El 24 de diciembre del año 2013 fue la última navidad feliz de Claudia Margarita Zuleta. Todo brillaba para ella: esperaba su segundo hijo y desde hacía 8 meses su esposo, el exsenador conservador Luis Humberto Gómez Gallo, era un hombre libre después de haber pasado dos años preso por sus nexos con el Bloque Tolima de las Autodefensas Unidas de Colombia y con el narcotraficante Eduardo Restrepo Victoria, alias “El Socio”, relaciones que acabaron con su carrera política. La de Claudia Margarita y Luis Humberto no fue una relación común y corriente. No necesitaron de la Torre Eiffel y una góndola en Venecia para enamorarse; las rejas de La Picota en Bogotá y las de El Bosque en Barranquilla fueron suficientes. No tenían mucho en común, Luis Humberto Gómez no solo era 20 años mayor que ella, sino que era padre de tres hijos y cargaba con dos matrimonios encima, uno de ellos fue un acontecimiento social en la Costa cuando en el 2002 se casó con Zulema Jattin, la congresista condenada por parapolítica.
Esa navidad Claudia Margarita las pasó en Ibagué, la tierra de su esposo que además había convertido en su fortín electoral. Nunca se dieron el abrazo de año nuevo. El 25 de diciembre, Luis Humberto Gómez Gallo fue al Club Campestre para a jugar un partido de squash invitado por su gran amigo José Adrián Monroy Tafur, en ese entonces secretario Administrativo de la ciudad. Había pasado una hora cuando el teléfono de Claudia Margarita sonó, entonces la peor noticia se hizo realidad, su esposo sufrió un infarto fulminante. Ni siquiera tuvo tiempo de llegar al hospital.
Al dolor de quedarse viuda a los 30, embarazada de seis meses y con un hijo de un año, se sumaba la incertidumbre económica. A pesar de su prestigio político, Luis Humberto Gómez Gallo dejó más deudas que herencia. Lo único valioso que tenía Claudia Margarita en ese momento era su diploma de optómetra, una costosa carrera que su papá Poncho Zuleta le patrocinó en la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga.
Como buen artista, Poncho se enamora todos los días. Los Zuleta ya se acostumbraron al ritual de cada semestre: fiesta con todas las de la ley en su propiedad predilecta, una lujosa finca en la vía al aeropuerto Alfonso López Pumarejo, es de media hectárea tiene un amplio quiosco, piscina y caballeriza de zar en la parte trasera. Estas parrandas duran más que el mismo noviazgo de los que le quedó una docena de hijos. Poncho Zuleta solo se casó con Luzmila García, la guajira que le aguantó sus andanzas, sus tórridos romances, el más sonado con Ivonne Murgas a quien conoció en San Diego, Cesar y del que nació su hija consentida: Claudia Margarita.
Hasta los diez años la criaron sus abuelos maternos en San Diego. Armando, su abuelo, fue también su papá, sobre todo los fines de semana cuando Poncho Zuleta no podía quitarse de encima la piel de juglar, cantando con los zapatos rotos de pueblo en pueblo del Cesar y La Guajira. Su mamá la inscribió en la escuela Sagrado Corazón de Jesús donde aprendió amar a Dios sobre todas las cosas. Por eso no hay semana que no visite la iglesia.
Claudia Margarita pasó de atender pacientes en el consultorio Dusakawi de Codazzi a ser nombrada secretaria departamental de Deporte en el 2011 por el entonces gobernador del Cesar Luis Alberto Monsalve, hijo de la matrona Cielo Gnecco casada con el zar de las estaciones de gasolina Luis Alberto Monsalvo y dedicada a ensanchar el poder político familiar, con su hijo Luis Monsalvo Gnecco dos veces gobernador del Cesar y recientemente destituido por corrupción.
Tras la muerte de su esposo, Claudia Margarita optó por enclaustrarse, alejarse de la entrometida sociedad vallenata y dedicarse a sus dos hijos: Luis Humberto y Luis Alfonso. No se quitó el traje negro hasta el 2016 cuando la nombraron secretaria de Salud en la alcaldía de Augusto ‘Tuto’ Ramírez Uhía.
La política fue la pócima con la que volvió agarrarle amor a la vida. En 2018 en un desayuno en la casa campo preferida de su papá, sorprendió a su familia cuando les contó que había renunciado a la Secretaría de Salud para lanzarse a la Asamblea departamental. Poncho Zuleta, quien es descrito por su familia como un hombre apolítico que no tiene problema en cantarle a Uribe en el Ubérrimo o a Petro en la Casa de Nariño, se opuso a la aspiración política de su hija y le ordenó irse por lo alto lanzándose a la gobernación del Cesar.
