La semana pasada, la Iglesia Católica volvió a mostrar la impresionante fuerza que aún tiene en las esferas más altas del poder en nuestro país. Una exposición artística, incomprensible para los máximos jerarcas del Catolicismo, ha reabierto la polémica acerca de la censura que existe en Colombia ejercida por los fieles de la multinacional con sede administrativa en El Vaticano.
Censura que, por supuesto, ya había vivido otra artista nacional hace décadas. Se hace referencia, claramente, al caso de la exposición de la artista antioqueña Débora Arango, realizada en Medellín en 1939, que fue boicoteada por las Damas de la Liga de la Decencia. Luego, su exposición en el Teatro Colón (1940) fue cerrada por orden del político conservador Laureano Gómez, a quien le parecían inmorales sus desnudos; y su exposición en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid (1955) fue clausurada por el gobierno de Francisco Franco. Gracias al autoritarismo falangista, las prostitutas, mendigos y políticos corruptos pintados por Débora Arango, serían invisibilizados durante casi medio siglo. Solo hasta los ochenta, su obra sería recuperada por los museos y por la historia del arte como un testimonio único, radical y femenino de los momentos álgidos de la historia moderna de Colombia.
La exposición que, en esta oportunidad, suscitó malestar en el grupo Voto Católico y la Conferencia Episcopal, entre otros, es de la autoría de otra mujer. Seguramente como el fruto de una coincidencia. Esta vez tres particulares interpusieron por separado recursos de amparo contra el Ministerio de Cultura y el Museo Santa Clara por "presunta violación del derecho fundamental a la libertad de cultos consagrado en el Artículo 19 de la Constitución Política". En esta exposición, se presentarían una serie de custodias y relicarios (comprados en mercados de pulgas) intervenidos por la artista, quien puso una vagina tejida en el centro de las custodias, remitiendo a la tradición femenina del bordado conventual; una operación casi imperceptible a primera vista que permite poner en discusión el carácter androcéntrico y patriarcal de la sociedad colombiana.
Aunque Voto Católico no ofrece información sobre sus responsables, según algunas fuentes el administrador de la página se llama Jesús Herrera, politólogo graduado en 2012 y señalado por algunos como “fundamentalista” (El Tiempo del 30 de diciembre de 2012) gracias a su participación en algunas acciones que, motivadas por su temperamento religioso, pisan los límites de lo legal: en noviembre de 2011, en un debate sobre el matrimonio homosexual en el Senado de la República, publicó en su blog la entrada “Alerta, primer debate del matrimonio gay”, en donde incluyó fotos, teléfonos y correos electrónicos de los integrantes de la Comisión Primera del Senado con el objetivo de generar presión negativa sobre la iniciativa.
"Mujeres ocultas" es el nombre que tiene la exposición de María Eugenia Trujillo que se iba a inaugurar el jueves pasado en el Museo Santa Clara en Bogotá. El trabajo que generó la controversia es una pieza que hace alusión a una custodia que en el centro tiene una figura que se asemeja a una vagina, según la edición digital del diario El Tiempo. Tal y como explicó el Ministerio de Cultura, la muestra "recrea diferentes partes del cuerpo femenino en piezas artísticas que hacen referencia a objetos semejantes a custodias, celosías y maniquíes, para representar la subyugación y maltrato histórico al que ha sido sometida la mujer durante siglos".
Según la derecha radical colombiana, la exposición de María Eugenia Trujillo pretende “desde unas perspectivas feministas atacar los símbolos religiosos de la eucaristía y la fe cristiana en uno de los lugares de adoración, que es la custodia del Cuerpo de Cristo”. Sin embargo, estas palabras hubieran podido emplearse en otras exposiciones realizadas anteriormente en el mismo museo, como Cuerpo Sagrado (2007), del artista norteamericano Andrés Serrano, famoso por su fotografía Piss Christ (1987), en la que introduce un crucifijo en un frasco de orina. La cruzada tampoco fue en contra de la exposición Belleza accidental (2013), del artista Carlos Castro, en la que el artista presentó la escultura Hijo de Dios, una osamenta humana bellamente modificada para parecerse a un simio, dispuesta en el altar de la antigua iglesia.
En definitiva, no es nada diferente a una manifestación de cómo en pleno Siglo XXI la inquisición continúa. Cada vez coincido más con la opinión de uno de los genios colombianos de la literatura, Fernando Vallejo, quien asegura que este país no va avanzar mientras "la mayor empresa criminal de la historia" siga asentada en Colombia. Lo que se le está haciendo a la artista plástica no se puede catalogar de otra forma que bajo el nombre de la censura. Lamentablemente somos una nación tan apática que preferimos permitir esto, en vez de apoyar a Trujillo y al artículo 20 de nuestra Constitución Política.
#DESPIERTACOLOMBIA
@andresolarte