Uno de los libros más interesantes de Alcohólicos Anónimos, es sin duda el corto pero sustancioso “Viviendo Sobrio”, porque está dirigido no solo a personas que estén interesadas en esta Comunidad, sino además a aquellas en indagar si tienen o no un problema con el alcohol, y en consecuencia conocer que métodos básicos y sencillos funcionan para no beber, incluso para personas que no tienen este problema, pero que de alguna manera quieren vivir sin una gota de alcohol, sin que esta sea necesariamente “una vida triste, aburridora e insoportable”.
“Viviendo Sobrio” parte de la concepción de Alcohólicos Anónimos, en que el tratamiento consiste en no tomar esa primera copa, porque en términos de la Asociación Médica Norteamericana, “una sola copa puede cambiar la mentalidad de un alcohólico en el sentido de que cree poder tolerar otra, y luego otra, y otra…”, más una aseveración de esta entidad médica, que igualmente ha sido clave en el planteamiento de Alcohólicos Anónimos, en el sentido de que la enfermedad del alcoholismo no se cura, pero se detiene con la abstención total.
Y al adentrarnos al contenido específico de “Viviendo Sobrio” –la primera obra que no fue escrita por sus fundadores, sino por nuevas generaciones de AA- encontramos principios y acciones tan elementales pero repletos de sabiduría –por demás fascinantes- en donde se apresuran a aclarar que de ninguna manera son “preceptos científicos”, sino basados en la experiencia de los alcohólicos recuperados, como “si usted no ingiere el primer trago, nunca se emborrachará” y “un trago es excesivo, pero veinte pueden no ser suficientes”.
Uno de los aspectos novedosos de este libro, es no hacer el clásico juramento de “nunca más” –sobre todo en las resacas o guayabos- porque fijo se desvanece “en situaciones dificultosas”, porque es “más realista y más exitoso decir simplemente ´solo por hoy´ no voy a beber” –tal vez mañana- “pero durante estas 24 horas, decidimos no beber. No importa cuál sea la tentación o provocación, tenemos la determinación de llegar a cualquier extremo que sea necesario para evitar beber hoy”, siendo este el pequeño secreto para acumular días, meses, años o incluso toda la existencia “Viviendo sobrio”.
En las reuniones de Alcohólicos Anónimos, se propone pequeñas rutinas como “organizar el salón, vaciar ceniceros, arreglar sillas, encargándose de limpiar los utensilios usados para el café y las gaseosas” –sin convertirse en utileros de cada grupo- teniendo estas tareas efectos “concretos, benéficos y usualmente sorprendentes” para la recuperación, en la medida que el servicio repara, reconcilia, fortalece, alejando o incluso eliminado la tenebrosa obsesión por beber, y que igualmente se puede complementar con actividades “extracurriculares”, como entretenciones no demasiado exigentes, “sino una diversión agradable en la cual usted no necesite ganar o competir”, sino que proporcione “algunos momentos de placer y tranquilidad”.
Entre estas elementales actividades está averiguar sobre diferentes servicios en nuestro barrio –como las tareas de la junta de acción comunal- o incluso no hacer solo cosas tan “altruistas”, sino además tomarse la libertad en “ensayar algo totalmente frívolo”, como ver la inauguración de los olímpicos, aprender a jugar dominó –no solo el exigente ajedrez- organizar nuestros papeles de antaño o incluso darse el valor suficiente para ver de nuevo “La Naranja Mecánica” –película angloestadounidense - invitando al lector de esta Columna –si tiene problemas con el alcohol- en terminar este listado con otras acciones u ocupaciones, pero teniendo en cuenta unos de los consejos más claves de este libro: Tómelo con calma.
“Viviendo Sobrio” recomienda tener en cuenta la Oración de la Serenidad –que se lee al inicio de cada reunión de AA- “Dios: concédeme Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, Valor para cambiar aquellas que si puedo, y Sabiduría para reconocer la diferencia”, en la medida que una gran mayoría de alcohólicos se niegan por ejemplo a aceptar su pasado y no tienen el menor interés de cambiar sus vidas, que en últimas es una estrategia acertada para perdonarse a sí mismo y a los demás, y en consecuencia alcanzar esa “serenidad” o si se quiere tranquilidad para permanecer sobrio.
Una de las recomendaciones más divertidas de “Viviendo Sobrio”, que pongo a consideración de los lectores de la Columna Dominical –tengan o no problemas con el alcohol- es la siguiente: ¿puede usted imaginarse tomando un whisky con soda inmediatamente después de una leche malteada con chocolate? o ¿una cerveza para acompañar un pedazo de pastel de fresa con crema de leche? Sin desconocer -advierte AA- que un consejo como estos puede estar sujeto al dictamen de un especialista, cuando la persona esté propensa o tenga diabetes, reiterando que AA no da conceptos científicos ni mucho menos técnicos –se requiere a veces la intervención de profesionales, como nutricionistas, internistas o psicólogos- sino que está basado en un experiencia común, que en casos excepcionales –reitero- no aplica para un determinado grupo poblacional.
Finalmente, esta obra recomienda medidas útiles para alcanzar la sobriedad, como descansar lo suficiente, primero lo primero, evitar la soledad, recordar la última borrachera, eliminar la autocompasión, evitar los enredos emocionales, y ante todo mantener una mente abierta para aceptar ayuda y no negarse a implementar alternativas que pueden cambiar favorablemente la vida, deteniéndose este Columnista en “vigilar las iras y los resentimientos” –como advierte “Viviendo Sobrio”- porque las mismas pueden ser un lujo dudoso para las personas normales, pero totalmente prohibido para personas alcohólicas, en el sentido que son dinamita pura, soñadores en bancarrota, con un cumulo de inconformidades, en donde el “resentimiento justificado” lo puede llevar a tomar esa primera y letal primera copa.
Coletilla: Alcohólicos Anónimos fue avanzado para su tiempo –fundada en Akron (Ohio) hace caso cien (100) años, por un corredor de bolsa y un prominente médico cirujano- dándole elementos de juicio a una persona para que determine por si sola si tiene o no problemas con el alcohol, con la libertad de escoger su propio concepto de Dios, o exigiéndole tan solo el sincero deseo de dejar la bebida, aportando a la humanidad la terapia de grupo –como lo reconoció más adelante el psiquiatra alemán Víctor Frank- en donde dos o más personas comparten “su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo”.
Entre los comentarios coloquiales de esta comunidad, está que para que haya una reunión de Alcohólicos Anónimos, solo se necesita una greca de café y dos resentidos. Amén.
*** Asesor Legislativo – Escritor.