En el barrio San Cristóbal Norte tiene su techo uno de los maestros de un arte que pocos sabían que existía, pues salir al asfalto de Bogotá sin paraguas es un suicidio, sobre todo en estos días cuando el fenómeno La Niña ha traído a la Sabana incesantes tormentas.
El paraguas más barato que se consigue en la calle vale 30 mil pesos. En el fragor del Transmilenio no sólo se rompen las ilusiones, sino que es difícil que queden en pie los más fuertes. ¿Qué hacer cuando se rompe?
La inmensa mayoría no lo piensa dos veces y lo bota para aumentar montañas de residuos sólidos en el planeta. Esto sucede porque no conocen a Paulino Wilches. Nació en Boyacá cerca de El Cocuy y hace medio siglo llegó con su familia a la capital. A los 13 años, un maestro le enseñó el arte que ahora le salva el bolsillo a más de uno: curar paraguas, sombrillas o quitasoles.
Desde entonces, este oficio ha sido su escampadero. Un arreglo de paraguas puede costar entre 7 y 10 mil pesos. Sus clientes siempre regresan porque ven que quedan como nuevos. Lo más caro es ponerle una lona a un parasol que puede costar 120 mil pesos.
Don Paulino trabaja en un local muy pequeño, atestado de sombrillas dañadas y herramientas como taladros, máquina de coser y una prensa. Allí, en la calle 162 número 8-39 en San Cristóbal Norte, localidad de Usaquén, espera a sus clientes, esos que llegan con la lluvia a buscar al mago de los paraguas a quien le logramos arrancar estas palabras:
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