Sentir ansiedad de modo ocasional es algo normal. Sin embargo, las personas con trastornos de este tipo con frecuencia tienen preocupaciones, además de miedos intensos y persistentes sobre situaciones cotidianas, que pueden terminar en ataques de pánico.
Mi nombre es Vanesa, estudio comunicación social y periodismo, y pertenezco a ese 19.3%de población en Colombia que sufre de ansiedad. Desde los 16 años padezco ataques de pánico como consecuencia de un intento de violación que sufrí en el colegio por parte de un profesor.
Conforme pasaron los años, traté de controlar la sensación que ese hecho dejó en mí, pero solo logré llevarla a otras áreas como el estudio, las relaciones sociales y el trabajo. Últimamente esto ha empeorado. Para nadie es un secreto que muchos jóvenes padecen este mal y que esta cuarentena ha disparado más las cosas.
Muchos de nosotros perdimos nuestro empleo por la pandemia y las deudas siguen corriendo: la comida y el arriendo no se pagan solos... Además, como estudiante, tengo que lidiar con la sobrecarga de trabajo que dejan en la universidad, lo hacen como si el mundo se fuera acabar (también por decir que los seis palos que pagamos por el semestre valieron la pena).
Así mismo, el insomnio se convirtió en nuestro compañero, pues es quien nos permite divagar sobre nuestro futuro. Ni las rutinas de ejercicio, ni los intentos de cocinar o de tratar de mantenerse positivo quitan el miedo y el nerviosismo que muchos sentimos encerrados en cuatro paredes. En mi caso, los ataques aparecen de la nada y lo único que puedo hacer es tratar de contener los impulsos que siento para que mi núcleo familiar no se vea afectado.
Para colmo de males, toda la información que en este momento se está manejando solo nos llena de incertidumbre y miedo. Le atribuyo la culpa a los canales de televisión que se lucran con el temor que le siembran a su pueblo, también a las noticias falsas que circulan en redes sociales o en cadenas de WhatsApp, las cuales juegan con la paz mental de las personas. Agreguémosle a esto todos los escándalos ocurridos en nuestro país en los últimos días (muerte de líderes sociales, robo de dinero de Ingreso Solidario, la Ñeñepolítica y lo del laboratorio de coca en la finca del embajador de Colombia en Uruguay).
En un país como Colombia, donde la salud mental no es prioridad, pensar en mi salud y el bienestar de otros con mi misma condición es casi un sueño. Me pregunto qué será de nosotros después de esta pandemia, cómo recuperaremos nuestras vidas y si nuestro país seguirá siendo el mismo: donde el que tiene palanca tiene puesto, donde tenemos que vender el alma para poder sacar una carrera adelante aún sabiendo que a la hora de salir no tendremos oportunidades laborales, donde los jóvenes nos matamos trabajando para ganar un sueldo miserable con el que a duras penas pagamos nuestros transportes y comidas mensuales, y donde, a pesar de estar tan mal, nuestro gobierno nos quiere hundir aún más en la miseria.