Un bocachico pescado por Poncho en su criadero Mi Salvación y un caldo de costilla fue el plato fuerte de un almuerzo memorable. En la casa campo en las Marías, propiedad de su tía María, Claudia Margarita le contó a los Zuletas que se lanzaría a la gobernación del Cesar, para hacerle contrapeso al poder eterno de los Gnecco y a la clase política tradicional que ha mandado en el último siglo en el departamento.
Dos amigos muy cercanos, el conservador purasangre Miguel Ángel Durán Gelvis quien en su paso por el Congreso estuvo enredado en parapolítica y terminó inhabilitado por falsedad ideológica en documento público y Christian Moreno Villamizar que llegó a la Cámara por La U en 2014 con el respaldo del clan Gnecco con quien terminó divorciándose por la falta de palabra de Cielo Gnecco, la convencieron de saltarse el escalón de la Asamblea y aspirar directamente a la gobernación del Cesar.
A Claudia Margarita le benefició que Moreno Villamizar rompiera con la casa Gnecco. Esto le sirvió para venderse como una independiente que se iría contra la política tradicional. A pesar de contar con el apoyo de Miguel Ángel Durán y ser cercana a los conservadores, Claudia Margarita no sabía en el berenjenal que se metía. El partido por el su esposo dio todo le terminó quitando el aval por culpa del representante Alfredo “Ape” Cuello, un político curtido del Cesar que se entrometió en su camino para favorecer la llegada por segunda vez a la gobernación del Cesar de Luis Alberto Monsalvo Gnecco.
Entonces al bloquearse la opción azul, no tuvo más opción que tocar la puerta del Centro Democrático. La buena relación que tiene con el expresidente Álvaro Uribe, a quien le guardaba respeto y cariño, la llenó de esperanza. Con el aval del uribismo pero sin dinero y decidida a no pedirle ni un centavo a su papá, Claudia Margarita hizo campaña con las uñas, caminando con micrófono en mano los 25 municipios y 165 corregimientos del departamento, tocando puerta a puerta para convencer al pueblo que era el momento del cambio. Eso sí, aprovechó el talento de Poncho Zuleta para pedirle que la acompañará a uno que otro evento y cantara gratis.
Y entonces Claudia Margarita empezó a convertirse en un fenómeno y para los Gnecco en una pesadilla que amenazaba con arrebatarles lo que creían seguro: la gobernación del Cesar, incluso intentaron persuadir de renunciar a su candidatura. Siendo la candidata del partido de gobierno, tuvo que ver impávida como Iván Duque visitaba a los Gnecco en su caso campo en Las María apoyando a su contrincante. A pesar de la traición del entonces presidente Iván Duque, a pulso Claudia Margarita consiguió 95 mil votos, que si bien no le hicieron sombra a los 269.115 votos que obtuvo Luis Alberto Monsalvo, le alcanzaron para un puesto a la Asamblea, tal como era su plan inicial. Desde entonces, se convirtió en la voz contra los Gnecco y también con el presidente Duque, eso sí sigue respetando el nombre de Álvaro Uribe portándolo con honor como su mentor.
Ella no pierde la esperanza de ser la primera mujer en ser elegida por el voto popular como gobernadora del Cesar. Para eso, ha cambiado la estrategia, ya no se muestra abiertamente uribista como antes. En las últimas legislativas le hizo campaña al senador Alfredo Rafael Deluque del partido de La U, un super poderoso de La Guajira a quien Claudia Margarita presenta como su primo. Mientras tanto, su papá cantaba por José Alfredo Gnecco al Senado demostrando una vez más que es amigo de todo el mundo y que cuando de política se trata cambia de piel a su antojo así pase por encima de los intereses de su hija.
Nueve años después de perder lo que más quería, el sol volvió a salir para Claudia Margarita. El 7 de agosto sorprendió a los invitados VIP que asistieron a la Plaza de Bolívar a ver como Gustavo Petro se convertía en el primer exguerrillero presidente cuando apareció vestida de roja y de gancho con nadie menos que su papá quien lucía gafas oscuras y una extraña sonrisa de ganador como si en sus canciones jamás hubiera dado vivas a la tierra paramilitar. Claudia Margarita se alista para llegar a la gobernación del Cesar y se le vio cantándole las canciones de amor del maestro Cepeda en su concierto en Bogotá en el Movistar Arena al médico cachaco que la volvió a enamorar.
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