Vince iba a toda carrera en su moto destartalada, pero comprada con mucha lucha. Motivaba su afán, un trabajo que no quería, pero que le daría 700 mil pesos semanales, eso para alguien de 21 años era mucho. Era perfecto para la oferta, 1.82 centímetros de piel negra, de esas que brillan, un cuerpo sin defectos al desnudo, un mito real entre sus piernas y una sonrisa color nieve. Con esas cualidades estaba decidido, no convencido, a pararse frente a una cámara para satisfacer fetiches sexuales y llenar sus bolsillos.
No sería modelo de pasarela como lo había intentado sin gusto, se convertiría, al menos mientras algo mejor resultaba, en modelo de web cam, estaba dispuesto a enseñar a quien pagara por ello hasta lo más íntimo de su cuerpo. La moto se varó, llovió, perdió la cita donde concretaría el negocio y así entendió que ese camino no tendría regreso, no era lo que quería para su futuro porque siempre soñó con las pantallas.
Entonces como otra señal, llegó su primera novela, La Sucursal del Cielo, ganó el casting por ser un niche pinta de Palmira que baila sabroso, recitó bien el texto con un acento pandebonudo que no forzaba el “vé”, ni el “oís” porque en el 2008, de actuación no sabía nada. Desde niño supo que nunca se dedicaría a una carrera convencional, el primer día que pisó un set de grabación, cuando grabó esa primera escena, se enamoró de la profesión de actor.
Figuró en 13 de los 26 capítulos de la novela del Canal Caracol, que protagonizó ya la entonces famosa, Belky Arizala, pero él no brilló como quería, tenía en la cabeza lo light, lo farandulero del medio, creía que porque le decían ser un negro bonito con buen cuerpo podía lograrla, pero entendió que para ser buen actor tenía que prepararse y no solo en el gimnasio.
Para pagar los talleres de actuación, Vince se volvió mototaxista o moto ratón como le dicen a ese transporte de bajo costo. Trabajaba de lunes a lunes, de 5:00 a.m. a 5:00 p.m. casi sin bajarse de la moto, en la noche viajaba a Cali a aprender las técnicas de los que se lucen frente a las cámaras y antes de dormir leía teorías para el actor de grandes directores como Grotowski, Stanislavski y Boal. Se obsesionó con el estudio.
Eso le enseñó doña Myriam Mina, la mamá y papá al mismo tiempo que para levantar una casa con tres hijos lavaba, planchaba en casa de ricos y bordaba vestidos para las reinas de las familias de la élite vallecaucana. De ella, Vince heredó la pasión por el arte, porque para alejarlos de los vicios, les mantenía la mente ocupada, les enseñó a amar los títeres, el teatro, la música y hacer deporte. De ella aprendieron a trabajar duro y que el estudio sería la única llave para abrir las puertas que tenían cerradas.
En el 2011, Vince Balanta actuó de nuevo, esta vez más claro, con más sustancia en las neuronas que en los músculos. Se ganó un papel por el que habían peleado varios grandes. A sus 24 años, su personaje protagonizaba una de las historias de Correo de Inocentes y para sumarle al reto, interactuaba con la gran Margarita Rosa de Francisco. La producción del Canal RCN se estrenó en varias pantallas del mundo.
Vince tenía que seguir preparándose, con lo que le pagaron creó una micro empresa de distribución de comidas a grandes empresas y pudo pagar talleres con expertos de Hollywood, su evolución lo llevó al fin a ser parte del book de un mánager, lo que ayuda entrar al negocio, un negocio donde no todo brilla y en el que para él los actores de su etnia no la tienen fácil.
El joven actor reconoce que en la televisión colombiana ha habido un boom de actores afro, pero para él aún existe el pensamiento que los negros en televisión no venden. “Quisiera que no solo nos dieran los papeles de esclavos, músicos, deportistas o bandidos” afirma.
