Ha pasado que a raíz del Decreto Presidencial 457 del 22 de marzo de 2020 con el que el gobierno nacional ordenó el aislamiento para mitigar la creciente proliferación de contagio por el COVID 19, gran cantidad de empresas tomaran como opción la generación de vacaciones colectivas o anticipadas para los empleados, basándose para ello tanto en el Código Laboral como en la Circular No. 21 del mes de marzo expedida por el Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social; en la que adicional a las vacaciones colectivas, orienta a los empleadores a otras formas de afrontar la crisis sanitaria, tales como: el trabajo en casa, el teletrabajo, una jornada laboral flexible, permisos remunerados y la generación del salario sin la prestación del servicio por parte del trabajador. Los empresarios a la luz de las finanzas, inmediatamente escogieron las vacaciones colectivas, mandando a las casas a los empleados a asumir de esta forma los impases del aislamiento.
Pienso que en este caso puntual, el gobierno se ha equivocado y no debió orientar esta medida; es más, debió prohibirla, restringirla. La opción por la que optaron los empresarios, ampliamente caracterizada en vertientes capitalistas, no tiene en nada que ver para los días de la cuarentena con lo consagrado en el artículo 53 de la Constitución Nacional. Las vacaciones son un derecho ganado, siendo su esencia el disfrute de un buen descanso con el que el trabajador recargue las energías para retomar sus labores, una vez termine el periodo vacacional.
Puedo decirlo con total seguridad, que en el lapso de tiempo definido para el aislamiento, lo menos que están gozando las familias y el trabajador es de un descanso, de una tranquilidad, de un sosiego y mucho menos de poder estar disfrutando las vacaciones colectivas que diferentes empresas concedieron a quienes laboran en ellas; sin desconocer de hecho que en algunas clases de actividades no podrían haber aplicado el trabajo en casa o teletrabajo. La pregunta sería que va a pasar luego del aislamiento y de que éste se extienda. Preocupa la respuesta, en el entendido que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha manifestado en documento oficial el pasado 18 de marzo que por efectos del COVID se podría llegar a aumentar en un máximo de 25 millones de personas, la cifra de desempleados a nivel mundial. Es hora de que se salvaguarden las garantías laborales.
A nivel de la educación, la situación fue similar. El gobierno decidió adelantarle a los docentes las vacaciones de mitad de año, como medida de contención, perfilando que luego de ello se inicie labores de enseñanza con metodologías flexibles, tendientes a la virtualización de la pedagogía. En papel suena bien, pero en la realidad de los contextos de las instituciones educativas no tanto. Tomando la palabra institución como el conjunto total de personas que hacen parte de la comunidad educativa: estudiantes, docentes, directivos docentes, egresados y acudientes. Al analizar la arista de los acudientes encontramos una gran cantidad de papás comprometidos con la educación de los hijos; pero también están los que no, ya sea por sus múltiples ocupaciones que les permiten llevar el sustento a los hogares, porque no están en el país o simplemente porque son indiferentes al proceso. Dentro de los comprometidos con el aprendizaje académico, habría un alto porcentaje que no cuentan con los recursos técnicos para hacerlo; careciendo de celular o de equipos de cómputo en la casa. La cultura en Colombia está dada para que sea el gobierno nacional a través de las instituciones educativas quienes suplan todo lo necesario para la educación de los menores. Así se formó la costumbre y la costumbre toma fuerza de ley. Para los papás las instituciones son las que resuelven todo en materia de enseñanza. Este desligue difícilmente se dará o si se da sería de forma muy lenta, no a la velocidad que hoy en día se presume. Si en diversos casos la conectividad dentro de las mismas instituciones no existe, qué se le podría exigir a los acudientes que en lo conocido de los contextos trabajan para el sustento diario y sus condiciones habitacionales son mínimas.
Respecto a los educadores, como en todas las ocasiones, están dispuestos a generar las alternativas flexibles con la mejor voluntad posible, porque allí está la esencia de la enseñanza. En la vocación de formar integralmente a los menores; independiente del sitio desde donde lo hagan. Bien sea desde un aula regularmente dotada, a merced de los improperios del clima en algunos casos; o desde un escritorio, buscando los recursos flexibles que le permitan sacar adelante una eventual virtualización de las metodologías. En este sentido, el gobierno nacional no debió decretar el adelanto de las vacaciones de mitad de año para los docentes. Este tiempo debió usarse para que las instituciones educativas, acatando el aislamiento obligatorio, adelantaran las labores concernientes a una efectiva virtualización y poder orientar a los estudiantes y acudientes con esquemas definidos de actividades a ejecutar luego del 20 de abril, fecha que se ha considerado de parte del gobierno para que los alumnos retomen las clases. A las vacaciones le antecedieron dos semanas de desarrollo en las que se trabajó al respecto, lo que dio el tiempo para la planeación. En ese sentido era necesario dar espacio para la implementación y que el retorno a clases con enfoque virtual, tenga escenarios precisos de acercamiento académico entre las partes.
Ahora, siendo bien positivos. Consideremos que las condiciones están dadas, la conectividad, los recursos, la disponibilidad plena de los padres sumado al servicio docente. Hablemos de los estudiantes. Desde preescolar hasta grado once. ¿Nuestra idiosincrasia es de autonomía o de dependencia? La respuesta no se hace esperar. El sistema está dado para que los estudiantes actúen sobre una dependencia marcada. Dependencia a que todo esté listo, dependencia a que se les indique qué hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo y donde hacerlo. Si bien es cierto en la educación colombiana se trabaja el modelo por competencias esto es saber hacer y ser contexto, las competencias están debidamente referidas en planes de área y de aula desde donde generalmente al estudiante se le orientan los caminos para sacarlas adelante. No actúan por sí solos, es un trabajo en conjunto entre la institución educativa, los docentes, los estudiantes y en su mejor escenario los acudientes.
En conclusión, la virtualización puede llegar a ser posible en Colombia pero de forma lenta, con escaños que se vayan mejorando en el tiempo, creando una cultura que poco a poco nos lleve a la autonomía, concientizando al niño y al adolescente de la importancia de la autoformación; pero sobre todo trabajando en equipo, donde cada parte actúe con la responsabilidad que le corresponde y donde se ofrezcan las garantías necesarias para que los resultados sean visibles en el proceso de enseñanza aprendizaje. Estas garantías deben visionarse no sobre el marco de una pandemia; sino sobre horizontes educativos debidamente proyectados, consensuados y monitoreados. No obstante, si la pandemia es el punto de partida para el inicio, es preciso tomarlo de la mejor manera para que en la evaluación que se haga de los resultados se generen los mejoramientos a que haya lugar.
