Patria vestida de negro: hoy es Génesis, ayer fueron miles de menores indefensos, mañana serán otros miles, porque aquí pasa de todo y nada pasa, mientras los monstruos siguen al acecho ante la blandura de un Estado sin carácter y delante de la justicia injusta de los hombres. Señoras y señores del jurado: es un asunto de todos y nos están matando lo más puro, lo más sagrado, lo más bello. Políticos de toda índole, jueces con rostro o sin él, ciegos o videntes, sordos o que se hacen los sordos: esto clama justicia del cielo desde la misma tierra… Colombia, ¿acaso no te conmueves? Por mi parte exijo cadena perpetua, y si alguna vez me permitieran exponer todos mis argumentos y razones, diría: llegó la hora en que por los niños deberíamos hablar de pena de muerte.
Cómo me dueles Colombia, cuánto me dueles…y si me duele es porque te quiero, y anhelo para ti otros crepúsculos y muy distintos amaneceres. Colombia: es el dolor por Génesis y por los angelicales mártires que la precedieron y por los miles que vendrán ante tu reprochable silencio, el que ahora inspira esta improvisación y este canto triste que se confunde con las notas fúnebres de mis lágrimas. Me siento en la obligación de ponerte contra la pared, de restregarte todas tus infamias, tus crímenes y dobleces. Patria: si mi amor te parece odio, es porque odio y me avergüenzo de todo lo que te acontece… como odio el silencio cómplice de los prohombres, los ilustres que entre sí se enrostran sus torvas maquinaciones para desviar la atención con aspavientos de lavandería, mientras a hurtadillas se reparten el poder jugando a la guerra y a las peleítas y a las persecuciones…
País mojigato y doble. País de misa y olla. País que odias la paz y convocas la guerra. País que anulas la vida y celebras la muerte. Colombia querida, si no tuvieras conflictos te los rebuscarías bajo cualquier pretexto. Patria de aves de rapiña que se alimentan de lo corrupto, de la muerte, de los muertos, de la herrumbre y la hecatombe. País que te escandalizas por la voluptuosidad de un escote, y armas una tremolina por un asunto de alta o baja cama, pero que toleras la sevicia en contra de tus niños, y la cadena infinita de crímenes que no tienen nombre
Patria rezandera y boba… te acostumbraste mal desde recién nacida, porque te gusta el crimen, la gavilla, los oscuros conciertos, la zozobra en todos tus rincones. Cambiaste desde muy temprano el gorjeo de los pájaros por el rugir de los fusiles y el terror de la metralla. No te gustó el reflejo de los serenos manantiales, y prefieres contemplar tu rostro en el muladar de tus propias excreciones. Caíste en farándulas, y caíste muy bajo en los fáciles despistes de tus tremebundos y falsos amores, como ese amor tuyo, tan exquisito, hacia lo ilícito donde todo vale si se trata de acumular dinero y poder en el terreno fácil de lo mediocre.
País que erigiste como ídolos a tus secuaces, país que adoras a tus delincuentes y los pregonas en la pantalla chica o grande… Patria que subiste al olimpo de la fama todos los antivalores. Has convertido al matón en dios, al diablo en ángel, al tramposo en norma, a la mediocridad en moda, al facilismo en ley, a la mentira en regla de juego, a la hipocresía en etiqueta social y a los medios de comunicación en prostituta al mejor postor. Por eso sueles disfrazar la maldad de bondad, y manipulas la verdad en favor de espejismos y genuflexiones.
Colombia madre asesina, como la bautizó Fernando Vallejo: digieres con gusto, en tu voraz apetito, la extensa fila en años de tus corruptos politiqueros, a tus asesinos de corbata, a los ladrones de noble oficio, a los payasos de pesadilla del día a día que enseñan al público sus muecas no tan irrisorias, pero sí cuajadas de oscuras traiciones. En cambio no te tragas, no aceptas y exilias y excomulgas a los incorruptibles; por eso, examinas con la lupa ciega de tus escrúpulos a quienes guardan nobles intenciones.
País que desgranas las pepitas del rosario, y que no llevas la cuenta de los muertos que has arrastrado por tus ríos en tu felina y caudalosa historia antigua y reciente. Ríos de violencia surcan también las calles ante tu impavidez cómplice. País donde ser bueno parece ser malo, porque al malo se le premia, y asciende al pedestal de los héroes. Patria doble, bipolar, esquizofrénica y paranoide que aplaudes el fanatismo y segregas al pacífico, al ecuánime e imparcial. País misógino, arribista, racista, infanticida que antepones tu rigidez y violencia para corromper cualquier asomo de tolerancia. País torpe en tus mojigaterías, escrupuloso en tu moral de iglesia: te escondes bajo las enaguas de un cobarde puritanismo de sacristía para asesinar a tus detractores. Patria miope en tu ética, en tus principios, pero de amplia mirada en perspectivas corruptas. País donde vende el morbo, y donde la autenticidad no vende; patria donde la dignidad no vende y sí lo vil y la lista innombrable de tus desvergüenzas. Territorio donde vende el crimen, y no la paz… país donde vende la religión y no la espiritualidad; patria en que el miedo vende y el odio, y no así el amor y la hermandad. País lacayo y de ofidios y de lagartos y de doctores que no son doctores, y de padres de la patria que no siendo tan padres sobreviven al favor de sus propias manipulaciones.