El mercado internacional lo demuestra, en grandes producciones los papeles principales los protagonizan actores afro. “Algunos directores y productores temen que la audiencia no acepte el afro en pantalla, eso hay que cambiarlo”, dice Vince con la seguridad del que ha estudiado el mercado.
Su hoja de vida siguió ganando experiencia, en Comando Élite, fue el actor principal de reparto en una de las historias de la serie. También ha hecho cine, con Dago García en El País más feliz del mundo, en otra comedia como Operación Piroberta, y algunas películas aún sin estrenar como Una Comedia negra, La Caleta y Los Elegidos.
En RCN se estrenó en otra faceta, en la que nunca dejó de actuar como el presentador del espacio digital de Francisco el Matemático. En La Nocturna del Jimmy, su personaje JC era el community manager de Jimmy Carter, quien conducía el espacio pedagógico que abordaba temas juveniles con expertos y que fue un éxito digital, nominado a los Premios Tv y Novelas.
Recientemente, Vince Balanta se puso los guantes del Chico González, su segundo papel antagónico en Pambelé, de RCN, la historia sobre la vida del enigmático boxeador colombiano. En Pambelé se enfrentó a un personaje difícil, con una fuerte carga psicológica, con una energía densa, una manera de ser muy opuesta a lo que es él. Para personificar al Chico tuvo que bajar 8 kilos para estar en el peso pluma que exigía el papel. “Fue todo un reto profesional para que el personaje no se viera exagerado, sin caricaturizarlo, pero muy placentero porque compartí set con actores de gran reconocimiento”.
Vince ha evolucionado, estudió producción audiovisual, con énfasis en guión y dirección de actores.
“Todos los actores deberíamos tener ese conocimiento, porque uno ve y entiende el personaje desde la visión de un director y un guionista, cuando aprendes a hacer lo que ellos hacen, eso te ayuda a ser más preciso”
También le gusta crear, su cortometraje El Habitante, una producción grabada con celular, que él mismo protagoniza, ha sido premiado en varios festivales de cine en Colombia, además invitado a participar en otros festivales en Argentina y España. Vince lo describe como un ejercicio interesante porque le sirvió como persona, actor y realizador, aprendió a contar una historia sin presupuesto, se metió en los zapatos de un habitante de calle tras un proceso estricto de caracterización.
Adelgazó casi hasta los huesos para reflejar la dureza de la calle, dejó de usar bloqueador para que la piel se le viera tosca y dejó de lavarse el pelo por varios meses, convivió con habitantes de calle para entenderlos y recrear la historia que lo inspiró, la vida de su tío, quien se hundió en el mundo de la droga hasta que fue asesinado por jóvenes sicarios, de esos que ensayan puntería con quienes duermen en andenes.
Actualmente Vince Balanta fue elegido para uno de los papeles principales de la obra Uva Pasa Bajo el Sol que arranca en agosto temporada en el Teatro Colón de Bogotá. En la piel de George Murchison, Vince, le da vida a este personaje de la adaptación que por primera vez se hace en Colombia de la obra afro original de la norteamericana Lorraine Hansberry. Esta pieza ícono de la dramaturgia estadounidense recibió el Premio del New York Drama Critics Circle a la mejor obra de 1959 cuando se estrenó.
Uva Pasa Bajo el Sol es un montaje totalmente afro que pone sobre el escenario la importancia de redescubrir nuestras raíces y enorgullecernos de quienes somos. La obra es dirigida por Juan Sebastián Aragón y Vince Balanta estará junto a otros actores afro reconocidos como Indhira Serrano, Bárbara Perea, Nina Caicedo, Mateo Giraldo y Ramsés Ramos.
Balanta ya no guerrea solo por su mamá, ahora tiene un motor de seis años llamado Mariana, el amor que lo inspira a no rendirse en una carrera de esas que advierte la familia, no es rentable, pero en la que espera, trabaja y se prepara para seguir alcanzando triunfos, acabando con los estigmas.