Vientos de guerra soplan por estos días en Venezuela, donde nuestro país se ha echado al hombro tremenda responsabilidad de servir de puente para que el imperio del Tío Sam intervenga una nación sumida en crisis socioeconómica, gracias al bloqueo y pretensiones oscuras de un presidente con ínfulas de dueño del mundo.
Nadie puede ocultar que en Colombia existen personas amantes del belicismo, con la diferencia que lo atizan desde el escritorio para que otros inocentes operen planes maquiavélicos que contribuyen a la desestabilización y profundización de una problemática social y económica que golpea la tierra del Corazón de Jesús. Quien desee ocultar la pobreza económica de la mayoría de colombianos es un mezquino que no merece considerarse deseable para ninguna sociedad.
No se comprende cómo un gobierno con tantos problemas estructurales en la sociedad que lo eligió se dedique de tiempo completo a asuntos netamente extranjeros, poniendo en riesgo la soberanía por las inminentes retaliaciones de los agredidos. En una guerra, los protagonistas directos son como animales defendiendo hasta la muerte su poderío y dignidad, frase reiterada por el gobierno venezolano, significando que quien se preste como rampa de Estados Unidos de Norteamérica, automáticamente se convertiría en objetivo militar.
Es muy fácil tomar decisiones desde la comodidad de un sillón con el sabor de un fino whisky, mientras los que padecen son los hijos del pueblo inerme, ese que equivocadamente cree que sus gobernantes se fijan en sus necesidades. Los vientos de guerra se acercan con rigor cada que pasan los días, generando incertidumbre y de paso, capturando la atención de un problema externo que deben resolver los directamente afectados. Está confirmado que el interés de los gringos en el hermano país es el negocio del petróleo y otros minerales preciosos de gran demanda en el mercado internacional.
¿Por qué a Nicaragua o Cuba no se les ha dado el despliegue diplomático y militar que hacen con Venezuela? Sencillo, no son tierras económicamente interesantes para Donald Trump, ni para ningún presidente norteamericano. Se sabe que Venezuela posee los yacimientos más grandes de petróleo del planeta. Es el olor del oro negro el que trasnocha a un gobierno distinguido por su amor al belicismo e intervencionismo. Obviamente que la disculpa perfecta se llama, Nicolás Maduro, y el idiota útil, el gobierno colombiano. Todo está dado para legalizar nítidamente una invasión que el día de mañana los hipnotizados de hoy lamentaran.
El asunto es más complicado de lo que parece, no por lo que le pueda pasar a Maduro y su gabinete sino por las nefastas consecuencias que una confrontación guerrerista acarrea a su alrededor. Más cuando Colombia se ha convertido en el mensajero de los invasores, siendo tan irresponsables al desconocer que las retaliaciones no se dejarán esperar, dejando a su paso muerte, desplazamiento y desestabilización socioeconómica.
Aunque muchos dirán que esto jamás sucederá, no hay que perder de vista que los egos están heridos, y en política, el irrespeto más grande es la humillación que otro en igualdad de condiciones efectúe a su semejante. Está comprobado que el chavismo durante todos estos años se ha inmiscuido en lo más profundo de los venezolanos, hasta el punto de transformarse en un indiscutible combustible para enfrentar al más poderoso. Ya es el orgullo patrio el que está en juego, y eso, no tiene precio, siendo incierto el resultado.
Lastimosamente el folclorismo criollo enceguece y ensordece a millones de colombianos, permitiendo el adormecimiento y desentendimiento de los asuntos importantes para la nación. Colombia no puede quedarse en la estúpida discusión de la empanada o el traje de la esposa del presidente, es oportuno que la masa se sacuda y de paso aterrice porque los vientos de guerra están a la vuelta de la esquina.
Es clara la preocupación de la gente sensata porque de no desistir el invasor, seguro está que en cualquier momento la mecha se enciende y la detonación no espera. El ejército bolivariano hace rato que está preparado para lo que se ve venir; así que el único desubicado es Colombia, que sigue discutiendo quien es la nueva compañera de James Rodríguez o cuál es el diseñador del vestido de la señora de Duque.