Violencia contra la mujer, ¿otra herencia del pensamiento colonial europeo?

Violencia contra la mujer, ¿otra herencia del pensamiento colonial europeo?

El cambio político que propone el actual gobierno remite a la idea de que Colombia no solo requiere un cambio político, sino cambios sociales y culturales

Por: Jaime Rivas Díaz
mayo 19, 2023
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Violencia contra la mujer, ¿otra herencia del pensamiento colonial europeo?

En una página de Internet de la ONU MUJERES se registra que:

  • La violencia contra la mujer -especialmente la ejercida por su pareja y la violencia sexual- constituye un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres.
  • Las estimaciones mundiales publicadas por la OMS indican que alrededor de una de cada tres (30%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.
  • La mayor parte de las veces el agresor es la pareja. En todo el mundo, casi un tercio (27%) de las mujeres de 15 a 49 años que han estado en una relación informan haber sufrido algún tipo de violencia física y /o sexual por su pareja.
  • La violencia puede afectar negativamente la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres y, en algunos entornos, puede aumentar el riesgo de contraer el VIH.
  • La violencia contra la mujer puede prevenirse. El sector sanitario tiene una importante función que desempeñar para proporcionar atención integral de salud a las mujeres que sufren violencia, y como punto de entrada para derivarlas a otros servicios de apoyo que puedan necesitar.

En otra página se lee: En 2021 hubo 210 feminicidios en Colombia, la cifra más alta de últimos años.

Lo cierto es que todo el mundo se queja de la violencia contra las mujeres, pero ni los programas sociales ni los sistemas de justicia aplicados al tema parecen mejorar la situación y el drama se hace más profundo cuando uno ve en la televisión colombiana a padres asesinando niñas y a sus propias compañeras, y cuando no, empresas familiares de corrupción de menores, de venta de prostitutas adolescentes a turistas y a todo tipo de clientes que tenga con qué pagar.

Y es que el tema, especialmente en Colombia, pasa por una visión hipócrita, se puede decir. Colombia es heredera culturalmente de Europa, no de lo mejor de Europa, de lo peor: del clasismo, del antifeminismo y del racismo. El machismo europeo se nos coló con Colón y sus huestes de antisociales que vinieron a robar el oro y la plata de América, a violar indias y negras esclavizadas y a matarlas cuando se resistían.

La cultura Europea se supuso superior a la de los indígenas americanos y de los esclavizados africanos, lo que le dio autoridad para fundar un país como Colombia, en el que la mujer, el afro y el indígena eran menores que el macho hispano y su descendencia varonil. De ahí que haya hasta ahora mujeres bogotanas que en un desfile comparen a nuestra vicepresidenta con un simio y que afirmen que los negros no tienen capacidades iguales a los blancos.

El problema se podría rastrear a la España colonial, heredera del pensamiento grecoromano y judeocristiana, donde la mujer no era igual al hombre, ésta era una especie más de propiedad del padre o del esposo, que se intercambiaba por favores económicos y de poder político, como los matrimonios arreglados de las autodenominadas familias nobles para acceder o mantener un reino. Pero además, en ese mundo del machismo europeo mezclado con ese oscuro y violento sacerdocio católico, la mujer era considerada la Eva del Génesis, la culpable de la maldición divina por haber corrompido a Adán. Así es que todas las mujeres de la Europa medieval eran sospechosas de brujas si se mostraban inteligente, liberales, y autónomas, y su castigo era venderlas como esclavas, como putas o quemarlas; de hecho, miles de ellas fueron quemadas por el infame Santo Oficio, declaradas como hijas o socias de Satanás.

Y esa cultura se impuso en las colonias españolas a punta de sable, crucifijos y leños ardientes.

Ya en la Nueva Granada y la Colombia colonial actual, el hombre podía matar a su esposa: el delito se llamaba: intensa ira e intenso dolor. ¡Y era excarcelable!, Lo que explicaría mucho de los feminicidios actuales. Esa cultura está viva, la Colonia mental y cultural no se ha modificado. Hay todavía familias blanco mestizas colombianas que buscan sus raíces en España, que se niegan a ser parte de estos colombianos “chibchombianos”, adorando lo europeo como cenit del desarrollo cultural humano cuando Europa ha demostrado ser tan salvaje, bárbara y primitiva como lo demostró Hitler y sus SS contra los judíos. Ya los africanos y los indígenas americanos como los australianos y otros del ámbito asiático podrían dar cuenta de lo poco humanos y civilizados que eran los europeos.

Recordemos que en Colombia las mujeres fueron consideradas ciudadanas solo en los años cincuenta del siglo pasado, cien años antes se había dictado una ley de manumisión de los esclavos negros y esos fueron considerados ciudadanos solo en los años treinta del siglo XX. Los indígenas han luchado desde la llegada de los españoles para que se los considere seres humanos. Fue hasta la Constitución de 1991 que se reconoció la multiculturalidad y plurietnia de los colombianos. Y aunque esa Constitución refleja el problema de la sociedad colombiana en cuanto el reconocimiento de la diferencia, poco se ha avanzado en la realidad, como lo demuestran los hechos.

El cambio político que ha propuesto el gobierno de Petro y los partidos y movimientos que como la Colombia Humana lo llevaron al poder, remite a la idea de que Colombia no solo requiere un cambio político, sino cambios sociales y culturales, donde la vida humana en su dimensión diversa sea posible. Hay que remover de la mente de los colombianos el colonialismo cultural que hace pensar que unas personas son más que otras por su origen, su género, su raza, o etnia; construir un proyecto de nación colombiana a partir de lo diverso, de lo propio, de lo construido históricamente por hombres y mujeres, indígenas, afros y descendentes de europeos, esa es nuestra fortaleza mayor como colombianos y la superación de esos imaginarios del pasado que se reflejan y fortalecen el racismo, el clasicismo y la violencia contra las mujeres.

Una nueva educación, no para formar cuerpos para la industria y la economía sino hombres y mujeres para una vida humana digna, nuevos intelectuales y científicos colombianos que apoyen el proyecto de una sociedad des carbonizada, respetuosa de la naturaleza, que es decir respetuosa con la vida, una educación que nos enseñe a vivir con el otro sin matarnos porque el otro es diferente, esa una de las apuestas posibles. Otras estrategias hay que crearlas en el proceso, pero el ingenio de los colombianos, probado ya en otros campos, podría generarlas, de manera que lo que hay es trabajo, trabajo para seguir construyendo la sociedad colombiana descolonizada y libre que soñó Bolívar y que con ahínco patriota nos proponen Petro y Francia Marquez.,

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