¿Virtualidad clasista o de segunda?

¿Virtualidad clasista o de segunda?

¿Qué pasa con aquellos niños y jóvenes que viven en zonas rurales o en sitios vulnerables, que son de bajos recursos o menos favorecidos?

Por: Valeria Esteban
febrero 18, 2021
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¿Virtualidad clasista o de segunda?
Foto: Needpix

Aún sin terminar la pandemia del COVID-19 y en medio del inicio de la vacunación, comenzaron de nuevo a reactivarse todos los sectores económicos del país y con ello, la educación; que a propósito entra en alternancia, para que estudiantes y padres de familia se vayan adaptando de acuerdo a las normas de bioseguridad, 2 o 3 días a la semana, hasta que llegue el regreso total a clases. ¿Pero qué pasa con aquellos niños, niñas y jóvenes que viven en zonas rurales o en sitios vulnerables, que son de bajos recursos o menos favorecidos?, ¿cuál es esa realidad que deben enfrentar estudiantes y padres cuando las oportunidades no son nada propicias?

Esta es la historia del Liceo Semillas de la Esperanza, ubicado en altos de Cazucá, al sur de Bogotá, en el municipio de Soacha. El misionero Jairo Cruz lleva 20 años trabajando en la zona, entregando educación básica primaria y alimentación a más de 120 pequeños menos favorecidos, que en gran porcentaje provienen de familias desplazadas. Se apoya en los buenos corazones del plan padrinos, con el que recibe la suma de $40.000 mensuales por cada uno de los menores, aunque nunca ha alcanzado a tener a todos apadrinados. Además, con la pandemia, durante el 2020, muchos de los que apoyaban esta bella iniciativa no pudieron continuar, lo cual apretó la economía del colegio.

Mientras en un gran sector privilegiado de las principales ciudades nuestros niños y jóvenes se adaptaban a la virtualidad a estudiar por horas frente al computador, en Altos de Cazucá, los niños simplemente no podían ni asistir a clases físicas y mucho menos virtuales, porque al no tener la herramienta básica como un computador, una tablet o un buen celular, además de lo más importante, la conectividad, sencillamente se quedaron sin volver a sus estudios. Igualmente, sus padres, que por lo general son personas que viven del rebusque y del día a día, tampoco podían salir, porque ni trabajo ni con quién dejar a sus hijos, ya que el colegio funcionaba a media marcha.

El misionero Cruz, viendo la terrible situación de “sus niños”, como cariñosamente les llama, empezó con su grupo de profesoras a preparar bolsas básicas de mercados para entregar a los padres de familia y sacar fotocopias semanales de los libros y tareas a manera de guías, para tratar que los niños no se atrasaran y tuvieran la posibilidad de hacer desde casa sus labores académicas. Así terminó el año y a tientas graduó a los del nivel básico primaria. Sin embargo, en diciembre la situación económica lo puso a ver la opción de cerrar el colegio, pues los recursos no daban para tanto, pero su grupo de profesoras, con el amor que las caracteriza, pidió seguir apoyando la causa y bajarse el sueldo para lograr en 2021 seguir adelante.

Este año, el Liceo Semillas de la Esperanza de Altos de Cazucá tiene el gran reto de continuar dando educación y alimentación a sus niños y niñas. Gracias a buenos corazones, ha recibido celulares y computadores de segunda, en buen estado, para donarlos a los estudiantes. Así mismo, entre algunos amigos del misionero pagan una hora de conectividad diaria en la zona para lograr que los pequeños puedan seguir adelante con sus estudios de manera virtual.

Los “estudiantes privilegiados con internet” deciden estar conectados el número de horas que quieren, y hasta pereza le han tomado al regreso a las clases físicas, mientras que los niños, niñas y jóvenes menos favorecidos y de zonas rurales a las que no llega la conectividad sueñan con poder hacerlo para aprender, como en el caso de Altos de Cazucá.

Aunque Colombia se encuentra entre los países que más trabajan por mejorar la llegada de la conectividad a los departamentos más apartados y las zonas menos favorecidas, la verdad es que queda mucho camino por recorrer. Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) tendrán un nuevo reto este año para superar el 70 por ciento de los hogares conectados, siendo Bogotá la ciudad que mayor conectividad posee, con 25 por ciento por cada 100 cien habitantes, lo cual incrementa el consumo de internet fijo, ya que se sigue imponiendo el trabajo y el estudio en casa.

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