El viernes estuve en misa. El padre, desde el púlpito, explicaba el sentido de la vigilia. Según su interpretación, Cristo no espera de la iglesia mortificación del cuerpo; en cambio, propuso cuatro directrices para el tiempo de penitencia: abrir las prisiones, liberar a los encadenados, ayudar a los necesitados, y liberarse de "los egos". Resumiendo, el padre decía que la verdadera vigilia es la misericordia.
No me parece temerario afirmar que hoy, apenas dos días después, son en gran medida los católicos los que con su voto han hecho del (Uribe) Centro Democrático la segunda fuerza parlamentaria. Ellos, los que profesan la religión del amor, hoy se afirman con su voto en la política del odio, y allí donde sus pastores los llaman a la misericordia, ondean con júbilo la bandera del castigo.
En sus corazones tristes, aunque no lo adviertan, pesan los miles de muertos que ha dejado la forma de gobernar de Uribe. ¿Por qué un país que llena iglesias para adorar al hombre que habló del perdón, sale de ellas y sigue practicando todo lo contrario?, me pregunto. "¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? ", se pregunta Él.
País de ironía: rico y empobrecido, tan grande y tan pequeño, católico y violento, por sus élites jodido y en elecciones reafirmándolas.
Ironía: entre mis conocidos el joven más cristiano, que viajó a Brasil para escuchar a Francisco, hoy afirmó en facebook que a pesar de los comentarios izquierdistas de noticieros parcializados, cree en Uribe y está feliz. ¿Izquierdistas en los noticieros? No, antiuribistas, que para serlo no hay que ser de izquierda, solo tener algo de sensibilidad y sentir malestar con el olor a sangre.