Hay cosas de las que no habla la gran prensa. La campaña mediática persigue fijar en la mente de todo el mundo que en Venezuela existe una dictadura, un gobierno que usurpó el poder arbitrariamente, un régimen incapaz que ha conducido el país a una profunda crisis económica, social y política. De lo que se trata entonces es de derrocarlo, de sacarlo como sea del poder. Sin importar la legalidad, su respaldo popular o las reales causas de la crisis.
Basta con encender la radio para escuchar la envenenada diatriba contra Maduro y la revolución bolivariana. Es la noticia principal en cada noticiero, a ella dedican amplios espacios, entrevistando a cuanto enemigo exista del proceso renovador que inició Hugo Chávez veinte años atrás. Algo semejante ocurre en los medios escritos masivos, y desde luego también se repite en los informativos de la televisión y las redes sociales.
La cruzada apunta a legitimar, aparentar suficientes razones morales y políticas, para que las gentes de Colombia y los demás países del vecindario, asientan e incluso aplaudan, la injerencia descarada de la gran potencia y sus aliados en los asuntos internos de Venezuela. Se promueve e incita la intervención militar norteamericana, con origen en Colombia, con el propósito de sacar a Maduro, como lo hicieron en Panamá con Noriega.
La decisión de meterse en Venezuela nace en los Estados Unidos, específicamente en el presidente Trump y las fuerzas de extrema derecha. Resulta inobjetable que el verdadero interés no es otro que apoderarse del control de las reservas petroleras más grandes del mundo, al tiempo que escarmentar a un pueblo que se atrevió a soñar. Para ello apelan a la OEA, a sus aliados en la Unión Europea, al grupo de Lima. Apuestan que todo les saldrá bien.
Lo que se ve es un asunto de matones.
Del más grande, el más fuerte
Lo que se ve es un asunto de matones. Del más grande, el más fuerte. De desprecio a toda la legislación en materia de derecho internacional, y a la Constitución y las leyes de la República Bolivariana de Venezuela. ¿En qué elecciones triunfó Guaidó? Basta con repasar la Carta de la ONU, para darse cuenta de la arbitrariedad de lo que hacen. En su capítulo I, que habla de los Propósitos y Principios de la ONU, se puede ver su artículo 4:
Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas. ¿Acaso no constituye amenaza contra la integridad territorial y la independencia política de Venezuela, lo que están tratando que se vea como normal y justo?
El señor Almagro, secretario General de la OEA, y los gobiernos de los países miembros del grupo de Lima, cuyo liderazgo reclama desvergonzadamente Colombia desde que llegó el nuevo gobierno, deben conocer perfectamente la carta de la Organización de los Estados Americanos, que tanto invocan para justificar la inminente agresión contra Venezuela. En ella cualquier ciudadano del continente o fuera de él puede leer:
Capítulo II. De los Principios. Artículo Tercero, literal e):
Todo Estado tiene derecho a elegir, sin injerencias externas, su sistema político, económico y social, y a organizarse en la forma que más le convenga, y tiene el deber de no intervenir en los asuntos de otro Estado (…)
Capítulo IV, Derechos y deberes de los Estados:
Artículo 19: Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho de intervenir, directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. El principio anterior excluye no solamente la fuerza armada, sino también cualquier otra forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen.
Artículo 20: Ningún Estado podrá aplicar o estimular medidas coercitivas de carácter económico y político para forzar la voluntad soberana de otro Estado y obtener de éste ventajas de cualquier naturaleza.
Artículo 21: El territorio de un Estado es inviolable; no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas de fuerza tomadas por otro Estado, directa o indirectamente, cualquiera que fuere el motivo, aun de manera temporal. No se reconocerán las adquisiciones territoriales o las ventajas especiales que se obtengan por la fuerza o por cualquier otro medio de coacción.
Cuando la gran potencia, coaligada con países afines a sus intereses, exige a un gobierno legalmente elegido que se vaya o lo saca a la fuerza, viola todos los principios del derecho internacional, actúa arbitrariamente, sentencia que la ley es para los débiles. La violencia arbitraria contra una nación soberana es un acto de terrorismo internacional. Trump, la OEA, el grupo de Lima dirán que no, pero quizás otros sí. Cuidado, las cosas pueden salirles mal.