El pasado domingo 30 de Noviembre participé por primera vez en una carrera atlética. Mi “debut” tuvo lugar en la carrera de New Balance, que tenía dos recorridos distintos, de 7 y 15 kilómetros.
Al llegar al Parque Simón Bolívar -punto de partida y llegada de la carrera- me encantó ver el ambiente que se respiraba en el lugar. Por todos lados se podían ver cientos de personas activas y alegres que, entre calentamientos y bailes, estaban a la expectativa de realizar su cuota de actividad física dominical, además de cumplir sus respectivos retos personales para ese día.
Sin embargo, y a pesar de la buena onda que reinaba en el ambiente, un detalle me molestó y me pareció de muy mal gusto. Al lado de la tarima principal del evento se encontraba una carpa muy grande con un aviso que la identificaba como la “zona VIP” de la carrera.
¡VIP! Según pude observar, los corredores que ostentaban esta categoría tenían acceso a la exclusiva zona en donde, separados del resto de participantes por medio cercas, tenían acceso a más oportunidades de hidratación y recibían productos extra por parte de algunos patrocinadores. Adicionalmente, los corredores VIP partían antes que los demás (supongo yo que para no tener que entrar en tanto contacto con personas “menos importantes”).
Este tipo de atenciones y preferencias tendrían sentido si fueran dirigidas únicamente para los atletas élite, aquellos que dedican su vida al atletismo y que afrontan estos eventos con un carácter profesional y no con el ánimo recreativo de los demás mortales. Sin embargo, y por lo que pude observar, ese no fue el caso en esta carrera, lo que me genera varias dudas.
En primer lugar, ¿qué necesidad hay de establecer un grupo de ‘very important persons’ en una carrera? No entiendo ese empeño en generar divisiones y clasificaciones en una actividad que debería ser igualitaria y democrática como lo es la realización de deporte y actividad física. Si trotar, caminar y correr son actividades que pueden ser realizadas por igual por todas las personas (sin importar su condición socio-económica o si son famosas o no), ¿por qué establecer distinciones entonces?
En segundo lugar, ¿qué tiene que hacer una persona para ser considerada como “muy importante” en una carrera, y en la vida? En Colombia se ha degradado este término al punto de que en muchos eventos, sitios y sectores solo basta con pagar más dinero para entrar en la pomposa categoría de VIP. Y quiero que le quede claro, querido lector, que si usted tiene que pagar de más, o ser de la rosca de los organizadores de un evento para entrar en la categoría de VIP, usted no es realmente una persona muy importante.
Nos quejamos mucho de la desigualdad que se vive en Colombia, pero con medidas como estas solo se está contribuyendo a ahondar este problema. Por este motivo me quiero despedir con una última reflexión: ¿Cómo podemos aspirar a reducir la inequidad y desigualdad en este país, si hasta en un evento deportivo de carácter recreativo hay personas “más importantes” que otras?