País de locos, no aquejados de la lúcida e iluminada locura consciente; sino de la negra locura, de la sevicia y la insensatez: aquí el humilde y limpio de corazón es rey de burlas, mientras que al de dudoso pasado, al de evidentes y oscuras acciones se le engrandece. Bien es mal, la oscuridad es luz y la mentira es la verdad: esa es la lógica, Colombia, en la que recreas tu estulticia. Y ese es el pozo en el que regodeas tus torturas, y en ese espacio de zozobras deparas tus maléficos estertores.
Ciertamente me conmueve tu gélida hipocresía: en las mañanas tus avemarías se entrelazan con sangrientos contubernios, y no bien nace la tarde o muere el día, y planeas otra jornada con el resumen de tus perfidias. Pasas de largo, Colombia mía, tuya, de nadie y de unos pocos, ante la depravación de tus psicópatas, los mismos que has engendrado en tus malas entrañas y que luego crías con malos ejemplos… mientras las almas diáfanas y angelicales de tus infantes son arruinadas por una permisividad absurda y alevosa. Colombia vieja alcahueta, de justicia de circo, y patria orquestada por terroríficos payasos: ¿hasta cuándo llamarás heroísmo a tus cobardías? ¿Hasta dónde justificarás tus crímenes atroces? ¿Cuál es tu límite? ¿Cuál el récord, y el no va más de las intemperancias de tus enfermos revuelos? ¿Cuántos niños violentados necesitas, cuántos feminicidios, cuántos secuestros, cuántos crímenes, cuántas masacres, cuántas injusticias y cuántas guerras intestinas tienes como meta antes de despertar por fin de tu pesadilla apocalíptica? Mueren de hambre tus bebés para engordar la gula de los corruptos, y ni te inmutas. Se reparten en tus narices tus tesoros, y te haces la miope. Planean guerras a tus espaldas y te encoges de hombros. Colombia, si mi amor te parece odio, es porque odio lo que toleras y me quebranta la eternidad de tu noche.
Tampoco me gusta, querida Colombia, la ignominia de tus juicios parcializados y dobles: te duele y te rasgas las vestiduras por una mujer de farándula agredida, si bien todas deben dolernos; pero pasas de largo ante la mujer anónima brutalmente empalada, o ante una niña pobre, o más bien, una pobre niña socavada y conducida hasta la hoguera. El sacrificio de Génesis en esa pira infame y demoníaca me duele como un dolor universal y mío, como un dolor pequeño e infinito. Me apropio de este duelo como si Génesis fuera mía, era mía Colombia y era tuya y era de todos. No más, patria asesina, ni un niño ni una niña más, ni una más… tocaste fondo, patria, tocaste el abismo… y ahí te quedas si no zarandeas como a un demonio tu desvergüenza. Ante esa sola niña, otras patrias de otras latitudes más sensatas y conscientes se detendrían, marcharían para expresar su duelo con la bandera a media asta, y enjugarían el tricolor con océanos de lágrimas… tocaste fondo país que te acostumbraste alevosamente a la muerte, a los homicidios y a los homicidas, a los abusadores.
País necio que cuidas a tus pervertidos y psicópatas, y a la par desamparas a los inocentes. Colombia: encierras a quienes deberían estar libres, y dejas libres a los monstruos que acechan con sus siniestras intenciones… Llegaste a la sima de la ignominia con tu justicia injusta a cuestas y la joroba de tu culpa quebrantando tus espaldas. Conviertes, vieja loca, al victimario en víctima y a la víctima en recipiente de oprobios y humillaciones. Un verbigracia de tu sensatez absurda: a un ladrón, lo juzgas al amaño de tu parcial “imparcialidad” y conforme al amparo de su cargo o a la prestancia de su origen…. Un muerto te vale más que otro, un secuestro vale más o menos, según el caso… y un desaparecido vale mucho o nada según su peso en la pestilente balanza de tus mezquinos intereses.
Colombia, sádica a ratos, masoquista en otras ocasiones… te confronto, te disecciono a estas alturas de tu cirugía, porque aún estás a tiempo así hayas saboreado las primicias del estiércol y la profundidad del infierno en tu degradación. Inventa pues tu propia dignidad, púrgate esa mala entraña, limpia la vergüenza y la culpa de tus ojos… teje paso a paso la unidad en contra del crimen: defiende al vulnerable, conmuévete ante el dolor de tus tiernos capullos, sacude tu modorra y el sueño eterno de la muerte que más te mata: la indiferencia. Escupe sobre tu doble moral, vomita sobre tu hipocresía, trabaja esa alma farisea y pule tu alma primitiva, primaria, primigenia en tus instintos asesinos. Mírate en quienes derramaron su sangre por un país mejor y busca de paso un resquicio de luz, un rezago de dignidad, un atisbo de valentía, un rescoldo de lucidez y una brizna de identidad y heroísmo en la verdad de tus próceres.
Colombia: o conviertes en ley urgente la defensa de los inocentes y de los más vulnerables o te pierdes para siempre en un infierno que recién comienza y que no tiene precedentes. Mientras… espero; y mientras tanto, te odio con todo mi amor, o te amo con todo mi odio… mientras despiertas, mientras eliges lo que más te conviene. Porque te amo te canto y porque odio tu silencio cómplice te confronto: si no me dolieras pasaría de largo, y si no te amara no tocaría la llaga de tus dolores. Pero si mi amor pleno de sinceridades y tristes certezas te parecen odio, es sólo porque odio lo que acontece bajo la impunidad de los hipócritas… Ya sabes, Colombia, tengo un sueño que me alimenta el alma con luminosos crepúsculos y muy distintos amaneceres, a pesar de la herida que hoy obnubila mis esperanzas: la cruz de la niña Génesis. Colombia enferma y depravada: sobre la inocencia se precipitaron tus apocalipsis y tus horrores.