Tiene algún tiempo de haberse armado el escándalo en torno a los presuntos abusos sexuales cometidos en la guerrilla contra menores, particularmente desde cuando comenzaron a tomar un rumbo serio las conversaciones en La Habana. Pero no es menos cierto que el reciente fallo de la Corte Constitucional en torno a la ley estatutaria de la JEP, ha desatado una renovada algarabía en torno a este asunto perversamente imputado a las Farc.
Avanzadas las conversaciones de paz, fueron surgiendo aquí y allá voces que sindicaban a mandos y combatientes de las Farc por hechos de esa naturaleza. Como si se hubiera producido algún concierto para que por encima de lo que se pudiera acordar en la Mesa, buena parte de los cuadros de Farc fueran a parar tras las rejas por hechos que no pudieran prescribir, ni ser cobijados por algún tipo de beneficio judicial.
Podrían legislarse amnistías, indultos, lo que fuera, pero aun así habría conductas de las que no podrían librarse. Había que convencer a la población colombiana de esa certeza, y por eso la avalancha de acusaciones en ese sentido. Reclutamientos forzados de menores de edad, violaciones, abusos sexuales, abortos masivos, esclavitud sexual, nada quedó por fuera de la campaña. Antes que cualquier prueba, la condena mediática era lo importante.
Frotaron sus hábiles manos con la victoria asegurada. En nuestro país nadie ponía ya en duda la descomposición moral de las Farc. Y claro, nadie podría estar de acuerdo en que los cubriera alguna medida jurídica a su favor. Hasta que recién apareció la sentencia de la Corte Constitucional, y entonces oh, catástrofe. Todo el empeño pareció venirse a pique. Había que retomar el escarnio, estremecer la sociedad, mostrar la vileza del fallo.
Así que en eso estamos. Me da pena con todos esos periodistas, locutores y comentaristas, no tanto con el Centro Democrático que está en lo suyo, la calumnia y la mentira como principal arma política. Pero tengo que afirmar que están sirviendo a una causa mercenaria, hay intereses muy sucios detrás de su indignación, ninguno obra de buena fe, ni con mediana prudencia. Difaman a propósito para manipular la opinión, aun contra las decisiones de los jueces.
Quien haya conocido medianamente los desarrollos del conflicto armado que se vivió en el país hasta la firma de los Acuerdos de La Habana, tiene un conocimiento básico acerca de la nefasta actividad de los servicios de inteligencia militar y policial. Una de sus estrategias favoritas fue el empleo de las llamadas operaciones sicológicas, despliegues de propaganda en los que se imputaban al adversario los peores crímenes a fin de volver la población en su contra.
Eso puede encontrarse en cualquier manual de contrainsurgencia empleado por las fuerzas militares colombianas. Lo comprobado durante el gobierno de Uribe en el DAS, cuando desde sus oficinas se ordenaron las más asombrosas campañas de desprestigio contra periodistas y dirigentes políticos de oposición no afectos a ese gobierno, es apenas una pequeña muestra de lo que se dispuso emplear durante más de medio siglo contra las guerrillas.
Ejército, Infantería de Marina, Policía, DAS y otras oficinas estatales
formaron e infiltraron a las filas guerrilleras
una cantidad incalculable de muchachas y muchachos
Ejército, Infantería de Marina, Policía, DAS y otras oficinas estatales formaron e infiltraron a las filas guerrilleras una cantidad incalculable de muchachas y muchachos, con planes de acción que asombrarían a Calígula. ¿Se hará esto público alguna vez? Quizás el conocimiento de los archivos de la inteligencia militar lo permita. Lo cierto es que fue inmensa la masa de jóvenes de ambos sexos, que llegaron a filas con el expreso propósito de hacer daño en mil formas distintas.
¿Quién que tenga un sentido común elemental, no pondría en duda las declaraciones de unas muchachas de pasado desconocido, que fácilmente pueden seguir cumpliendo su tarea una vez que desertaron? En el derecho penal y procedimental existe un capítulo denominado la crítica del testimonio, que enseña a develar las intenciones ocultas detrás de numerosas declaraciones de presuntos testigos. Nada de eso importa, los medios ya condenaron y se rasgan las vestiduras.
Recuerdo que a USA llevaron a una muchacha preparada para declarar en contra de Simón Trinidad en su juicio por narcotráfico, y que su testimonio fue hecho trizas en los estrados judiciales. Tengo la seguridad absoluta de que igual ocurrirá con todas esas magdalenas que salen hoy a conmover incautos en RCN y otras cadenas. La última, que recién acusa a Timochenko de violarla, demuestra con la sola declaración publicada por esos noticiarios la falsedad de su versión.
Tiene 30 años ahora, fue reclutada a la fuerza a los 10, es decir en 1998. Primero la violó el Paisa, y luego Timochenko, en la columna Teófilo Forero, en cercanías de El Pato. Puede demostrarse fehacientemente que Timo se hallaba en el Magdalena Medio y El Catatumbo desde 1993. Nada de eso importa a esos medios, que disimulan el apestoso abono detrás de ciertas rosas blancas.
