos a la guerra. Todo lo anterior, aunado al pésimo desempeño del actual subgobernante, produjo la aplazada hecatombe. Con el resultado del 27 de octubre el gran ganador fue la paz y el gran derrotado fue el delirante “Estado de Opinión”, que hoy deja a la Corte Suprema de Justicia sin ataduras para tomar sus decisiones en derecho. ¡¡Vivir para ver!!