No es la primera vez que los pasillos de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia hablan, interrogan y gritan. Desde hace algunos años las voces silenciosas se han entrelazado con los murmullos, la indiferencia y el miedo. No es la primera vez que en sus pasillos se clama por acciones y atención a las denuncias que involucran a varios docentes en actos de abuso y acoso. Ya los pasillos habían hablado y ese rumor había sido confrontado en una reunión pública con los aspirantes a la decanatura el 16 de marzo de 2017. Hace exactamente cinco años y 150 días.
Ese jueves 16 de marzo, en el auditorio Horacio Montoya Gil y ante una masiva asistencia de la comunidad académica, le solicité a los tres aspirantes a la decanatura —Luquegi Gil Neira, Berta Fanny Osorio y Miguel Ángel Montoya— que presentaran sus propuestas específicas y las medidas a tomar ante las situaciones de acoso y abuso que implicaban a varios profesores de la facultad. A mi intervención sobrevino un silencio incómodo —recuerdo con precisión algunas miradas de sorpresa y expectación—, pues rompí la complicidad del silencio cobarde y evidencié un tema del que se hablaba mucho en voz baja y se mencionaba poco en voz alta.
Y lo hice porque como estudiante del pregrado de Ciencia Política vi el abuso y acoso al cual fueron sometidas varias compañeras en diferentes semestres. Abusos que en algunos profesores rayaban en patrones cercanos a la depravación. Ante la angustia que percibía en varias de mis compañeras las invité a denunciar, a sentirse seguras para iniciar procesos, a contribuir a ponerle un alto a los abusadores. De poco sirvió.
Algunas me dijeron que “denunciar no servía para nada”, otras se sentían muy intimidadas para emprender acciones, y otras solo me dijeron que pronto se iban a graduar y ya poco importaba.
Personalmente, fue una situación que me conmovió y angustió bastante. No me cabía en la cabeza que en una Facultad de Derecho y Ciencias Políticas las estudiantes no sintieran la tranquilidad suficiente para denunciar situaciones de acoso y abuso: ¡Por Dios, es una Facultad de Derecho! Pensé mucho en las estudiantes que ingresarían a la Facultad, tan llenas de sueños y expectativas —con lo difícil que es entrar a la Universidad de Antioquia—, pues ellas se verían expuestas a esos profesores abusadores y acosadores.
Ante la falta de denuncias o procesos, esos profesores se sentían impunes y con patente de corso para seguir con sus prácticas.
Volviendo a esa mañana del 16 de marzo de 2017, en el histórico auditorio Horacio Montoya Gil, sin refugiarme en una capucha y comprendiendo lo que se me podía venir, alcé mi voz y solo pedí que se tomaran medidas urgentes ante los acosos y abusos. La Facultad debía propugnar por un entorno libre de todo tipo de violencias, acosos o chantajes; se debía crear un ambiente de confianza para que las estudiantes denunciaran y que la impunidad no perpetuara esas violencias. Hace exactamente cinco años y 150 días preguntaba: ¿Hasta cuándo?
Ahora, cuando la opinión pública tiene su mirada puesta en la Facultad tras una ola de denuncias de acoso y abuso por parte de algunos profesores, vuelvo con tristeza a esa mañana del 16 de marzo para preguntarme: ¿acaso, fui escuchado?, ¿qué se hizo?, ¿por qué las medidas que se tomaron en ese momento fueron insuficientes?, ¿por qué no se han podido erradicar esas violencias?... ¿Hasta cuándo?
El entonces candidato a la decanatura Luquegi Gil Neira me respondió que ante esos hechos habría “cero tolerancia”. Sin entrar a revisar su gestión, su trayectoria o sus aspiraciones, solo puedo concluir que sus medidas desde la decanatura fueron insuficientes. No me corresponde ante un tema tan delicado asignar responsabilidades, tan solo espero que, si los pasillos de mi amada facultad vuelven a hablar, interrogar o gritar, lo hagan para compartir mensajes de respeto, inclusión y tranquilidad. No para volver sobre una pregunta tan angustiante: ¿Hasta cuándo?